El Parlamento argentino cede al clamor de las mujeres por el aborto
La Cámara Baja aprueba por sólo 4 votos la ley de interrupción del embarazo
Una marea verde, joven, feminista y modernizadora arrasó ayer el Congreso argentino, donde los diputados claudicaron ante la realidad y aprobaron una ley del aborto que sigue situando a Argentina entre los países precursores de los derechos civiles en Latinoamérica. A falta de la ratificación por el Senado, el desenlace final en la cámara baja, por sólo cuatro votos de diferencia, se mantuvo en suspense hasta la mañana de ayer después de casi 23 horas de debate ininterrumpido.
Muchos legisladores reconocieron que a última hora cambiaron el sentido de su voto al ver la multitudinaria movilización en la calle, sobre todo de chicas muy jóvenes, que se mantuvo frente al Parlamento durante toda la sesión, desafiando incluso la gélida madrugada de ayer en Buenos Aires. La ley permitirá a las mujeres interrumpir voluntariamente el embarazo hasta la 14.ª semana de gestación. Hasta ahora, la legislación era muy restrictiva y sólo se permitía el aborto en casos de violación o riesgo para la vida de la madre. El debate social por el aborto se reabrió con fuerza hace algo más de tres meses cuando el presidente Mauricio Macri dio orden a su grupo parlamentario de no oponerse a la tramitación de ningún proyecto de ley que propusiera abordar el controvertido asunto. Entonces se interpretó que Macri, un liberal que siempre se manifestó contra el aborto y gobierna apoyado por la coalición centroderechista Cambiemos, pretendía levantar una cortina de humo para desviar la atención ante una situación económica compleja con recortes a la vista –luego vendría el rescate del FMI– y, de paso, ganarse una pátina progresista.
Además, en ese momento la probabilidades de que la ley se aprobara eran lejanas porque los vaticinios indicaban que una mayoría de dipu tados se oponía. Tanto Macri como los partidos opositores –izquierda y peronismo de distintas tendencias– dieron libertad de voto a sus legisladores, con lo que se abrió un debate transversal en el Congreso que rompió los esquemas de la llamada
“grieta social y política” instalada durante el kirchnerismo. Diputados supuestamente de derechas se mostraban a favor de la ley y los que teóricamente son progresistas aparecían como antiabortistas. De hecho, la expresidenta Cristina Fer- nández (2007-2015), hoy senadora, es contraria al aborto y durante su gobierno nunca permitió que se debatiera sobre la despenalización. Su hijo, Máximo Kirchner, diputado, votó a favor de la ley. Y pocas horas después, el grupo kirchnerista en el Senado anunció que votará en bloque a favor de la nueva ley.
Por otro lado, Elisa Carrió, diputada, excandidata presidencial, líder de la supuestamente centrista Coalición Cívica –uno de los tres partidos de Cambiemos– y sostén moral y anticorrupción de Macri, votó en contra. Carrió, ultracatólica, decidió no intervenir en el pleno –según explicó, para no “dividir más” al oficialismo– y se limitó a tuitear una foto orando en una capilla. Pero todo parece indicar que Carrió creía que la ley no se aprobaría a tenor de su reacción inmediatamente posterior a la votación, cuando pidió la palabra visiblemente ofuscada antes de interrumpir a gritos al portavoz del grupo gubernamental,
La ley aún debe ir al Senado, donde el grupo kirchnerista anuncia que también votará a favor
amenazando con romper la coalición: “¡Que le quede claro a todo Cambiemos: la próxima rompo!”, gritó la enfadada diputada a micrófono cerrado.
Mientras tanto, en la calle miles de muchachas que habían pasado la madrugada a seis grados de temperatura celebraban la aprobación con sus pañuelos verdes, el simbólico color de su reivindicación, en contraposición al azul celeste –como la bandera argentina– que usaban los antiabortistas en una concentración vecina separada por vallas y por la policía, pero infinitamente menos concurrida. “Miles y miles de mujeres pasaron la noche en la plaza esperando que alumbráramos esta ley”, dijo la diputada macrista Silvina Lospennato, en una emocionante intervención donde dejó claro que la ley del aborto no es otra cosa que un paso crucial en el proceso de liberación de la mujer.
En la calle estaba Lucía, estudiante de Cine de 21 años, levantando un cartel: “Este 13-J hagamos historia”.
Miles de mujeres jóvenes aguantaron toda la noche, con bajas temperaturas, a las puertas del Congreso
“La ley tiene que acabar con la desigualdad social entre una persona con recursos que aborta en un lugar seguro y otra pobre que muere desangrada en un aborto ilegal”, decía Lucía a La Vanguardia, en línea con los principales argumentos de los promotores de la reforma, Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito en Argentina. Esta organización, fundada en el 2005, que ya había presentado iniciativas legislativas similares en seis ocasiones sin que fueran admitidas a trámite, estima en medio millón la cifra anual de abortos clandestinos en el país, en miles de ellos con complicaciones médicas que acaban siendo atendidos en los hospitales, con resultados fatales en decenas de casos.