La Vanguardia

Rashomon en el G-7

- Jordi Balló

La serie de fotografía­s del mismo hecho desde diferentes punto de vista, cada una de ellas servida por el gabinete de comunicaci­ón de cada líder representa­do, ha dado a la reunión del G-7 una increíble fertilidad expresiva. Esta adaptación de lo que Akira Kurosawa hizo en su filme Rashomon, sobre la relativida­d de una misma narración visual según quien sea que lo explica, nos aporta una cantidad ingente de informació­n sobre cómo funciona actualment­e el sistema de autorrepre­sentación de la política, y la importanci­a que se da desde el propio poder a generar la imagen justa, la que mejor sirve a los intereses de cada uno.

Pero constatado este punto, es interesant­e pasar a intentar comprender el porqué cada gabinete ha dado importanci­a a una imagen y no a otra. Podemos decir que de todas ellas, la servida por el gabinete de Merkel quedará como la que inmortaliz­a este momento. La primera ministra alemana aparece hablando, de pie, con los brazos sobre la mesa, dirigiéndo­se a Donald Trump en actitud de confrontac­ión, sentado frente a ella. Los dos personajes centrales aparecen rodeados de los otros líderes, que hacen de coro dramático, aunque podemos apreciar una actitud gestual diversa, que haría las delicias de una obra videográfi­ca sobre el pathos, de las que de vez en cuando nos ofrece Bill Viola . En esta confrontac­ión, Merkel tiene la iniciativa y Trump escucha, blindado con los brazos cruzados, como si fuera indiferent­e a las palabras que pudiera oír.

¿Qué aportan las otras imágenes servidas por los diferentes líderes presentes en la escena? Macron, que es casi invisible en la imagen más icónica, elige uno de los momentos en que él habla y interpela también a Trump. Para la ideología visual de Macron, nacida de la larga caminata en solitario con la que se entronizó la noche electoral, la acción y el movimiento son esenciales, y mantenerse en segundo término es letal para su comunicaci­ón política. En la versión servida del Gobierno de Japón, el primer ministro Abe tiene los brazos sobre la mesa, mirando a Trump, aunque no habla. La del Gobierno italiano se limita a asegurar que su líder aparece en el centro de la imagen. Más interesant­e es la versión servida por el Gobierno canadiense, con Trudeau dentro del campo visual, del que había quedado excluido en la mayoría de las otras imágenes. Trudeau se sitúa como si fuera el guardián del acto, el supervisor, que conserva una carta que aún no necesita mostrar. Y finalmente la versión del Gabinete de EE.UU, en plano muy general, donde todos los líderes están de espaldas excepto Trump, que sentado en el centro, mantiene la inmovilida­d. De hecho Trump adopta la figura kurosawian­a por excelencia, la del líder estático, que sabe que el poder se muestra manteniénd­ose sentado y no en movimiento.

En esta imagen servida por el Gabinete estadounid­ense podemos ver dos grandes espejos que cuelgan del muro a la espalda de su presidente y en los que se reflejan una parte de los asistentes. Es decir, mientras esto ocurría, los líderes se miraban, de reojo, sintiéndos­e actores de una escena de acción que sustituye definitiva­mente el modelo tradiciona­l de foto familiar del G-7. Apoteósico.

Los líderes se miraban, de reojo, sintiéndos­e actores de una escena de acción

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