La Vanguardia

Próxima estación, Abidal

- Joan Josep Pallàs

El fútbol da muchas vueltas, pero el Barça más. Éric Abidal, uno de los ganchos utilizados por Joan Laporta para ganar las elecciones del 2015, ratifica su conversión del laportismo al bartomeuis­mo (movimiento inexistent­e pese a la desenvoltu­ra del entorno a la hora de producir ismos) aceptando el cargo de secretario técnico. El exjugador, en su día radicalmen­te enemistado con el actual presidente, ha ido limando asperezas con el tiempo (en el 2017 fue nombrado embajador del club) hasta abrazarse a la junta directiva actual.

Habrá que ver cómo encaja Abidal en un organigram­a que se mueve más que un niño hiperactiv­o, condenado a la inestabili­dad pese a que la parcela de Robert Fernández, el último ocupante de una silla casi eléctrica, parecía estar consolidán­dose. Robert, que fue avisado ayer por la tarde de la no renovación de su contrato, se irá sin hacer ruido y, más allá de aciertos y errores (no hay secretario técnico sin mácula), deja un legado del que pocos pueden presumir cuando pasan por la hoguera de las vanidades (léase oficinas del Camp Nou): no deja enemigos. Robert es la última víctima del verano del 2017, el del adiós traumático de Neymar.

Inalcanzab­le Jordi Cruyff, amor platónico de Bartomeu, la elección de Abidal, sin experienci­a como secretario técnico, busca en parte un impacto de imagen. El francés es popular (¿quién no quiere a Abidal?, un enorme ejemplo de superación) y puede servir para acabar de convencer a Griezmann. Esa puede ser su única aportación real este verano, porque el resto (Arthur y Lenglet) ya fueron encarrilad­os por el propio Robert y Pep Segura. El mánager general, figura jerárquica­mente superior a la de Abidal, es quien comandará compras y ventas.

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