El trasfondo
El terrorismo fractura una sociedad y deja huellas muy difíciles de superar. Lo han vivido muchos países, también el nuestro, y ahora mismo Colombia está dando los pasos para rehacerse de sesenta años de un conflicto especialmente cruel que ha causado muchos miles de muertos.
El viernes de la pasada semana se publicó en La Contra una entrevista a la exguerrillera Paula Sáenz, Rochi, que suscitó quejas de ciudadanos colombianos que viven en España, algunos de los cuales tuvieron que salir de su país debido precisamente a las consecuencias del terrorismo. Susana Castro y Beatriz Mejías lamentaron en sendas llamadas al Defensor que se hubiera entrevistado a una persona que justificaba la violencia y relataron los sufrimientos padecidos en sus familias debido a asesinatos, secuestros y amenazas llevados a cabo por las FARC.
Manuel Pérez, barcelonés, casado con una colombiana y que vivió en aquel país durante varios años, también expuso su contrariedad por la entrevista y añadió un elemento informativamente importante. “En la entrevista se presenta a las FARC, a través de esta mujer, como una alternativa política normal, como si hubiera sido un partido prohibido durante un tiempo y ahora legalizado. Nada más lejos de la verdad. La conexión de las FARC con el tráfico de drogas, por ejemplo, es incuestionable y se podría decir directamente que es una de las mafias del narcotráfico colombiano”.
“No sólo eso –siguió explicando Manuel Pérez–, en las zonas del país que llegaron a controlar, las FARC organizaban retenes en las carreteras para secuestrar gente, a cualquiera que pasara por allí, por el que luego pedían un rescate. Lo llamaban ‘la pesca milagrosa’. Ciertamente, muchos terratenientes y ganaderos acabaron financiando a grupos paramilitares igualmente criminales que se enfrentaban a los guerrilleros, de manera que la violencia se generalizó y provocó millones de desplazados. Por eso, publicar una entrevista a una exguerrillera en la que no se aborda todo este trasfondo es muy hiriente para los que sabemos lo que ocurrió en el país”.
Víctor-M. Amela defiende la pertinencia de publicar una entrevista a una persona que estuvo totalmente involucrada en el conflicto y que ahora, a los 28 años, intenta tener otra vida. Amela argumenta que no se eludieron preguntas directamente comprometedoras: “Le pregunté si mató y ahí está su respuesta. No le pregunté si su partido es una banda criminal… y ahora se lo preguntaría, vistas las acusaciones contra las FARC que me llegan y que desconocía el día de la entrevista. Constato que existe gran controversia entre los colombianos”.
“Sí me contó Paula Sáenz –añade Amela– que se están produciendo ahora asesinatos de exguerrilleros y ella acusa en la entrevista a grupos paramilitares progubernamentales. Pese a lo cual afirma que los exguerrilleros ya no volverán a la lucha armada. Ojalá sea verdad, o la entrevista será la prueba de su mentira”.
También yo defendí ante los remitentes de las quejas la importancia de escuchar todas las voces y, por tanto, el papel que debe ejercer el periodismo publicando todas las versiones de cualquier suceso. Pero es cierto, como admite Amela, que se tenían que haber planteado en la entrevista cuestiones que muchos colombianos consideran fundamentales para hablar de lo que ocurrió. De la misma forma que sí emergió ese hecho que se está produciendo ahora mismo: los asesinatos cotidianos de quienes querrían dejar atrás una vida violenta.
Lectores que sufrieron personalmente la violencia terrorista en el conflicto de Colombia se quejan de la entrevista a una exguerrillera