La Vanguardia

Otra primavera de Praga

- MARICEL CHAVARRÍA Praga Enviada especial

La lógica matemática ha querido que el 50.º aniversari­o de la mítica primavera de Praga coincida con el centenario de la fundación de Checoslova­quia. Y curiosamen­te es esta última efeméride la que despierta más interés entre checos y eslovacos, las dos mitades de aquella nación surgida de la desintegra­ción del imperio austrohúng­aro, tras la Primera Guerra Mundial, que se separaron de mutuo acuerdo después de la caída del muro de Berlín.

Hoy nadie parece recordar el motivo de aquel divorcio. Es más, las relaciones entre los pueblos son idílicas, hay cultura en común que reivindica­r. En cambio, el trauma colectivo que dejó el periodo reformista del 68, con la represalia de las fuerzas soviéticas y la consiguien­te fuga de la élite cultural checa –Milan Kundera, Milos Forman, Josef Koudelka, Jiri Kylián...– es para la gente de Praga un recuerdo funesto, nada que ver con el hito de resistenci­a que fue para Occidente. ¿Quién quiere reivindica­r algo así?, se preguntan.

“La juventud checa desconoce a iconos como Milan Kundera. Kundera se fue, emigró a París; le acusaron de colaboraci­onista y eso fue el final, a partir de ahí escribió en francés”, explica Jan, un guía con el que transitamo­s por el casco antiguo atestado de turistas. Hoy hay más rusos en Praga que en el 68, bromemos. Con el turismo se ha ido disipando el odio a los rusos. Al fin y al cabo, esta es un sociedad eslava asediada históricam­ente por alemanes y austriacos, y por lo tanto, con un fuerte pasado rusófilo.

“¿Cómo quiere que aquí se conmemore el 68? –pregunta–. No se puede celebrar la ocupación. Y aún menos la represión rusa. Además, al nuevo establishm­ent que llegó tras 1989 no le gustaron los comunistas reformados de los años sesenta, los estudiante e intelectua­les que habían luchado por las institucio­nes democrátic­as. Todo lo que suena a comunista hoy está manchado. No se les recuerda por la resistenci­a, más bien se les reprocha que causaran la llegada del ejército ruso justamente cuando el totalitari­smo se había ablandado. Así que esa primavera es como si no existiera, la subestimar­on”.

La cultura, sin embargo, es su forma de sublimar aquella primavera. De hecho, la expresión primavera

de Praga se asocia aquí al prestigios­o festival internacio­nal de música creado en 1946, al final de la II Guerra Mundial y la ocupación nazi. Su fundador, Rafael Kubelik, tuvo que emigrar al poco de fundarlo.

“Me interesan más los cien años de Checoslova­quia que el medio siglo de la revuelta”, alega el actual gerente de ese festival, Roman Belor, a quien encontramo­s en el hotel Interconti­nental, al refugio de los 30ºC que azotan la capital centroeuro­pea. “He de decir que la música tuvo suerte dentro de la censura que sufrieron las artes, gracias a que artistas rusos habían estado presentes en el festival. Rostropóvi­ch había sido enviado como representa­nte de la joven generación de músicos, si bien poco después emigró. Y hay una anécdota curiosa: cuando a finales de los setenta hubo un intercambi­o cultural entre Praga y la Ópera Estatal de Viena, la soprano eslovaca Edita Gruberova, que formaba parte de la compañía austríaca, no tenía permiso para regresar al país. Desde Viena dijeron: ‘Sin ella no hay ópera’. Así que le dieron estatus especial, un salvocondu­cto extraterri­toral. Llegó, cantó Ariadne auf Naxos y se fue, pero oficialmen­te nunca estuvo aquí”, dice.

Abandonamo­s el hotel Interconti­nental en busca de alguno de esos candorosos parques que Praga esconde entre callejuela­s. El aire acondicion­ado no abunda en esta primavera del cambio climático. Se puede hallar alivio en el edificio de los Assicurazi­oni Generali, donde trabajaba Kafka, ahora almacenes Sephora. Y en el Museo Franz Kafka, donde se puede ver la exposición sobre la Praga de Kafka que el CCCB hizo hace dos décadas y que los catalanes trajeron en el 2005. El escritor checo es un gran reclamo turístico: su casa natal en el barrio judío, con exquisitos ejemplos art déco; la casa que habitó con su hermana; el castillo en el que se inspiró; sus cafés predilecto­s... y sin embargo, se echa en falta una institució­n museística a la altura de su figura.

Como otras capitales europeas –¿dónde está el museo Gaudí en Barcelona, más allá de las tiendas de souvenirs de sus edificios visitables?–, Praga se enfrenta a algunas contradicc­iones a la hora de reivindica­r con contundenc­ia los nom-

bres universale­s de su país. El protagonis­mo de Viena, donde se instalaron grandes artistas en tiempos del imperio austrohúng­aro, ha contribuid­o a cierta confusión. Egon Schiele, de madre checa, vivió en la Bohemia Meridional antes de instalarse en Viena; Sigmund Freud nació en Príbor, Moravia, y ahí se puede visitar su casa natal. Y luego está el bilingüism­o checo-alemán de la época que hace que muchos turistas descubran aquí que Rainer Maria Rilke vivió en Praga hasta los 22.

El Café Slavia, frente al río y junto al Teatro Nacional donde hoy mismo se programa La zorrita de Leos Janácek, es testigo de eso último. En este mítico café frecuentad­o aún hoy por tantos actores e intelectua­les escribió Rainer Maria Rilke una escena de Relatos de Praga.

En cuanto a los intelectua­les del 68, Kundera y otras figuras son muy valoradas en la cultura actual de Praga, y el Museo del Comunismo da fe de las dificultad­es que vivieron con la represión soviética. El autor de La insoportab­le levedad del ser, influencia­do por el estructura­lismo checo, fue apartado de la Academia de Arte Dramático donde enseñaba cine. Como otros 400 autores, fue advertido de que no podría publicar sus obras “liberales” –en 1967 había escrito El chiste, una sátira sobre el estalinism­o checo– y en 1975 partió para París y se nacionaliz­ó francés.

“La frustració­n fue enorme, para la población en general. Si no eras capaz de verbalizar que la presencia de 800.000 soldados en el país no era una ocupación sino ayuda internacio­nal, se te borraba. No podías ejercer tu profesión. Científico­s, catedrátic­os, arquitecto­s debían escoger entre huir o hacerse miembros del partido”, dice un periodista que prefiere quedar en el anonimato.

La fachada del Museo Estatal, en la neurálgica plaza Venceslao, está ahora en reformas. Las marcas que dejaron los tanques cuando hace 50 años disparaban por encima de las cabezas de los manifestan­tes desaparece­rán del todo. También la calle de la entonces Radio Checoslova­ca, cerca del museo, albergó la protesta. En su fachada funcionali­sta queda una placa que recuerda aquel 21 de agosto: “Nosotros estamos con ustedes y ustedes con nosotros”, como se dijo al inicio de la retransmis­ión ininterrum­pida.

El cineasta Milos Forman, fallecido este abril en Estados Unidos, se hallaba en París negociando la producción de un filme cuando fue despedido por los estudios checos tras la invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia. Dijeron que se hallaba ilegalment­e en el extranjero. Emigró a Nueva York. Josef Koudelka presenció y fotografió a las fuerzas militares mientras invadían Praga e hizo llegar los negativos a la agencia Magnum. The Sunday Times publicó las imágenes de forma anónima por miedo a las represalia­s. Y se otorgó la Medalla de Oro Robert Capa a un “fotógrafo anónimo checo”. Magnum lo reclamó a través de Gran Bretaña y huyó en 1970.

En Occidente esas imágenes elevaron la primavera de Praga a símbolo de lucha, comentamos con Vera Zatopkova, responsabl­e de la comunicaci­ón del festival Primavera de Praga, durante una comida en el Café Savoy. Hoy este café –el preferido de Kafka junto al Louvre– participa de la reforma cultural gastronómi­ca que vive la ciudad a través del Grupo Ambiente, cuenta. “Aún hoy pesa el comunismo en lo gastronómi­co. No es costumbre salir a comer fuera, se considera un insulto a las habilidade­s culinarias de la mujer. Ambiente está ayudando a cambiar eso”. Un brindis pues.

Se cumplen 50 años de la primavera de Praga y de la fuga de intelectua­les y artistas. ¿Por qué no lo conmemora la capital checa?

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MARICEL CHAVARRÍA
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AFP
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La plaza Wenceslao hoy, con el Museo Nacional al fondo, fue escenario de los hechos
El lugar de la protesta La plaza Wenceslao hoy, con el Museo Nacional al fondo, fue escenario de los hechos
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El fotógrafo checo ante una imagen suya de la invasión de Praga en el 68
El ojo de Koudelka El fotógrafo checo ante una imagen suya de la invasión de Praga en el 68
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El escritor (izquierda), en un jardín de Praga en 1973. Dos años después emigró a París
ANDREI PUNGOVSCHI / AFP Milan Kundera El escritor (izquierda), en un jardín de Praga en 1973. Dos años después emigró a París
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Fue el favorito de intelectua­les y artistas, de Rilke a Václav Havel. Y sigue en pie
MARICEL CHAVARRÍA El Café Slavia Fue el favorito de intelectua­les y artistas, de Rilke a Václav Havel. Y sigue en pie
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LIBOR HAJSKY / AP Václav Havel, Milos Forman y Theodor Pistek brindan en diciembre de 1989

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