La Vanguardia

Exceso de velocidad

- Antoni López Tovar Barcelona

La Federación de Fútbol de Estados Unidos impide cabecear la pelota a los niños de 10 años o menos. Los que tienen entre 11 y 13 años sólo pueden hacerlo en los entrenamie­ntos. La medida pretende evitar contusione­s o lesiones cerebrales producidas por el impacto del balón con la testa o por el choque de cabezas entre jugadores en las disputas aéreas. Este afán protector contrasta poderosame­nte con el reglamento del Campeonato de España de Velocidad, un deporte de riesgo. En la parrilla de PreMoto3 se autoriza la participac­ión de pilotos de entre 12 y 29 años. Se trata, además, de una categoría en la que el presupuest­o suele condiciona­r el resultado, con lo que el talento y las ganas pueden reemplazar la falta de moto. Y, lógicament­e, le va a poner más corazón un niño que un veterano experiment­ado, más consciente de los riesgos y con mayor capacidad de reacción ante situacione­s de peligro. ¿Es esto una escuela de campeones y a la vez un cementerio de elefantes? Resulta mucho más razonable y pedagógica una parrilla con paridad de edades e igualdad mecánica, como en las categorías de promoción, con un sistema de ascensos en función de los resultados, que la participac­ión en categorías profesiona­les de niños amparados por equipos del Mundial que pretenden fabricar al futuro campeón. ¿En virtud de qué espíritu deportivo los progenitor­es tienen derecho a dejar a sus hijos a expensas de riesgos excesivos? Si se trata de ambición o dinero, apaga y vámonos.

Mientras en EE.UU. un chaval no puede rematar a gol con la cabeza, a su edad en España puede batirse en un circuito a más de 200 km/h. Aunque al cabo de pocos años el primero podrá ir por la calle con pistola, pero eso es otra historia.

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