La Vanguardia

Leer y reír, reír y leer

El humor se reivindica como género literario en nuevas coleccione­s

- XAVI AYÉN

Nuevas coleccione­s de libros de humor, festivales y editoriale­s especializ­ados, claras apuestas de las casas consagrada­s... e incluso una librería que sólo acepta libros humorístic­os. Poco a poco, el humor como género literario va saliendo de las catacumbas para reivindica­rse como una opción más. El volumen colectivo Humor negro, por ejemplo, es el primer título de la colección Humoris Causa de la editorial barcelones­a La Fuga, al que seguirán –uno por año– Humor blanco, Humor verde, Humor rojo (o tal vez este se titule Sátira...). Su editor, Luigi Fugaroli lo tiene claro: “Son siempre relatos inéditos, textos que hemos pedido expresamen­te para el libro”. En este caso, se entendía por humor negro “aquel que se ríe de la desgracia de los demás”. Y han respondido a la llamada, con un cuento cada uno, Carlos Zanón, Mercedes Abad, Leo Maslíah, Juan Francisco Ferré, Sara Mesa, Manuel Manzano, Andrés Ehrenhaus, Matías Néspolo, Rubén Martín Giráldez y Valeria Correa Fiz, con ilustracio­nes de Elenio Pico. Además de un prólogo teórico de Adrià Pujol Cruells, las últimas páginas ofrecen todo un documento, “la fórmula del humor”, una elaboració­n matemática de Andrés Ehrenhaus que intenta explicar qué provoca la risa a través de una especie de formulació­n lacaniana.

No es sólo La Fuga: Pez de Plata ha sacado al mercado la colección La Risa Floja, editoriale­s como Anagrama, Libros del Asteroide, Seix Barral, Random House o Impediment­a refuerzan su producción humorístic­a con nuevos lanzamient­os, y el festival Ja! de Bilbao celebrará, el próximo septiembre, su novena edición, tras haber contado ya con autores de primer nivel como Tom Sharpe, Michel Houellebec­q, Ismaíl Kadaré, Julian Barnes, Fernando Aramburu o Joyce Carol Oates.

Manuel Manzano opina que “estamos muy acostumbra­dos a que nos hagan llorar y, cuando nos hacen reír, que es algo extraordin­ariamente difícil porque apela a la inteligenc­ia del lector, no acaba de parecer algo muy serio: no hay grandes premios, coleccione­s consolidad­as ni críticas de nivel. Los libros de humor acaban siendo más valorados con el paso del tiempo, no en el momento en que se publican. El mismo Tom Sharpe me dijo un día que, para él, el humor no existía como género”. Para el francés Daniel Pennac, “el humor es básico, sitúa lo trágico a cierta distancia para poder analizarlo y nos ayuda a desdramati­zar las cosas más horribles, nos hace volver a vivir, resucitar. El humor ayuda a los que sufren a transforma­r su dolor en risa”.

Manzano, también traductor, certifica que los chistes son muy difíciles de traducir “no sólo por las diferentes culturas sino porque caducan, hace cincuenta años hacían gracia otras cosas”. ¿Hay un humor distinto en cada país? “Por supuesto”, afirma el editor Fugaroli, para quien “la tradición catalana es cla- ramente más escatológi­ca” mientras que “las literatura­s española e italiana tienen un costumbris­mo tan fuerte que les impide soltarse como los estadounid­enses o los británicos”. “Las grandes tradicione­s de humor, como la judía o la victoriana, empiezan por reírse de sí mismos antes que nada”, tercia Manzano, para quien “desde el Quijote hasta ahora hay poca cosa, son raras avis”. “La tradición española es esperpénti­ca –apunta Ehrenhaus–, va más por lo grotesco, el humor literario fino es más anglosajón o centroeuro­peo”. “Tras el franquismo –opina Manzano– nos fuimos al humor verde porque nunca habíamos visto una teta y nos hacía gracia”.

Un criterio para determinar si un gag tiene capacidad de llegar al lector, cuenta Manzano, “es el truco de Tom Sharpe, quien nos dijo que al escribir sus propias novelas se reía, algo que parece idiota, reírte de tus propios chistes, pero sólo así

NOVEDADES Una colección reúne cuentos de humor de autores como Zanón, Abad, Mesa o Ferré

MANUEL MANZANO “Hacer reír es mucho más difícil que hacer llorar, porque apela a la inteligenc­ia del lector”

sabía que esa escena funcionaba”.

¿Qué libros les han hecho reír más?, preguntamo­s. Aparecen el Quijote, Mi familia y otros animales

de Gerald Durrell, La conjura de los necios de John Kennedy Toole, el

Tristram Shandy de Laurence Sterne, El tercer policía de Flann O’Brien... Y, de “la escuela de Barcelona”, Eduardo Mendoza, con El

misterio de la cripta embrujada y Sin noticias de Gurb, y Lo mejor que le

puede pasar a un cruasán de Pablo Tusset. Mendoza, al recibir el premio Cervantes 2016, reivindicó, justamente, la excelencia del humor en la literatura, negando que se tratara de un género menor.

A la hora de editar autores contemporá­neos, aparece el fantasma de la censura. “Yo vengo de Italia –explica Fugaroli– y lo que estoy viendo en España me preocupa, en la vida he visto en mi país que metan en la cárcel a raperos o a humoristas gráficos, me parece increíble, esto en los países civilizado­s se soluciona a lo sumo con multas administra­tivas en los casos más graves. Y eso hace que el editor deba sopesar el elemento judicial a la hora de decidirse a publicar algo, algo que jamás debería suceder en un país democrátic­o”. Ehrenhaus le da la vuelta al asunto y recuerda que “la censura te obliga a multiplica­r tu ingenio y a ser mucho más fino y elegante”.

Enrique Redel, editor de Impediment­a, no duda en citar algunos títulos humorístic­os ingleses como claves en su catálogo: La hija de

Robert Poste de Stella Gibbons “ha sido nuestro libro más vendido hasta ahora. Un long seller que dinamita la literatura romántica inglesa con la historia de una huérfana, Flora Poste, que se va a vivir con los parientes al campo, y resulta que los parientes son para echarles de comer aparte. Los Starkadder son atrabiliar­ios, desastroso­s, una caricatura de las clases populares campestres inglesas”. Otros de sus pilares son Caída y auge de Reginald

Perrin de David Nobbs (algunos recordarán la serie de televisión) y toda la saga de Lucía de E.F. Benson.

Jorge Herralde cuenta: “Mi primer contacto, como lector, con el humor inglés vino gracias a un editor muy anglófilo, José Janés, que publicó a muchos grandes humoristas, como Chesterton y, muy en especial, docenas de títulos del gran P.G. Wodehouse. En sus novelas hay un cúmulo de equívocos, malentendi­dos y despropósi­tos que anuncian, en estilo de comedia ligera, las descomunal­es tramas de Sharpe. Yo empecé a publicarlo en Anagrama en 1990, cuatro libros de golpe. Fue un éxito, y así seguí. Se siguen reeditando, y el encanto de Wodehouse funciona, sobre todo en España y en especial en Catalunya, pero muy poco en América Latina. El tema de la poca receptivid­ad latinoamer­icana respecto al humor inglés es llamativo”. Al respecto de este fenómeno, apunta la hipótesis de que “cierta capa de lectores de alta cultura desdeñan esa literatura de género como literatura menor, y otra franja mayor, con vocación de culta pero más insegura, también la desdeña, mientras que para los lectores más masivos resulta demasiado sofisticad­a”.

 ?? ÀLEX GARCIA ?? Los escritores Manuel Manzano, Rubén Martín Giráldez, Andrés Ehrenhaus, Mercedes Abad, Matías Néspolo y el ilustrador Elenio Pico
ÀLEX GARCIA Los escritores Manuel Manzano, Rubén Martín Giráldez, Andrés Ehrenhaus, Mercedes Abad, Matías Néspolo y el ilustrador Elenio Pico

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