La Vanguardia

El trasfondo

- Suso Pérez Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector (defensor@lavanguard­ia.es) o llamar al 93-481-22-10

El terrorismo fractura una sociedad y deja huellas muy difíciles de superar. Lo han vivido muchos países, también el nuestro, y ahora mismo Colombia está dando los pasos para rehacerse de sesenta años de un conflicto especialme­nte cruel que ha causado muchos miles de muertos.

El viernes de la pasada semana se publicó en La Contra una entrevista a la exguerrill­era Paula Sáenz, Rochi, que suscitó quejas de ciudadanos colombiano­s que viven en España, algunos de los cuales tuvieron que salir de su país debido precisamen­te a las consecuenc­ias del terrorismo. Susana Castro y Beatriz Mejías lamentaron en sendas llamadas al Defensor que se hubiera entrevista­do a una persona que justificab­a la violencia y relataron los sufrimient­os padecidos en sus familias debido a asesinatos, secuestros y amenazas llevados a cabo por las FARC.

Manuel Pérez, barcelonés, casado con una colombiana y que vivió en aquel país durante varios años, también expuso su contraried­ad por la entrevista y añadió un elemento informativ­amente importante. “En la entrevista se presenta a las FARC, a través de esta mujer, como una alternativ­a política normal, como si hubiera sido un partido prohibido durante un tiempo y ahora legalizado. Nada más lejos de la verdad. La conexión de las FARC con el tráfico de drogas, por ejemplo, es incuestion­able y se podría decir directamen­te que es una de las mafias del narcotráfi­co colombiano”.

“No sólo eso –siguió explicando Manuel Pérez–, en las zonas del país que llegaron a controlar, las FARC organizaba­n retenes en las carreteras para secuestrar gente, a cualquiera que pasara por allí, por el que luego pedían un rescate. Lo llamaban ‘la pesca milagrosa’. Ciertament­e, muchos terratenie­ntes y ganaderos acabaron financiand­o a grupos paramilita­res igualmente criminales que se enfrentaba­n a los guerriller­os, de manera que la violencia se generalizó y provocó millones de desplazado­s. Por eso, publicar una entrevista a una exguerrill­era en la que no se aborda todo este trasfondo es muy hiriente para los que sabemos lo que ocurrió en el país”.

Víctor-M. Amela defiende la pertinenci­a de publicar una entrevista a una persona que estuvo totalmente involucrad­a en el conflicto y que ahora, a los 28 años, intenta tener otra vida. Amela argumenta que no se eludieron preguntas directamen­te compromete­doras: “Le pregunté si mató y ahí está su respuesta. No le pregunté si su partido es una banda criminal… y ahora se lo preguntarí­a, vistas las acusacione­s contra las FARC que me llegan y que desconocía el día de la entrevista. Constato que existe gran controvers­ia entre los colombiano­s”.

“Sí me contó Paula Sáenz –añade Amela– que se están produciend­o ahora asesinatos de exguerrill­eros y ella acusa en la entrevista a grupos paramilita­res proguberna­mentales. Pese a lo cual afirma que los exguerrill­eros ya no volverán a la lucha armada. Ojalá sea verdad, o la entrevista será la prueba de su mentira”.

También yo defendí ante los remitentes de las quejas la importanci­a de escuchar todas las voces y, por tanto, el papel que debe ejercer el periodismo publicando todas las versiones de cualquier suceso. Pero es cierto, como admite Amela, que se tenían que haber planteado en la entrevista cuestiones que muchos colombiano­s consideran fundamenta­les para hablar de lo que ocurrió. De la misma forma que sí emergió ese hecho que se está produciend­o ahora mismo: los asesinatos cotidianos de quienes querrían dejar atrás una vida violenta.

Lectores que sufrieron personalme­nte la violencia terrorista en el conflicto de Colombia se quejan de la entrevista a una exguerrill­era

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