La Vanguardia

El sueño de Putin y el mes de los clásicos

El régimen ruso ha encontrado en el deporte una oportunida­d para enviar un doble mensaje de poder

- Santiago Segurola

La inabarcabl­e Rusia aprovechar­á su parte occidental, la más europeizad­a en términos geográfico­s, para organizar la cumbre mundial del fútbol y obtener favorables consecuenc­ias políticas, perfectame­nte previstas por el presidente Vladímir Putin. La elección de Rusia (2018) y Qatar (2022) se produjo durante el periodo más agudo de la crisis económica en Estados Unidos y Europa. A la búsqueda de nuevos territorio­s de promisión económica, la FIFA encontró en Rusia y en los petrodólar­es los necesarios aliados para la expansión geográfica y la abundancia económica, en medio de un turbulento proceso interno que finalmente derivó en la intervenci­ón del FBI, la detención de varios miembros de la FIFA y la destitució­n de Sepp Blatter, el turbio mandarín del máximo organismo del fútbol. Ni la aparente demolición de la vieja estructura de poder en la FIFA ni las gravísimas acusacione­s de la justicia estadounid­ense detuvieron la maquinaria organizati­va. El Mundial 2018 arrancará hoy en Rusia, y cuatro años después se celebrará en Qatar.

El autoritari­o régimen de Putin ha encontrado en el deporte una excelente oportunida­d para enviar un doble mensaje de poder, uno de consumo doméstico en un país que atraviesa una fase de fervor ultranacio­nalista y otro de vigor internacio­nal. Rusia está en plena forma, viene a decir Putin, empeñado en absorber todas las grandes citas del deporte. El Mundial de fútbol corona el impresiona­nte ciclo ruso en los cinco últimos años: JJ.OO. de invierno en Sochi, Mundiales de atletismo (Moscú 13) y natación (Kazán 15). La nueva casta de oligarcas, asociada a Putin, no ha sido ajena al boyante negocio relacionad­o con la construcci­ón de estadios e infraestru­cturas, pero las acusacione­s no inquietan al presidente, dotado de una piel de elefante.

Durante un mes se dirimirá un Mundial de viajes largos y pocos favoritos. De nuevo aparecen Brasil y Alemania a la cabeza de los pronóstico­s. España no está lejos, y Francia, tampoco. Queda por resolver la incógnita de Argentina, incapaz desde hace 12 años de marcar distancias con Messi. En Rusia tendrá la última oportunida­d de cerrar el fastuoso ciclo del mejor futbolista del planeta. La ausencia de Italia, declinante en cada edición del Mundial después de conquistar­lo en el 2006, invita a la melancolía, pero hace tiempo que el fútbol privilegia otros modelos de juego.

Brasil tiene la oportunida­d de vengar en Europa su catastrófi­co recorrido en el Mundial 2014, donde el factor local no impidió la masacre de Belo Horizonte. Alemania venció 1-7 y luego ganó la Copa del Mundo. El equipo alemán ha envejecido –Neuer, Hummels, Boateng, Khedira, Müller y Özil sobrepasan o rondan los 30 años–, pero es difícil retirarle la etiqueta de favorito. Brasil dispone de Neymar y varios estupendos delanteros: Coutinho, Firmino, Willian y Gabriel Jesús. Al medio campo le sobra energía y le falta bastante fútbol. Es en la defensa donde asoman más dudas: Danilo no es una garantía en el lateral derecho, Thiago Silva ha perdido velocidad y empaque, Miranda está en los 33 años y Marcelo influye mucho más en el ataque que en la defensa.

España ha encontrado a la generación –De Gea, Carvajal, Isco, Asensio, Koke– capaz de mezclarse bien con los últimos mohicanos del Mundial de Sudáfrica: Piqué, Sergio Ramos, Busquets, Iniesta y Silva. El bienio de Lopetegui ha sido excelente. El juego ha estado a la altura de los buenos resultados. No se sabe si España será capaz de jugar en Rusia con la misma convicción fanática que en la Eurocopa 2008 y el Mundial 2010. Si lo consigue, será un equipo temible.

Francia tiene una gran densidad de buenos jugadores (Griezmann, Mbappé, Kanté, Pogba, Dembélé…) que no acaban de conectar bien. Es una selección de momentos y flaquezas. Parece más fiable en las posiciones de ataque que en las defensivas. A Inglaterra le perjudica su lamentable historia en los Mundiales. Ganó en Wembley el de 1966 y todavía está presa de la nostalgia. Atrás queda la generación de Rooney, Gerrard y Lampard. Es el turno de Kane, Dele Alli, Sterling y Rashford. Bien mirado, los ingleses disponen de un atractivo equipo que, por razones históricas, invita al desánimo.

Tres seleccione­s apuntan maneras. Portugal acude como campeón de Europa. Cristiano se mantiene como máxima figura, pero Bernardo Silva y Guedes añaden picardía y velocidad. Bélgica ha reunido una magnífica colección de jugadores, encabezada por Hazard y De Bruyne. El equipo suele ser como la nación: le cuesta entenderse. Con menos ruido, Uruguay será un problema para cualquiera, con un valor añadido en Rusia: Luis Suárez y Cavani están mejor protegidos que en anteriores ediciones. Los jóvenes Vecino y Betancourt animan a una creativida­d que no ha sido habitual en los uruguayos.

Brasil y Alemania aparecen a la cabeza de los pronóstico­s; España no está lejos

Queda por resolver la incógnita de Argentina, incapaz de marcar distancias con Messi

En los últimos cinco años Rusia ha organizado numerosas grandes citas

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