El mechón del ángel
El título de este artículo, acaso el más hermoso que se me ha ocurrido tras diecisiete años de publicar sin interrupción en este diario, por desgracia no es mío: lo tomé prestado de un soberbio libro de César Martín Núñez de reciente aparición (Ed. Andana), que recoge lo más granado de la sustanciosa literatura periodística del autor —notario de profesión, lector voraz y consumado ciclista a horas muertas—. Son un buen número de los artículos que, entre mayo del 2004 y febrero del 2017, este palentino afincado en Vilafranca publicó en el semanario El 3 de vuit. Podemos disfrutar ahora, en su lengua original, del inagotable despliegue de sutileza y gracia estilística de esas añoradas columnas. El ángel a que se refiere el título es el que se asoma a la plazuela de Santa María desde la puerta lateral de la basílica románica de la capital del Penedès, saliendo del arco de piedra cual polluelo de la cáscara. Llevo casi veinte años viviendo a un minuto del menudo asexuado, y confieso que jamás me había fijado en él. Como tampoco lo había hecho en muchos de los asuntos que Martín desmenuza en sus textos, tan bien escritos, en su castellano preciso, nada afectado; con frecuencia dotados de una saludable ironía.
Ya alguien que siente “simpatía por el individualismo” me merece un gran respeto. En una de las secciones, el autor da buena cuenta de su pasión por el ciclismo. Y lo mismo diserta sobre el ejercicio de libertad que supone aprender a montar en bici (“¡Vas solo!”, le grita el padre al hijo, cuando deja de sujetarle) que sobre la relación entre el deporte del pedal y la filosofía. Martín afirma que quiere ser, “hasta donde sea posible, un hombre libre”. Y, desde luego, no se muerde la lengua en las cuestiones de cariz más ideológico, pero tampoco en agudas observaciones sobre la vida actual: “¿Por qué la arquitectura ha avanzado tanto en el confort y ha retrocedido tanto en la belleza?”.
El autor es un hombre muy culto que, a diferencia de tantos petimetres de la cultura, no hace gala de ello. Hasta parece que mida severamente las referencias que nos da (de Platón, de las Sagradas Escrituras, de Steiner, de Machado, de Pla, de Borges, de Vinyoli, de Lampedusa…) para no parecer excesivo. Sus artículos son tan hondamente literarios como luminosamente humanos, de la mejor escuela (la de Camba, Pla, Sagarra, Gaya). Un auténtico lujo.