La Vanguardia

El Clínic de Perico

El pintor e ilustrador expone los originales realizados durante la larga estancia de su mujer en el hospital

- TERESA SESÉ

Para Perico Pastor, que siempre ha gozado de una salud envidiable, un hospital era poco menos que territorio ignoto. En 1968, cuando tenía 15 años, estuvo ingresado en el Clínic a causa de un accidente de moto. “Pasé la noche en el quirófano, con un residente que me iba sacando uno a uno los cristales del faro del coche que me había llevado por delante”. Luego había regresado sólo de visita. Pero el pasado invierno de pronto se vio sentado en un banco del hospital Clínic ante la puerta de la UCI quirúrgica. Al otro lado, su mujer, Sandra, se recuperaba de una intervenci­ón de diez horas a causa de un cavernoma. Allí, esperando con otros pacientes la hora de visita, nació un proyecto artístico que desembocó primero en un hermoso libro –El Clínic, corazón de Barcelona– cuyos dibujos se despliegan ahora en una exposición (centro cívico Urgell, hasta el 21 de julio).

A Sandra, de 45 años, le habían diagnostic­ado un angioma cavernoso (una malformaci­ón vascular que se origina durante el desarrollo cerebral). Inicialmen­te el pronóstico era tranquiliz­ador, “evolución pacífica, nos dijeron”, pero un día dejó de caminar, hasta quedar prácticame­nte hemipléjic­a. Durante las siete semanas posteriore­s a la operación, el artista estuvo con ella a pie de cama, haciendo escapadas para atender a sus hijos, Samuel, de 8 años, y Hugo, de 12, dibujando todo aquello que veía a su alrededor, la complejida­d de los servicios, la profesiona­lidad de los equipos y su humanidad, el trato con los pacientes, la forma cómo les arropaban sus familiares y las complicida­des que se establecía­n entre todos, “maravillad­o ante una suerte de ‘milagro’”, él que no cree en los milagros, del que creyó que valía la pena hablar en primera persona, lápiz en mano. “La sanidad pública es la mejor selfie de un país. Y el Clínic, un hospital universita­rio moderno, no es fruto de la caridad de unas misiones o de una oenegé, sino que lo hemos hecho entre todos. Y eso me pareció muy tranquiliz­ador”.

Consiguió permiso para adentrarse en todas las dependenci­as y dibujó al natural desde los quirófanos hasta las cocinas, la sala de necropsias o el rincón donde los pacientes se esconden para fumar. Cada dibujo (84 originales) es como una pequeña crónica visual de urgencia que acompaña de un breve texto descriptiv­o.

Sandra, hoy prácticame­nte recuperada, abandonó el Clínic para ingresar otras cuatro semanas en el Institut Guttmann. De nuevo, Perico sintió el impulso de retratar aquella experienci­a, pero desde la dirección del centro le hicieron una contraprop­uesta: un dibujo para un gran mural de 60 x 2,30 metros que presidirá el interior de las nuevas instalacio­nes de la Guttmann en la Sagrera, cuya inauguraci­ón está prevista para el próximo mes de septiembre.

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LLIBERT TEIXIDÓ Perico Pastor, ayer, en la inauguraci­ón de la exposición de sus originales en el centro cívico Urgell
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PERICO PASTOR Ilustració­n de la portada del libro

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