Haga lo que haga, es leyenda Un milagro en un país diminuto
Hay 340.000 habitantes en Islandia. La mayoría de sus futbolistas son semiprofesionales: combinan el fútbol con otro oficio. Y el seleccionador, Heimir Hallgrimsson, es dentista.
Sin embargo, su equipo aparece como el 18.º del mundo según el ranking de selecciones. Y en la última Eurocopa se plantó en cuartos de final, ganándose el apoyo unánime de la afición internacional. ¿Por qué no?, recurramos al tópico: “en fútbol, todo es posible”.
Los expertos se niegan a hablar de milagro. Hablan de estrategia. Sitúan el punto de partida en los primeros años de este siglo. En aquellos tiempos, Reikiavik diseñaba un plan de crecimiento para el fútbol centrado en los jóvenes: un sistema de clubs muy bien organizado, un sinfín de campos de entrenamiento y un programa de contratación para los mejores entrenadores. Los mejores, y en todos los niveles: de abajo arriba y de arriba abajo.
El proyecto hizo de la isla una moderna fábrica de futbolistas. Abundan los clubs de fútbol en los alrededores de la capital. Hay 75 futbolistas islandeses repartidos en un abanico de entidades europeas.
Ahora mismo, ya hay 90 clubs oficiales en Islandia. Y 600 entrenadores con un título internacional. Todos ellos cobran por su trabajo, no importa si entrenan a críos o a adultos. Los jugadores jóvenes comparten las instalaciones, muchas de ellas bajo techo, con los futbolistas de primera línea. Aprenden de ellos. En Islandia, oscura y gélida en el invierno, se puede jugar al fútbol durante todo el año. Hallgrimsson, el seleccionador, se ofrece a hablar de estrategia con los feligreses en algún bar de la capital. Para ello, solo impone una condición: “Por favor, las grabadoras, apagadas”.
El resultado del ejercicio ha sido sensacional. Islandia fue la revelación de la última Eurocopa. Solo transigió en cuartos, ante los franceses. Y ya cuenta con jugadores de máxima entidad. Entre ellos se encuentra Gylfi Sigurdsson, un fenómeno en el Everton, donde ha sumado 18 goles en esta última temporada. A su alrededor, los islandeses bailan mientras entonan sus cánticos vikingos, los Hu, esa voz que pretenden popularizar en Rusia.