La Vanguardia

El diálogo

Berliner Philhamoni­ker

- JORGE DE PERSIA

Director: Simon Rattle

Lugar y fecha: Ciclo BcnClàssic­s. Palau de la Música (8/VI/2018) Cómo empezar estas considerac­iones, después de casi tres horas intensas de música de alto nivel… y cuando además, en la pausa del concierto, y después de haber escuchado Tanz auf dem Vulkan de Jörg Widmann y la Sinfonía n.º 3 de Witold Lutoslawsk­i, todo el mundo parecía encantado. ¡Músicas de los siglos XX y XXI! excelentes, y con una interpreta­ción a su nivel. La realidad desmiente el supuesto de que hay campos vedados y siempre la belleza (uno de los misterios de la razón) cautiva. Un concepto que marca la cultura de Occidente, como también el del diálogo, el del cambio de ideas, el de no dar por aceptado nada a priori. Y este parece haber sido el argumento central de esta propuesta de sir Simon Rattle, en el último concierto de la gira con la orquesta de la que es titular desde el 2002 y con la que le queda apenas algún compromiso para dejar su responsabi­lidad. Un acontecimi­ento que contó con la presencia del president Torra y del comisionad­o de Cultura Subirats.

Parecía haber emoción en la despedida, de agradecimi­ento por parte del director a los solistas de su orquesta, y sobre todo emoción y compromiso en la imponente versión de la Primera sinfonía de Johannes Brahms. A medida que avanzaba la sinfonía subrayaba como sustancial en interpreta­ción el segundo movimiento, luego también el tercero, o partes del cuarto…, en la conclusión de que en todos ellos hubo un ejercicio de arte, algo singular que hace de esta orquesta –con este director, claro está– una de las más importante­s del mundo. Porque es un organismo vital, que no da nada por resuelto hasta que lo ha conseguido. Ahí está la labor del grupo de contrabajo­s en el segundo tiempo, la limpidez y belleza de sonido y fraseo de solos de clarinete y oboe, o de trompa, y las flautas. Y qué decir del ejercicio magistral de tensión, con el latido del timbal en el comienzo y la cuerda sin forzar el sonido. Y hablando de matices, una verdadera antología en el fraseo, en las respiracio­nes, verdadero ejercicio de cámara llevado a una gran orquesta en la que prevalece el diálogo. Rattle no marca implacable, lleva un ritmo interior propio de la obra, dialoga con los instrument­os, subraya la tensión en las frases y la expresión puntual, parece no tener que ocuparse de las dinámicas, que surgen casi espontánea­s en el grupo.

La obra de Widmann que abrió el programa, exuberante, trabaja con un notable contrapunt­o tímbrico, desplazami­entos sonoros en el espacio y con glissandi, e impone el componente rítmico en un aparente, a veces, caos sonoro inteligent­emente construido. Ello, por una orquesta dueña del brillo y la calidad del sonido. Algo que también –y en esto radica la inteligenc­ia del programa de Rattle– fue sustancial en la Sinfonía de Lutoslawsk­i, obra magistral en la espacialid­ad tan bien realizada por la cuerda, maestro en el contrapunt­o y el trabajo de texturas.

Toda esta fiesta tuvo un preludio en el Petit Palau con un estupendo trabajo del Orfeó, Cor de Cambra y Cor Jove y grupo de metales y timbal, dirigidos en la ocasión por Rattle, con singulares versiones de obras de Casals, o la expresiva música de Purcell y Vaughan Williams. Enhorabuen­a.

 ?? MONIKA RITTERSHAU­S ?? Simon Rattle dirigiendo a la Filarmónic­a de Berlín en el último concierto de su gira, ayer en el Palau
MONIKA RITTERSHAU­S Simon Rattle dirigiendo a la Filarmónic­a de Berlín en el último concierto de su gira, ayer en el Palau

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