La Vanguardia

Contrastes urbanos

El creador del comisario Kostas Jaritos recorre la capital griega en metro

- Xavi Ayén Atenas

“La línea 1 del metro recorre todas las capas sociales del país”, dice Petros Márkaris, el escritor griego más vendido en el mundo, creador del comisario Kostas Jaritos, al hablar de Próxima estación, Atenas, una especie de cuaderno de viaje por su ciudad.

“La línea 1 del metro de Atenas le habría gustado a Kavafis”, dice, con sus ráfagas de voz enérgica, Petros Márkaris (Estambul, 1937), el escritor griego más vendido del mundo y padre del comisario Kostas Jaritos. “Subirse a ella es recorrer todas las capas sociales del país, desde los pobres hasta los ricos”. Ese es justamente el recorrido de su último libro, Próxima estación, Atenas (Tusquets) en el que “hago algo que nadie hace: cojo esa línea, bajándome en cada una de sus paradas, para escribir un capítulo sobre la zona”. “Kavafis solo visitó Atenas ya muy enfermo –prosigue– y apenas pudo conocerla. Pero, de haber vivido aquí, la Línea 1 le habría parecido un viaje por una Ítaca urbana”.

Márkaris ha acabado haciendo lo mismo que Jaritos, que empezó la serie de novelas –ya van diez– conduciend­o un Mirafiori por las calles de la ciudad, luego pasó a un Seat y finalmente, en las últimas, ya va en transporte público, a causa de la crisis. “Los atenienses siguen llamando a este metro el Eléctrico”, comenta el autor, que nos advierte que las denominaci­ones que usa son las tradiciona­les, que a menudo “no tienen que ver con el nombre oficial, los alcaldes cambian los nombres de las calles, pero los atenienses lo ignoran”. Así, “el Ayuntamien­to, para darse importanci­a, quiso tener una Victoria Station, como Londres, y el Gobierno, por lo mismo, quiso tener un Pentágono”. La desorienta­ción del turista puede ser grande: “La parada de metro Tavros-Eleftherio­s Venizelos se llama así por el nombre de la calle, que para todo el mundo es la avenida Zision. Si pregunta por las galerías Orfeo, le dirán que están en la calle Panepistim­íu, solo que esa calle no existe oficialmen­te ¡aunque no hay nadie que no la llame exclusivam­ente así! La lista es larga...”

Márkaris –que nos recibe en el Museo Benaki, “uno de los edificios arquitectó­nicamente más bellos de Atenas”– empieza su recorrido en El Pireo, con vestigios de sus tradiciona­les prostíbulo­s del barrio de Trumba, “donde los jóvenes de los cincuenta y sesenta se iniciaban en sus prácticas sexuales, normalment­e avalados por sus padres”, una realidad limpiada por el alcalde Aristidis Skilitsis a finales de los setenta. “Como en la ficción, reflejo la ciudad” con grandes temas apareciénd­ose a través de los detalles humanos, de los dulces de fruta confitada a los temblores sísmicos pasando por las cabinas telefónica­s o el inverosími­l número de porteros en los edificios, mezclando lo visto con lo recordado o leído.

Con el trasfondo de los cantos de las tabernas de Plaka, el barrio al pie de la Acrópolis, explica que “en los 90 triunfó la nueva gastronomí­a griega, que consiste básicament­e en la completa desaparici­ón de cualquier sabor genuinamen­te griego. En cualquier caso, la parada de Petralona es el único lugar donde aún se pueden encontrar restaurant­es tradiciona­les”.

“Lo excepciona­l es que este metro –prosigue– retrata exactament­e las diferentes capas sociales, va ascendiend­o un escalón en cada parada, empieza en los barrios obreros, llega al centro de la ciudad y su clase media para, finalmente, acabar en las zonas ricas, Marusi y Kifisiá, la última parada, el barrio de las clases más poderosas –de los antiguos

UN METRO SIMBÓLICO

“La línea 1 retrata exactament­e las capas sociales, de los barrios obreros a los más ricos”

EL NUEVO JARITOS

“Va de esa plaga de académicos que acaban de políticos, como en Podemos”

reyes a la dinastía Papandreu– lleno de coches de lujo y con las mansiones más caras de Europa, porque la crisis no les ha afectado”. A pesar de ser un superventa­s internacio­nal, él vive en Kipseli –“clase media con muchos emigrantes”– porque “las zonas burguesas tienen para mí un problema: son uniformes, desprovist­as de contrastes”.

“No puedo dejar de pensar en Manuel Vázquez Montalbán –suspira– que me explicaba cómo habían destruido los barcelones­es sus barrios obreros para hacer los Juegos Olímpicos, cargándose el alma de la ciudad. Pues bien, Atenas ha hecho lo mismo, pero ni siquiera se

esperó a los Juegos del 2004, ¡los destruyó mucho antes!”.

En la parada de Atikí, llama la atención sobre otra caracterís­tica: las viviendas que hay en las terrazas, “que, vistas desde abajo, parecen jardines colgantes, llenos de plantas. Están construida­s con materiales baratos encima de edificios pensados inicialmen­te para menos pisos, eran el símbolo de ostentació­n de los años 50, todos querían vivir en un ático”. Nuevas leyes permitiero­n las permutas, cambiar terrenos por pisos, lo que fomentó una burbuja de la construcci­ón.

La crisis se aparece, por ejemplo, en escenas con jóvenes vagando por las calles o las cafeterías, gastando los pocos euros que les dan sus padres para que estén entretenid­os, o en refugiados con sacos de dormir... “Hay mucha gente joven, más que en otras ciudades, pero muy inactivos a causa del paro, los ves matando el tiempo como si fueran jubilados”. ¿Es optimista? “El gobierno promete, o sea, miente... la realidad es que necesitare­mos muchísimo tiempo para volver a la normalidad. Un optimista es alguien a quien le falta informació­n”. No culpa a la Unión Europea porque “nadie te obliga a meterte en un laberinto; una vez estás dentro... ya estás”.

Márkaris trabaja cada día, de lunes a domingo, por la mañana y por la tarde. Escribe otra novela de Jaritos, la decimosegu­nda. La decimoprim­era llegará a España el año que viene “y está centrada en la universida­d, en esos académicos y profesores que acaban siendo políticos,una plaga, un enorme problema, fíjense lo que les pasa ahora con Podemos. Gente que vive de dar clases y conferenci­as, se significan políticame­nte y llegan a ministros. ¡Un desastre, la política no tiene nada que ver con las clases!”.

Mientras el atardecer ilumina las calles –“esta es la mejor hora para recorrerla­s”–, Márkaris recita a Kavafis señalando las paradas de metro: “Pide que el camino sea largo”.

Para los lectores, el tren de Márkaris siempre pasa dos veces.

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JAVIER DE PASAMONTE Márkaris, en el Museo Benaki, en su encuentro con este diario
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IGNACIO OROVIO Turismo. Los visitantes observan, al fondo, la Acrópolis, máximo punto de atracción de Atenas

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