El Mundial del Balón de Oro
Europa ha ganado cuatro de los últimos cinco Mundiales. En 1998 venció Francia; en el 2002, Brasil, y los tres últimos fueron para Italia, España y Alemania. Esta Copa del mundo también será la lucha de Messi y Neymar para tumbar al gigante europeo. Los dos juegan en Europa. Los grandes cracks lo hacen en el continente. Argentina y Brasil son las selecciones más europeas de su historia. Los brasileños del jogo bonito abandonaron los adornos en el Mundial de Estados Unidos en 1994 para imponerse con un fútbol poco canarinho. Desde el Mundial de España en 1982 no levantaban cabeza. Allí cayeron con Zico y Sócrates, pero sin portero ni delantero centro. La samba fue devastada por
O sole mio, cantada por Paolo Rossi, e Italia volvió a triunfar en 1990 con un Maradona rabioso y perseguido.
No hay una nueva tendencia futbolística para imponerse en este Mundial. Pelé y Brasil, con Garrincha, contagiaron el toque, la magia, el regate y la samba hasta la década de los setenta. La Holanda de la naranja mecánica estableció el fútbol total como nuevo paradigma, pero fue frenada por el rodillo alemán de Beckenbauer y Müller. Francia en 1998 no impuso un estilo futbolístico, pero sí una selección multicultural con Zidane al frente, y el último grito lo implantó España con nueve jugadores del Barça que lograron trasplantar el estilo del tiqui y taca y alzarse con la Copa en África. Alemania, en el último Mundial de Brasil con Löw al frente, hizo un mix del toque de España y el músculo alemán y logró un título que hoy está muy abierto en Rusia.
Todas las selecciones han aprendido a tocar y presionar. Ha subido el nivel de intensidad. El objetivo es perder pocas pelotas y buscar, desesperadamente, el robo al contrario como principales armas. Ya no existe la pugna entre el control y el contragolpe, entre el preciosismo o el catenaccio, entre la técnica y el músculo. Hoy todo se ha mezclado, y las fuertes tendencias acaban diluidas. España toca, pero presiona fuerte y sale rápido. Alemania, más de lo mismo. Argentina cabalga a lomos de Messi, y Brasil, de Neymar. Francia se apoya en Pogba y en Griezmann, con Mbappé y Dembélé de imberbes ilustrados.
En general se mantiene la lucha entre Europa y América porque África, que colocó candidatura en los ochenta e inicios de los noventa, no ha sido capaz de evolucionar como los analistas más entusiastas definían. El fútbol sigue estando en el equilibrio, aunque lo que más guste sea la desmesura de Messi, Neymar o Cristiano. Al final, los tres finalistas del Balón de Oro querrán ser protagonistas del que para algunos puede ser su último Mundial. Van creciendo futbolistas a su alrededor, pero ninguno ha supuesto aún una candidatura para alejarlos del podio. Puede que Rusia sea el mejor escaparate para que salgan nuevos nombres, pero es improbable que ese trío sea relevado de un plumazo, aunque España desearía que fuera Iniesta quien reinara.