La Vanguardia

“Hay que vivir la vida momento a momento”

- MANÉ ESPINOSA IMA SANCHÍS

Nací en Tarragona y vivo en Barcelona. Casada y tengo dos hijos, de 11 y 8 años. Me licencié en Arte Dramático en el Institut del Teatre y creé y dirijo los cursos de Teatro y Conscienci­a. Estoy muy enfadada con la política y sólo creo en las personas más allá de los partidos. Me siento muy afín al budismo

Dale una máscara y te dirá la verdad, decía Oscar Wilde… Sí, a través del juego de máscaras llegamos a conectar con quien realmente somos. A mí el teatro me lo ha dado todo. Todo es mucho. Sufrí una infancia muy dolorosa y me construí una coraza. A los 14 años una profesora que me veía sufrir consideró que el teatro me ayudaría a expresar lo que llevaba dentro.

¿Y así fue?

Sí, al no ser yo, al no sentirme invadida en mi intimidad, me atrevía a través de los personajes a estar mucho más presente que en mi propia vida. Fue un despertar en todos los sentidos…

Y decidió ser actriz.

Sí, pero cuando entré en el Institut del Teatre me di un batacazo al enfrentarm­e a todas las metodologí­as que te obligan a trabajar con tu propia persona. Estaba totalmente bloqueada.

¿Carne de diván?

Hice un trabajo paralelo de terapia y conscienci­a corporal. Estaba rígida, ni siquiera respiraba de una manera orgánica y tenía las emociones totalmente blindadas. Me entregué a conocerme a fondo.

¿Cómo lo hizo? Me fui a Argentina, a Francia, Alemania... Hice un máster de coaching, formación Gestalt, programaci­ón neurolingü­ística. Todo lo que me pudiera ayudar a abrirme. Esa mezcla de herramient­as tan personal aplicadas al teatro me ayudó a desbloquea­rme.

Y creó su propio método.

A través del teatro nos adentramos en lo simbólico y accedemos al inconscien­te de una manera directa.

¿Qué conseguimo­s con eso?

A través del inconscien­te somos más capaces de sanar porque no estamos llevando nuestro conocimien­to a un plano racional, que es donde lo bloqueamos, y puede aflorar.

Es muy junguiano lo que dice.

Efectivame­nte, Jung decía que en el inconscien­te están todos los arquetipos de la condición humana, y que si te atreves a transitar por ellos al final llegas a tu ser, porque no sólo somos la identidad que nos hemos creado.

También somos lo que reprimimos.

El teatro te permite explorar esa paleta de sentimient­os y personalid­ades e integrarla­s. Se trata de volver a ti, no de convertirt­e en otra persona. Se trata de saber mutar momento a momento. Ser capaz de sentir rabia y al momento siguiente, si la vida te da motivo, disfrutar.

No arrastrar el peso de la rabia.

Actuar como lo hacen los niños, capaces de pasar de la tristeza a la alegría en un momento. A veces nos atrapan experienci­as que nos llevan a sentir rencor durante años.

El dolor se enquista en el subconscie­nte.

Y en el cuerpo. Somos cuerpo, y todo lo que está bloqueado está bloqueado en el cuerpo. No hace falta hablar tanto ni pensar tanto.

La vida no es drama.

No, la vida es vida. Cuando algún alumno tiene la tentación de hacer un striptease emocional no se lo permito. Cuando no sabemos gestionar lo que nos ocurre somos reactivos, dramáticos, nos victimizam­os, ponemos todos los mecanismos de defensa que tenemos al alcance.

Perdemos los papeles y el pudor.

Pero cuando uno se responsabi­liza de lo que le ocurre puede empezar a vivir desde una cierta asertivida­d, sentido común, capacidad de autoabaste­cerse. Mediante el teatro, lo que yo hago es enseñar la vida a través de una lupa: esto es lo que hay, ¿qué vas a hacer?

Las verdaderas tragedias suelen ser bastante contenidas.

Al final se trata de algo tan simple como que bajes al cuerpo y te sientas vivo.

Las emociones humanas son unas pocas. Nos parecemos bastante.

Cierto, cuando uno sufre o se percibe incompleto se cree que le pasa sólo a él y se siente escindido de los demás. Al hacer teatro en grupo te das cuenta de que todos somos un elefante rosa, y eso te da una tranquilid­ad increíble.

Nos quitamos la máscara y sale el ogrillo.

A medida que lo vas integrando te das cuenta de que ese ogro es una herida, y se va haciendo pequeño hasta que consigues acunarlo porque te has dado cuenta de que esa fealdad era una parte de ti que no estaba atendida.

¿Y todo esto, a través del teatro?

Las carencias, el dolor, el desconocim­iento de uno mismo no se afronta de manera directa sino a través de ejercicios, de la metáfora, personajes arquetípic­os; tú te tiras a la piscina porque crees que no va contigo. Pero a través de esos personajes te has tocado a ti. El arte sana.

Momentánea­mente; luego vuelves a ser quien eras.

No se trata de cambiar; al aceptarnos somos más capaces de gestionarn­os ante la vida. Y a través del trabajo corporal llegas a modificar la sensación que tienes de tu propio cuerpo y por tanto tu estado de ánimo.

Si fuera tan fácil cambiar los patrones...

Hay que insistir, vuelven a aflorar una y otra vez, pero te estás dando cuenta, y al darte cuenta tienes ese espacio en el que puedes decidir cómo quieres sentir eso que te está ocurriendo y qué respuesta quieres darle.

Eso es disciplina.

Sí, y yo les pido a mis alumnos que visiten a diario su centro, la conexión consigo mismos. Se trata de bajar a la tierra y desenmasca­rar quién realmente eres, sin complejos.

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VÍCTOR-M. AMELA IMA SANCHÍS LLUÍS AMIGUET

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