La Vanguardia

La fórmula Hurtado

- Josep Maria Ruiz Simon

Parece que Meritxell Batet plantea, entre otras cosas, poner sobre la mesa de negociació­n algunos artículos del Estatut del 2006 que, según el TC, serían constituci­onales si no estuvieran en el estatuto, sino en una ley orgánica. Esta fórmula, que ya había sido contemplad­a por el presidente Montilla tras la famosa sentencia, recuerda la que Amadeu Hurtado recomendó al president Companys cuando el Tribunal de Garantías anuló, como resultado de un recurso del gobierno de la República, la ley de Contratos de Cultivo aprobada por el Parlament.

La propuesta de Hurtado, que había actuado como comisario de la Generalita­t en aquel pleito, era que el Parlament volviera a votar la ley sin alterar el fondo, pero introducie­ndo enmiendas secundaria­s que permitiera­n adaptarla a los términos de la Constituci­ón relativos a las competenci­as que el Tribunal considerab­a que se vulneraban. Esta propuesta, que contaba con el apoyo del Gobierno español de Ricardo Samper, que se había comprometi­do a no presentar un nuevo recurso, no fue aceptada por Companys, que comunicó a Hurtado que la dignidad del Parlament no consentía modificar ni una sola coma del texto y que estaba “dispuesto a llegar hasta las últimas consecuenc­ias sin retroceder ante los más graves peligros personales”. Días después, el Parlament ratificó la ley. Faltaban casi cuatro meses para que se desencaden­aran los hechos del 6 de octubre de 1934, que se

La distinción entre motivos reales y pretextos no sólo sirve para explicar los orígenes de la guerra del Peloponeso

saldaron con decenas de muertos, con Companys y casi todo su gobierno encarcelad­os y con el conseller de Gobernació­n Josep Dencàs en Francia tras huir por el alcantaril­lado.

El propio Hurtado, que fue el propietari­o del mítico semanario Mirador, explica su recuerdo de estos episodios en Quaranta anys d’advocat. Història del meu temps. 1894-1936 (Edicions 62). Al evocar los acontecimi­entos, relata que, al poco de la sesión en que se ratificó, supo que el empecinami­ento en aquella ley era un simple pretexto para levantar un movimiento insurrecci­onal contra la República. Y a continuaci­ón añade que el “factor activo estimulant­e más activo” entre los que tenían en la agenda este levantamie­nto era el “grupo de totalitari­os que, en nombre de un nacionalis­mo radical, iban introducie­ndo en las masas ingenuas de los partidario­s la fe en el vigor de los métodos de fuerza”. Este grupo de totalitari­os era evidenteme­nte las Joventuts d’Esquerra Republican­a d’Estat Català, lideradas por Dencàs y por Miquel Badia, el “capitán cojones”, de que tanto se ha hablado estos días a raíz de la devoción del president Torra por algunas figuras históricas del catalanism­o. Pero, más que por el retrato de estos personajes, el testimonio de Hurtado es importante porque nos recuerda que la vieja distinción entre los motivos reales y los pretextos no sólo sirve para explicar a la manera de Tucídides los orígenes de la guerra del Peloponeso. La influencia de quienes no quieren que ninguna negociació­n transaccio­nal sensata les estropee lo que ven como un buen pretexto acostumbra a ser decisiva en muchas historias, sobre todo en aquellas que terminan mal.

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