La Vanguardia

Últimos días en libertad.

El exduque recibió el mandamient­o judicial en la sede de la Audiencia de Palma

- JOSÉ MARÍA BRUNET

Iñaki Urdangarin se desplazó ayer desde Ginebra a la Audiencia de Palma para recoger la notificaci­ón de su ingreso en prisión, que deberá producirse como muy tarde el próximo lunes.

Iñaki Urdangarin volvió a pisar ayer la Audiencia de Palma, esta vez para cumplir un trámite muy simple y breve, el de recibir de manos de un funcionari­o una notificaci­ón escueta, de apenas un folio. Se trata del mandamient­o de ingreso en prisión. En el documento se le informa de que tiene de plazo hasta el lunes –es decir, cinco días naturales– para hacer efectiva su entrada en la cárcel, en cumplimien­to de la sentencia en la que el Tribunal Supremo (TS) le condena como autor de seis delitos relacionad­os con la corrupción. En total, las penas impuestas al exduque por el caso Nóos suman 5 años y 10 meses de prisión.

Durante estos últimos cinco días que, si agota el plazo, pasará en libertad antes de ingresar en la cárcel, ninguna medida impide al exduque de Palma moverse sin restriccio­nes. Pero si al terminar la jornada del lunes no se ha presentado en un centro penitencia­rio, se dictará en su contra una orden de busca y captura. Es lo legalmente previsto. Su defensa no ha desvelado, de momento, a qué prisión acudirá. Es probable que opte por alguna de las de Madrid, por la facilidad del enlace aéreo con Ginebra, el lugar de su residencia familiar en los últimos cinco años.

Urdangarin llegó ayer a Palma hacia las diez de la mañana, y acudió a la sede de la Audiencia Provincial unas dos horas más tarde, tras reunirse con su abogado, Mario Pascual Vives. Le esperaban un centenar de periodista­s y un grupo de ciudadanos, apenas una veintena. Del grupo salieron gritos de “chorizo” y otros improperio­s. Bajó de un turismo con conductor y se dirigió hacia el acceso principal de la Audiencia, sin mirar siquiera hacia las cámaras y micrófonos que le requerían unas palabras desde ambos lados del pasillo vallado dispuesto por la policía. Sólo se giró un momento para comprobar que su abogado le seguía.

Lejos, muy lejos quedaba aquel día de febrero del 2012 en que sí se detuvo ante las cámaras, minutos antes de iniciar su primera comparecen­cia ante el juez instructor de la causa, José Castro, para defender su supuesta inocencia. La escena discurrió en aquel caso en la rampa que da acceso a los juzgados de Palma, la misma por la que un año después llegaría –él a pie, ella en coche– la infanta Cristina, entonces recién imputada por el magistrado.

Seis años más tarde, el pasado 11 de junio, llegaría la sentencia definitiva, firme, de la justicia penal, la que ahora va a empezar cumplirse. La infanta Cristina ya había quedado exculpada por el primer fallo, el dictado por la Audiencia de Palma, que sólo apreció en su caso una responsabi­lidad civil como partícipe a título lucrativo. Y le impuso el pago de 265.088 euros, una cantidad rebajada ahora por el Supremo en 128.138 euros, al considerar que ninguna responsabi­lidad cabe derivar hacia la infanta por los delitos fiscales de su marido. Urdangarin, en cambio, es considerad­o autor de tráfico de influencia­s, prevaricac­ión, fraude, malversaci­ón y dos delitos contra la hacienda pública, los que ahora le llevan a la cárcel.

El funcionari­o encargado de entregarle el mandamient­o de prisión tardó ayer muy poco en cumplir su cometido. Urdangarin estuvo apenas 12 minutos en la sede de la Audiencia. Luego salió con el folio doblado en la mano. Era su pasaporte hacia la cárcel. Aquella otra comparecen­cia, la primera, la del 2012, en la que hizo continuas protestas de inocencia ante el juez Castro, se prolongó dos días. El primero declaró durante nueve horas. El segundo, catorce. Salió del juzgado, de hecho, bien entrada la madrugada. Pero no le creyó Castro, no le creyó la Audiencia de Palma, y ahora tampoco le ha creído el Tribunal Supremo.

Más madrugador que Urdangarin fue ayer su exsocio, Diego Torres, quien acudió a la Audiencia a las nueve de la mañana, junto a su abogado, Manuel González Peeters. La estrategia de Torres consistió durante casi todo el proceso en defender la legalidad de los negocios que llevaba con el exduque, con el argumento de que la Casa Real todo lo conoció y todo lo bendijo. Al final, Torres ha conseguido recibir menos pena que Urdangarin. Le han impuesto un total de 5 años y 8 meses, dos meses menos que a su exsocio.

Pero el que se dio más prisa en entrar en prisión fue el expresiden­te balear Jaume Matas, quien a las 13,50 de ayer se presentaba en la cárcel de Aranjuez. Matas ha sido condenado a 3 años y 8 meses por haber facilitado a Urdangarin pingües ganancias en las islas, organizand­o eventos por los que el marido de la Infanta cobró precios exorbitado­s, mediante adjudicaci­ones y contratos que el fiscal encargado del caso, Pedro Horrach, está calificand­o

Si el condenado no se presenta en un centro penitencia­rio antes de la noche del lunes, se dictará busca y captura

El expresiden­te balear Jaume Matas acudió ayer a la cárcel de Aranjuez sin ir a Palma para ser notificado

estos días con expresione­s singularme­nte coloquiale­s. Según Horrach, lo que hizo el exduque en Baleares fue “un pelotazo de libro”. Y quien se los puso en bandeja, Matas, se ahorró ayer el trámite de volver a Palma, se dio por notificado y emprendió camino de Aranjuez, no para ver los jardines que tantas veces pintó Santiago Rusiñol, sino para colocarse entre barrotes.

Mientras, a Urdangarin le queda intentar un recurso de amparo ante el Tribunal Constituci­onal (TC). Pero esa iniciativa no paralizarí­a su ingreso en prisión. De esa nueva experienci­a ya no le libra nadie.

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BALLESTERO­S / EFE
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JAIME REINA / AFP Iñaki Urdangarin llegando ayer a la Audiencia de Palma

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