La Vanguardia

El alcalde que no teme al odio

El alcalde musulmán de Rotterdam permite a los islamófobo­s asar un cerdo ante la mezquita

- GEMMA SAURA

Los islamófobo­s de la rama holandesa de Pegida querían celebrar el mes sagrado del Ramadán: asando un cerdo delante de una mezquita. Lo intentaron en Utrecht, La Haya, Gouda o Arnhem pero en todas les dijeron que no. Lo que segurament­e no esperaban es que la única ciudad que no les iba a cerrar las puertas fuera Rotterdam, con un alcalde llamado Ahmed Aboutaleb, nacido en Marruecos hijo de un imán y devoto musulmán que reza cinco veces al día y observa el ayuno.

Para sorpresa de algunos e indignació­n de otros, Aboutaleb autorizó el acto de Pegida (Patriotas Europeos contra la Islamizaci­ón de Occidente), argumentan­do que la libertad de expresión pasa por delante de cualquier otra considerac­ión. En los Países Bajos, un alcalde puede prohibir una manifestac­ión por motivos sanitarios, de seguridad viaria o orden público. Hubiera sido fácil blandir una de esas razones para, al menos, obligar a los ultras a llevar su barbacoa lejos de la mezquita, como hicieron el resto de ayuntamien­tos. En Utrecht, el juez dio la razón al alcalde cuando Pegida se quejó.

Pero Aboutaleb no es de esconderse tras argucias legales. “El alcalde sabe que habrá gente a la que la barbacoa le parezca una provocació­n, un acto irritante o inapropiad­o. Pero no son criterios sobre los cuales podamos prohibir manifestac­iones. Quiere que todo el mundo pueda expresar su opinión, no importa cuán ofensiva resulte para otros –dijo su portavoz–. Manifestar­se en los Países Bajos es un derecho fundamenta­l que debe ser facilitado al máximo”.

Ha sido aplaudido por valiente y criticado por cobarde. Los ataques más duros han llegado de Turquía. “El señor Aboutaleb, de familia musulmana, dice que organizar una manifestac­ión es un derecho. ¿Desde cuándo? Toda falta de respeto a mezquitas, iglesias y sinagogas es un crimen de odio”, se despachó en Twitter el ministro de Asuntos Europeos, Ömer Çelik. Turquía le tiene ganas al alcalde desde que en el 2017 se enfrentó a su Gobierno por pretender que un ministro turco hiciera campaña por Erdogan en Rotterdam. Ankara le acusó incluso de pertenecer a la secta Gülen.

También en la comunidad musulmana de Holanda le acusan de dejarlos indefensos ante los ultras. “Muchos le reprochan que no da la cara por los suyos”, señala Maurits Berger, arabista de la Universida­d de Leiden. Aboutaleb, que al ser designado en el 2008 fue el primer alcalde de origen marroquí del país, es implacable con el extremismo y ha pronunciad­o frases con una contundenc­ia más propia de la derecha que de su partido socialdemó­crata. Tras el atentado a Charlie Hebdo, invitó a los que no están cómodos con las libertades europeas a “hacer las maletas y largarse”. También aboga por impedir el regreso de los yihadistas.

“Él siempre presume de que nadie de su ciudad se ha unido al Estado Islámico”, dice Berger, que le conoce personalme­nte y está convencido de que aborrece las intencione­s de Pegida pero se ha impuesto su condición de alcalde de una ciudad como Rotterdam, con 174 nacionalid­ades y un 15% de musulmanes. “La fuerza más votada es un partido antiislámi­co, con el que debe trabajar a diario –señala Berger–. Además, Aboutaleb es muy consciente de qué tipo de ciudad es la suya y está orgulloso. Su mensaje ha sido: Quizá otras ciudades no puedan manejar a Pegida, pero nosotros sí”.

Los hechos parecen haberle dado la razón. Los xenófobos habían convocado su barbacoa porcina el pasado jueves pero la cancelaron en el último momento, al verse superados por los contramani­festantes –algunos gritaban contra el alcalde– que rodearon con flores la mezquita. “Hemos demostrado que la libertad de expresión corre peligro en Holanda por culpa de estos jóvenes de origen inmigrante”, dijo el portavoz de Pegida, Edwin Wagensveld, que acusó a la policía y al alcalde de no haber garantizad­o su seguridad. No renuncian a la barbacoa y volverán a pedir permiso.

Aboutaleb tampoco se interpondr­á. En un encuentro con musulmanes el domingo, les dijo que considerab­a una “lástima” que Pegida no hubiese podido manifestar­se. “Es importante que puedan expresar su mensaje, aunque sea tóxico. Que no hayan podido hacerlo es más una señal de intoleranc­ia que de victoria”.

A diferencia de otras ciudades, Aboutaleb no prohibió el acto de Pegida en nombre de la libre expresión

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Un grupo de fieles de la mezquita Laleli de Rotterdam aguarda la llegada de los islamófobo­s de
Pegida el pasado jueves
PIERRE CROM / GETTY Esperando a Pegida Un grupo de fieles de la mezquita Laleli de Rotterdam aguarda la llegada de los islamófobo­s de Pegida el pasado jueves
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