La Vanguardia

Deberes pendientes

- Josep Oliver Alonso

Quién lo iba a decir? El cambio de gobierno en Madrid ha sido de aquellos que, duren lo que duren, dejan huella. Pero aunque la esperanza es grande, los problemas por abordar son de aúpa. En lo tocante al ámbito económico-social, déjenme señalar algunos ámbitos relevantes en finanzas públicas, competitiv­idad y cohesión social sobre los que el ejecutivo debería avanzar los próximos dos años.

En lo tocante a las administra­ciones públicas, hay que recordar la carencia en ingresos: con relación al PIB, sólo Rumanía, Bulgaria, Letonia e Irlanda tienen una presión fiscal inferior al escaso 36% español, muy lejos del 46% medio de la eurozona. Es imprescind­ible reducir el fraude y, probableme­nte, revisar IRPF, sociedades e IVA. En gasto, el tema esencial son las pensiones: sus 20.000 millones de déficit anual obligan a definir de una vez qué parte se ha de financiar con cotizacion­es (pensiones contributi­vas) y cuál no (viudedad, orfandad y otras), combinando un difícil equilibrio entre el adecuado trato a pensionist­as y el creciente envejecimi­ento del país. Finalmente, hay que continuar reduciendo el déficit hacia el 0% exigido para el 2020. Con un crecimient­o como el actual, ello debería ser no sólo posible sino exigible: peores tiempos vendrán cuando, para suavizarlo­s, necesitare­mos endeudamie­nto público.

Por lo que se refiere a competitiv­idad,

La esperanza despertada por el cambio de gobierno debe traducirse en cambios palpables para los ciudadanos

no se puede olvidar que la deuda neta exterior continúa ubicada en valores extremadam­ente peligrosos, que exigen superávits con el resto del mundo por un largo período. Y, por ello, es imprescind­ible incrementa­r la productivi­dad con reformas en infraestru­cturas (el corredor mediterrán­eo será la prueba de un nuevo enfoque), educación (formación profesiona­l), ciencia (continuamo­s a la cola de Europa en I+D, con un escaso 1% del PIB) o política laboral (reducción de la temporalid­ad).

Finalmente, en cohesión social, hay que saludar al comisionad­o para la pobreza infantil, una lacra que afecta a más de una cuarta parte de nuestros niños. Igualmente, hay que desear que la apuesta por la igualdad se traduzca en un apoyo efectivo a la familia (guarderías, natalidad, conciliaci­ón, etcétera), que permita su extensión al conjunto de la población. Esperemos que, en estos ámbitos, su éxito se deje notar más pronto que tarde. Pero ello exige recursos que difícilmen­te se obtendrán sin elevar la presión fiscal.

A pesar de su reducido margen temporal, el Gobierno tiene que avanzar en la resolución de unos problemas de los que venimos hablando desde hace demasiado tiempo. Es cierto que un país tiene, como un transatlán­tico, una inercia que ni permite maniobras bruscas ni facilita soluciones inmediatas. Pero sí hay que exigir suaves correccion­es de timón que, en el medio plazo, nos hagan llegar a puertos hoy inalcanzab­les. Por el bien común, hay que desear que la esperanza despertada se traduzca en cambios palpables en la vida de los ciudadanos. Se lo merece el país. Nos lo merecemos todos.

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