La Vanguardia

Diamantes a toda máquina

La obtención más barata y eficaz de la reina de las gemas en el laboratori­o trastoca a joyeros, gemólogos y tasadores

- ESTEVE GIRALT

No hay otra piedra preciosa que mueva tanto dinero, tenga unas propiedade­s similares ni provoque tanta veneración. El diamante, joya eterna, ha sido objeto del deseo por su belleza, valor y rareza. Símbolo además del compromiso incrustado en millones de sortijas. “El diamante es el rey, concentra entre el 80% y el 90% del valor de todas las gemas en joyería”, dice Egor Gavrilenko, director del Laboratori­o de Análisis y Certificac­ión de Gemas del Instituto Gemológico Español (IGE).

Como pasó antes con otras gemas como el rubí, el zafiro o la esmeralda, el ser humano se empecinó en encontrar la manera de obtener lo que se creó hace millones de años en el interior de la tierra, y descubrió hace casi setenta años cómo hacer crecer en el laboratori­o el preciado diamante, y hacerlo con idéntica composició­n química y la misma estructura cristalina. “No es una imitación, pero es obtenido en el laboratori­o, por el hombre no por la naturaleza. Tiene la mismas propiedade­s físicas y caracterís­ticas ópticas, la misma durabilida­d y belleza que el diamante natural”, añade Gavrilenko.

Durante décadas, crear un diamante ha sido muy caro y costoso, por lo que no se ha utilizado en joyería aunque sí en la industria. Ahora, gracias a los avances tecnológic­os, obtenerlo es más rápido y barato. Y lo será cada vez más. El fenómeno está sacudiendo los cimientos de la joyería, la tasación y a medio plazo incluso de la minería. Hasta el punto que el dominador mundial del diamante natural, la compañía sudafrican­a De Beers, se ha lanzado a la comerciali­zación del sintético para joyería, algo hace muy poco impensable.

Incluso lanzó una campaña a escala internacio­nal (Real is Rare), para combatir el sintético alegando la única caracterís­tica que jamás se podrá imitar en un laboratori­o, la rareza de un piedra preciosa extraída de la naturaleza. “El sintético carece de rareza porque se puede obtener en las cantidades que haga falta”, certifica Egor Gavrilenko.

Una maniobra estratégic­a, reventando precios, para proteger sobretodo el gran negocio de los diamantes naturales, ahora amenazado, diferenciá­ndolo del sintético. “Hasta ahora no se habían atrevido, pero han visto un enorme mercado. Las explotacio­nes mineras no tienen tampoco los beneficios de antes”, destaca Joaquim Maria Nogués, profesor emérito de Cristalogr­afía y Mineralogí­a de la UB.

El término sintético aún origina rechazo entre los consumidor­es por lo que los fabricante­s prefieren hablar de diamantes creados en el laboratori­o. Marketing y maquinaria sofisticad­a de última generación para reproducir de forma controlada las presiones y temperatur­as extremas (850 grados) que tuvieron lugar en las entrañas de la corteza terrestre, a 160 kilómetros de profundida­d, durante 900 millones de años ¡para obtener la venerada gema en una semana!

El diamante de laboratori­o tiene otro gran valor añadido, además obviamente de su precio. El comprador sabe con certeza que no se ha obtenido en una zona de conflicto, explotando recursos naturales y vulnerando derechos humanos. Son las denominada­s gemas de origen responsabl­e, los diamantes libres de conflicto. Una piedra preciosa sostenible, ahora asequible para la clase media, y además sin esquilmar un recurso natural escaso. Jugada, a priori, maestra.

Voces críticas alertan que la gran cantidad de energía necesaria para generar temperatur­as y presiones tan altas desmonta el argumento de la sostenibil­idad. De Beers, que “durante décadas compró los diamantes en la extinta Unión Soviética a cambio de divisas”, recuerda el profesor Nogués, ha lanzado la piedra preciosa junto a una moderna línea de joyería.

El gigante ha sorprendid­o a todos al vender un 75% más barato que sus competidor­es: la estadounid­ense Diamond Foundry y la rusa New Diamond Technology, con sus gemas sintéticas un 30 y un 40 por ciento más baratas que las naturales, dirigidas al lujo pero con argumentos como la ecología y los valores sociales. De Beers asegura que responde a una demanda real y creciente de nuevos compradore­s.

Su nueva línea incluye precisamen­te diamantes de colores, atrevidos, en toda una declaració­n de intencione­s. Se planea la construcci­ón de una planta en Oregón (EE.UU.) con capacidad para fabricar medio millón de quilates en el 2020. El valor del diamante sintético, que ahora representa solo un 2% de los diamantes en joyería pero que en una década podría alcanzar el 10%, seguirá cayendo, prevén los expertos.

El rubí, el zafiro o la esmeralda tienen sus análogos sintéticos desde hace décadas y su precio es irrisorio, pero si son naturales su valor sigue subiendo. Parece pues un mal negocio comprar ahora un solitario

La composició­n química y la estructura son idénticas, pero no la rareza de la piedra preciosa natural, única

con un diamante de un quilate por 800 dólares, una décima parte del precio del natural, que además de no ser único ni raro, será más barato en pocos años. “Seguirá cayendo su precio, no es un buen momento para invertir en diamante sintético”, apostilla Gavrilenko.

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INSTITUTO GEMOLÓGICO ESPAÑOL (IGE) Precisión Egor Gavrilenko aplica en el laboratori­o del IGE una de las técnicas para detectar diamantes sintéticos, enfriando una muestra con nitrógeno líquido

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