Vivir en el vértigo
Una de las mejores cosas que tiene el bilingüismo es que cualquier concepto se puede ver enriquecido por las sutilidades con las que lo define cada lengua. Según la Real Academia Española (RAE), una de las acepciones de la palabra vértigo es “apresuramiento anormal de la actividad de una persona o colectividad”. Para el Institut d’Estudis Catalans (IEC), el mismo vocablo puede ser entendido como un “azoramiento del juicio que hace que uno se mueva por impulso, sin dominio de sí mismo”. Si tomamos ambas, el vocablo se entiende mucho mejor.
En los últimos tiempos, en Catalunya, en España, hemos pasado muchos momentos de vértigo, pero las sensaciones vertiginosas nunca son constantes. Nacen en mitad de la nada, en ocasiones inesperadas, y aceleran los corazones. A veces, demasiado.
Piensen en uno de los momentos más recientes. Miércoles por la tarde. Florentino Pérez resuelve su problema de falta de entrenador y lo traspasa a la selección española a tres días del debut de España en el Mundial de Rusia. La noche de Krasnodar fue para insomnes. Pero la mañana del jueves hace saltar nuevos titulares.
El recién nombrado ministro de Cultura, Màxim Huerta, fue condenado en una sentencia por fraude a Hacienda. Los frentes periodísticos se disparan. Las conexiones van de Krasnodar a Madrid y de Madrid a Krasnodar. En las emisoras de radio se “abren micrófonos”, una expresión que sirve para decirles a los periodistas que puedan tener alguna información que, el primero que sepa algo que lo diga, que no se calle, que estamos sedientos.
A Lopetegui lo echan a media mañana y se abre la primera sensación de vacío ante el abismo. Se supone que España era una de las grandes favoritas a ganar el Mundial y, de repente, pierde a quién debía dirigirla.
La noticia no es sólo información pura. Va cargada de intenciones y esta es una cuestión controvertida. Muy polarizada según la procedencia de la carga de opinión.
Huerta, resiste. Aunque por la tarde acabará explicando que se enfrentaba a “una jauría”, porque los medios –y la oposición, que aprovecha, como es normal, el traspiés–recuerdan el carácter de ejemplaridad que Pedro Sánchez ha querido dar a su Gobierno.
Jauría. Las palabras son importantes. Para la RAE es “conjunto de quienes persiguen con saña a una persona o a un grupo”. Para el IEC, la palabra se ciñe más a la acepción del grupo de perros de caza. En cualquier caso, a Huerta se le entiende todo. No dice que dimite, pero dimite. Lo suyo no es ejemplar, pero no lo admite.
A todo esto, periodistas al teléfono pendientes de informaciones. Solución para la selección española. Fernando Hierro será el seleccionador. Una compañera cuelga su móvil, mira la tele y no entiende nada: “¿Hierro ministro de Cultura?” Vértigo puro.