Arabia lanza su mayor ofensiva en Yemen para estrangular a los hutíes
Bombardeo del puerto de Al Hudaydah junto a Emiratos y milicianos salafistas
La ciudad de Al Hudaydah, en la costa yemení del mar Rojo, está siendo atacada desde ayer por tierra, mar y aire, en nombre del Gobierno en el exilio. La ofensiva, a cargo de la descollante marina y aviación de Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU), pretende privar a los rebeldes hutíes de su principal puerto de abastecimiento. Pero las agencias humanitarias advierten de que el sufrimiento recaerá en el 70% de los yemeníes que viven bajo este autodenominado “ejecutivo de salvación nacional”, exhaustos tras tres años de guerra.
Anteanoche expiró el ultimátum de tres días emitido desde los Emiratos –donde ayer se encontraba el presidente reconocido internacionalmente, Mansur al Hadi. Los hutíes, que controlan también la capital, Saná, han hecho caso omiso y las organizaciones humanitarias –que mayoritariamente han evacuado a su personal– temen un asedio feroz. Las salvas de artillería alcanzan ya al aeropuerto, mientras que un cooperante rezagado informaba de una treintena de bombardeos aéreos sobre la ciudad en apenas media hora.
La ofensiva sobre Al Hudaydah –400.000 habitantes– es la más ambiciosa de la coalición árabe desde la toma de Adén, a mediados de 2015. Diez mil muertos más tarde, a pesar del ingente desembolso de Arabia Saudí, de la sombra de la hambruna y de una epidemia de cólera, los hutíes parecen lejos de la derrota.
Aun así, los padrinos de Mansur al Hadi predican que la caída de Al Hudaydah “cortará la mano de los iraníes” y obligará a los hutíes “a sentarse a la mesa”. Los hutíes –llamados así por el apellido de su difunto comandante– pertenecen mayoritariamente a la secta chií de los zaidíes. lo que los acerca a Irán. En cualquier caso, el intervencionismo de Riad va de chapuza en chapuza, ya sea en Qatar, Líbano o, sangrientamente, en Siria y Yemen. En este último caso, con la firma del príncipe Bin Salman.
Al Hadi, un sureño, pasa casi todo el tiempo en Arabia Saudí, así como sus ministros, que deben pedir permiso a EAU cada vez que aterrizan en Adén, la gran ciudad portuaria del sur y excolonia británica. Entre la po- blación, las verdaderas intenciones de Abu Dabi y Riad –así como de aquellos que los arman– despiertan recelos. Los emiratíes, por ejemplo, estarían dando alas a los partidarios de que el antiguo Yemen del Sur reniegue de la reunificación con el Norte.
La aprensión de los yemeníes se disparó hace un mes, cuando los movimientos de tropas de los emiratíes en la estratégica isla de Socotra –a más de 500 kilómetros del frente– tomaba ya visos de invasión. Algo que fue corregido en falso, no con tropas yemeníes, sino saudíes.
En caso de que la bombardeada unidad de Yemen saltara en pedazos, Arabia Saudí podría soñar con dotarse de una salida directa del reino –y su petróleo– al Mar Arábigo. La presencia tolerada de Al Qaeda en el este del Yemen –nunca lejos de los yacimientos petrolíferos– posibilita los mayores delirios cartográficos.
Cabe decir que la infantería coaligada contra los hutíes la forman, además de lo que queda del ejército de Yemen, sudaneses y milicianos salafistas alistados por saudíes y emiratíes. En contra de lo que es habitual, Riad ha llegado a cortejar hasta a la rama yemení de los Hermanos Musulmanes, Al Islah, como mal menor frente a los rebeldes chiíes. Al Islah, sin embargo, se mueve entre la hostilidad a los hutíes y el rechazo a
Varias oenegés piden la suspensión de la conferencia de París sobre Yemen patrocinada por Riad
una coalición que considera supeditada a los intereses occidentales.
Los hutíes han conseguido alcanzar con sus proyectiles hasta el aeropuerto de Riad. Por ello el régimen saudí aplicó hasta noviembre un terrible bloqueo naval de Al Hudaydah, a fin de evitar el contrabando de “misiles iraníes”. Desde entonces, inspectores de la ONU peinan los cargamentos de ayuda. Pero Riad, claramente, no se da por satisfecha.
Su apuesta por la vía armada contra Al Hudaydah ha llevado a catorce oenegés a pedir que se suspenda la conferencia prevista en París sobre Yemen copatrocinada por Riad. La última gota, después de que esta misma semana, Médicos sin Fronteras denunciara la destrucción por la aviación saudí de uno de sus hospitales contra el cólera.