Nace el G-6 más Estados Unidos
EL G-7 ha muerto! ¡Viva el G-6 más Estados Unidos! Esta es la consecuencia que puede extraerse de la tensa cumbre que los países del G-7 han celebrado cerca de Quebec y en la que el enfrentamiento entre Estados Unidos y sus socios se ha puesto de manifiesto pese a las retóricas declaraciones finales.
Antes del inicio de la reunión los negros nubarrones ya hacían presagiar la tormenta. La guerra comercial desatada por Donald Trump al imponer aranceles a las importaciones de acero y de aluminio de la Unión Europea y de Canadá no era la mejor carta de presentación para acudir a la cumbre. Los países afectados no sólo rechazan la medida –que han impugnado ante la OMC– sino que incluso han adoptado ya represalias sobre determinados productos estadounidenses. La decisión de Trump hizo saltar por los aires la agenda de la reunión y sólo sirvió para unir a Francia, Alemania, Italia, el Reino Unido, Canadá y Japón contra el aliado estadounidense. Trump ya había marcado distancias también hace unas semanas al romper el pacto nuclear con Irán y, hace unos meses, al retirarse del acuerdo de París sobre el cambio climático.
A la vista del resultado de la cumbre canadiense muchos se preguntan si tiene sentido seguir hablando del G-7 o es mejor dar la bienvenida al G-6, al menos hasta que haya un cambio de inquilino en la Casa Blanca. Incluso se han oido voces planteando la posibilidad de excluir a EE.UU. del grupo, teniendo en cuenta que los valores en que se basa el G-7 –el multilateralismo como forma de afrontar los desafíos mundiales, el respeto a las reglas internacionales comunes– son justamente lo contrario del unilateralismo y del proteccionismo que practica el presidente Trump, que no tuvo ayer reparos en abandonar la cumbre antes de su conclusión, alegando que debía preparar la cita prevista con el presidente norcoreano, Kim Jong Un, el próximo martes en Singapur. Antes de partir, el presidente, en un tono algo más conciliador, insistió en que se han acabado los días en que otros países se aprovechaban comercialmente de EE.UU., amenazó con dejar de comerciar con los estados que mantengan aranceles a las exportaciones estadounidenses y propuso al G-7 una zona de libre cambio.
Las discrepancias no impidieron que en última instancia se pudiera consensuar un comunicado final conjunto con una fórmula de compromiso sobre el comercio que aboga por la modernización de la OMC, pero al que Estados Unidos no se ha adherido en temas como el cambio climático. Es la misma fórmula que se usó el pasado año en la cumbre de Taormina.
La geopolítica mundial vuelve a quedar vapuleada por las políticas de Trump, aunque esta vez el resto de los países ya no han ocultado que ven más a Estados Unidos como un enemigo que como un amigo y no han vacilado en mostrar unidos su oposición al presidente estadounidense, incluida su propuesta de reintegrar a Rusia en el G-7, del que fue excluida tras su anexión de Crimea en el 2014 y que sólo recibió el respaldo del nuevo Gobierno populista italiano.
El G-7 ha hecho agua y ha dejado de hablar al mundo con una sola voz. La fractura entre Estados Unidos y las grandes potencias occidentales evidencia una de las mayores crisis de este grupo desde su creación, debido al aislacionismo de Trump. Mientras, al otro lado del Pacífico, los presidentes ruso y chino presumían de unidad frente a la división del G-7.