La Vanguardia

La ocupación de un viejo convento desata la tensión en Sant Genís

Los vecinos montan cacerolada­s y los okupas levantan barricadas en la antigua masía

- LUIS BENVENUTY XAVIER CERVERA (FOTOS)

La ocupación de un antiguo convento desata la tensión en el barrio de Sant Genís dels Agudells, en el distrito de Horta-Guinardó. Vecinos y okupas se acusan de continuas agresiones, constantes intimidaci­ones, violentos ataques de madrugada… Los enfrentami­entos son cada vez más agrios en estas escarpadas calles ubicadas más allá de la ronda de Dalt. “Esta gente trajo la intranquil­idad y el mal rollo al barrio –dice un joven tomándose un quinto, pasando el rato hasta que tenga lugar una nueva cacerolada de protesta–, van por ahí pegando e insultando a la gente. Y escribiero­n Konvento en la fachada con la t al revés, con el símbolo del anticristo. A mí eso me molesta, y a mucha gente del barrio también. A saber qué hicieron con las reliquias de las monjas. Y encima, hace pocos días, en las fiestas del barrio, uno de sus perros mordió a un niño pequeño y el dueño salió corriendo. Entonces dijimos basta.”.

Poco queda de la construcci­ón original de la masía de Can Safont, que data del siglo XIII. Y hacía seis años que nadie vivía en sus dependenci­as. Pero durante las últimas décadas este inmueble jugó un papel importante en la vida vecinal de este humilde rincón de la ciudad. Aquí vivieron unas misioneras que se canjearon el cariño de muchos, de familias que disfrutaro­n de excursione­s a Lourdes, de madres que acudieron a charlas sobre drogas en los años 80, de chavales que merendaron en el jardín tras su catequesis. Ahora a mucha gente le duele de verdad que las vallas del inmueble estén coronadas de alambre de espino.

Varios okupas, en la vieja capilla ahora reconverti­da en sala de fiestas con barra y lista de precios en la pared, replican que las víctimas son ellos, que fueron varios jóvenes del barrio quienes una vez quemaron de madrugada un cartel de su fachada, quienes en las últimas fiestas del barrio les arrojaron piedras desde la calle e hirieron a una persona.

“Por eso montamos barricadas con los bancos de la capilla, atrancamos ventanas y puertas y pusimos alambre de espino en la valla. Además, tenemos globos llenos de pintura preparados. Si nos atacan quedarán marcados. Aquí vivimos 10 personas desde principios de año. Nos echaban de dónde estábamos y cuando vimos esto... Hay tanto espacio en estas tres plantas que acogemos a personas con problemas, pero sólo durante un par de semanas cada uno. Ahora son 17. Al dueño del perro que mordió al niño lo echamos antes de que pasara todo aquello. Aquí se ve que vivió gente muy entregada a este lugar, muy implicada emocionalm­ente., pero no había nada de valor, sólo encontramo­s pósters de vírgenes y figuras religiosas de plástico, y las pusimos todas juntas... Aquí empezamos de buen rollo con muchos jóvenes del barrio que llevaban tiempo queriendo hacer uso de este lugar, pero luego no nos pusimos de acuerdo a la hora de repartir los espacios”.

Ahora los pasillos del viejo convento presentan un aspecto inquietant­e. El altar está presidido por un gnomo y una guitarra de juguete que flanquean una pequeña Virgen, y el Cristo descansa en el cuarto del retrete de la sacristía, junto al retrete. Uno abre los armarios y encuentra hábitos, sotanas y estolas, y si no se fija dónde pone los pies puede pisar un excremento de perro. En otra dependenci­a se encuentra un piano negro desafinado, en los dormitorio­s se acumulan colchones, montones de ropa, trastos... De todas formas los okupas se desenvuelv­en muy a gusto por el lugar. Dicen que tienen agua y que la electricid­ad ni

Muchos aseguran que los nuevos inquilinos del lugar han traído la intranquil­idad al barrio Ahora el lugar luce alambre de espino en sus vallas y barricadas en sus ventanas

siquiera necesitaro­n pincharla.

“Son unos yonquis y unos guarros que se quedaron la masía por la cara, que no hacen nada por el barrio –tercia otro joven que se encamina a la cacerolada antiokupa–. Protestare­mos hasta que se marchen. No somos fascistas. Muy cerca también están los okupas del instituto donde se grabó la serie Merlí. Pero ellos dejan a la gente jugar en las pistas, comparten el lugar, hacen talleres... A mí me dejaron colgar un saco para entrenar, pero estos otros, en cambio...”.

Los vecinos, personas de todas las edades, en minutos cerca de cien, mientrasma­chacancace­rolas

Unos y otros aseguran que son víctimas de agresiones y de intimidaci­ones El distrito se reunirá con vecinos y policía a fin de recomponer la convivenci­a

y gritan a los okupas que se marchen , explican que esa masía siempre fue parte del barrio. Varias señoras recuerdan que hace más de 50 años aquí vivieron monjas, pero se acuerdan con más claridad de las misioneras auxiliares de la iglesia que hicieron de este lugar su hogar hasta el 2012. “Eran 15 maestras, enfermeras, telegrafis­tas... vivían en comunidad y hacían obras de caridad por el barrio y Sudamérica. Las queríamos todos. Dieron clases a muchos chicos que ahora se manifiesta­n. Las últimas se marcharon porque tenían 90 años y no podían subir las escaleras”.

La anterior propietari­a dejó el inmueble a una fundación de Lleida dedicada al cuidado de ancianos a cambio de que cada año celebraran una misa en su recuerdo y atendieran a las últimas misioneras. Fuentes de esta fundación detallan que denunciaro­n la usurpación el 20 de enero, el día en que se produjo. “No sirvió para nada. Acabamos de tramitar otra denuncia con la esperanza de acelerar el proceso. Estamos muy preocupado­s. Se producen altercados, pero no sabemos qué podemos hacer”. Los vecinos añaden que durante los últimos años Can Safont estuvo deshabitad­o, pero nunca abandonado, que de tanto en tanto venía gente a mantenerlo.

Fuentes del Ayuntamien­to dicen que técnicos del distrito de HortaGuina­rdó están en contacto con vecinos y okupas, que pronto se reunirán con representa­ntes de los vecinos y de los cuerpos policiales para tomar medidas que recomponga­n la convivenci­a. Pero que este inmueble pertenece a un privado, y que la resolución de su ocupación correspond­e a la propiedad y a la autoridad judicial.

Y entretanto los okupas ponen L’Estaca y suben el volumen al máximo, y graban y fotografía­n a los vecinos, y la tensión crece. Uno de los manifestan­tes se baja los pantalones y les enseña el trasero. Otros tratan de desplegar una pancarta sobre la fachada, pero los okupas tiran de un extremo y lo impiden. Varias dotaciones de la Guardia Urbana y los Mossos d’Esquadra siguen de cerca la situación. Al cabo de media hora los vecinos se marchan, dicen que volverán mañana.

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Capilla con barra. Los ocupas hicieron de esta dependenci­a una suerte de sala de fiestas para financiar sus gastos
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XAVIER CERVERA ... y también barricadas. Las montaron descuajari­ngando los bancos de la antigua capilla.
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XAVIER CERVERA
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Protestas. Unos vecinos cuelgan una pancarta en el edificio durante una de las cacerolada­s de estos díasAlambr­e de espino... Los okupas dicen que lo pusieron para defenderse de ataques nocturnos

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