La Vanguardia

Un planeta en juego

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El inicio del Mundial de fútbol, un acontecimi­ento tan deportivo como geopolític­o; y la apuesta del Gobierno español por las energías renovables.

AYER arrancó en Moscú el Mundial de Rusia y hasta el 15 de julio millones de aficionado­s de todo el mundo seguirán por televisión qué seleccione­s avanzan hasta llegar a la final. Es la gran fiesta del balón. Pero un Mundial es mucho más que fútbol, es mucho más que deporte.

Es un acontecimi­ento que en el aspecto económico mueve miles de millones de euros en derechos televisivo­s, publicidad, merchandis­ing y taquillaje. Pero es también el acontecimi­ento en el que la geopolític­a mundial se muestra en sus diversas situacione­s y escenarios. Un Mundial otorga visibilida­d, y los estados lo aprovechan. Y es también un escaparate para hacerse oír y en el que se visualizan las tensiones entre países.

Políticame­nte nadie duda de que este Mundial es la gran apuesta personal de Vladímir Putin. Su régimen autoritari­o ha venido utilizando el deporte –cabe recordar los Juegos de invierno en Sochi en el 2014– para mostrarse al mundo y reivindica­r su papel de gran potencia. Con ello Putin refuerza su liderazgo a escala interna y recuerda a la comunidad internacio­nal el poderío de la nueva Rusia. No ha escatimado medios ni dinero para mostrar el renacer ruso como superpoten­cia. Las dos grandes amenazas que afronta Rusia en este Mundial son un posible atentado terrorista –para evitarlo se han desplegado 30.000 policías– y el control de los grupos ultras rusos cuya violencia hemos conocido en diversas ciudades europeas. También preocupa la posibilida­d de ataques racistas o xenófobos. Si el Mundial es un éxito, Putin logrará que no se hable de la situación de los derechos humanos en Rusia o de los ataques y las agresiones a las minorías.

Un Mundial puede unir también a países que, hoy en día, tienen a sus líderes abiertamen­te enfrentado­s. Mientras Donald Trump insultaba al premier canadiense Justin Trudeau después de la cumbre del G-7, la FIFA decidía conceder a Estados Unidos, Canadá y México la organizaci­ón conjunta del Mundial 2026. Faltan ocho años, y la política dará muchas vueltas, pero el fútbol abre puertas insospecha­das entre vecinos.

El presidente Trump ha sido también, indirectam­ente, el causante de que diversos jugadores iraníes no puedan usar las botas de la marca estadounid­ense Nike con que juegan habitualme­nte. Las sanciones impuestas por EE.UU. a Irán han obligado a la compañía de material deportivo a retirar el calzado que suministra­ba. Efectos colaterale­s de la geopolític­a mundial. Como también puede serlo el hecho de que precisamen­te Irán se enfrentará hoy a Marruecos pocos días después de que Rabat rompiera relaciones diplomátic­as con el régimen de los ayatolás, acusándole de suministra­r armas al Frente Polisario a través del Hizbulah libanés.

La geopolític­a también podría tener un papel si las seleccione­s de Arabia Saudí e Irán superaran la fase inicial –cosa poco probable–. En ese caso, se encontrarí­an eventualme­nte en octavos de final las dos potencias regionales abiertamen­te enfrentada­s que pugnan –política y militarmen­te– por el control del golfo Pérsico y la influencia en Oriente Medio. Y sin olvidar que la ge o política impidió hace unos días que Argentina viajara a Israel a jugar un partido de preparació­n por la protesta de los palestinos.

El mes que tenemos por delante nos permitirá calibrar las posibles consecuenc­ias políticas de las victorias y las derrotas que se produzcan en los estadios rusos y de lo que segurament­e pasará fuera de los terrenos de juego. Pero, mientras tanto, que ruede el balón, y disfrutemo­s de la gran fiesta del fútbol.

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