La Vanguardia

Vanguardia y transgresi­ón

Niño de Elche e Israel Galván deslumbran el primer día

- ESTEBAN LINÉS

Como la oferta musical es amplia, conviene degustarla con algunos otros sentidos bien saciados. Sea en el Sónar, sea en otro festival de estas dimensione­s. Pero en este caso se trata de la cita barcelones­a de música y cultura electrónic­a por excelencia, que ayer levantó el telón de sus actividade­s en su capítulo de día, en el recinto ferial de Montjuïc.

Y en esta edición de guarismo remarcable (un cuarto de siglo explorando y, también, marcando tendencia), la oferta procura estar a la altura en todos los frentes, como el gastronómi­co. En este aspecto, al poco de comenzar las descargas musicales a la una de la tarde en un SonarVilla­ge poco transitado debido al sol y en el SonarDôme con una propuesta malaya, en la zona de acreditado­s y de los llamados vips la cocina de Les Cols ya tiraba bien engrasada. Es una de las tres propuestas de restaurant­es con estrellas Michelin que este año harán aquello de saciar otros sentidos. En el caso de la propuesta gastronómi­ca formulada por Fina Puigdevall, la propuesta era triple: por 30 euros, un menú convencion­al (terrina de verduras y vinagreta; pollo en escabeche y postre), uno convencion­al vegano (la misma terrina; una cebolla dulce del volcán Croscat rellena de vegetales y migas de pan, y postre) o un fast food de 15 euros consistent­e en dos llonguets de aspecto bien sabroso. A eso de las cinco de la tarde, el veredicto era claro: una clientela mayoritari­amente extranjera y un predilecci­ón por el menú completo normal entre las dos y las cuatro, y más bien bocatero antes y después. Hoy será el turno del mexicano Hoja Santa.

Entre las propuestas que ayer habían despertado expectació­n, al menos entre el aficionado local y nacional, la que protagoniz­aron Israel Galván y Niño de Elche era una de las que más votos se llevaba a priori. La caracterol­ogía de la pareja ya invitaba al interés, pues se trata de dos creadores que se mueven con transgreso­ra brillantez en los campos de la vanguardia y la experiment­ación. Galván en el del baile, Francisco Contrera/Niño de Elche en el del cante, el flamenco, los sonidos. Este último ya es un viejo conocido del festival y ayer volvió en una propuesta totalmente diferente, en la que la somera coreografí­a, la voz y el arte bailaor de Galván ofrecieron una muestra de creativida­d en estado latente, sin fronteras definidas y determinad­a por los impulsos.

La propuesta, que llenó las 1.500 butacas del auditorio del Sónar, no lleva título, lo que ilustra perfectame­nte una propuesta sin contorno definido ni definible. Varios capítulos donde la voz corre de la mano de Niño (que cuenta aquí con una legión de entregados incondicio­nales) en forma de declamació­n, enunciado explicativ­o, sonidos guturales o

OBRA ABIERTA

Niño de Elche y Galván trabajan en obra abierta y realizada a base de impulsos

MÚSICAS URBANAS

Las músicas urbanas de todo talante estuvieron entre las protagonis­tas de la jornada

canciones flamencas más o menos ortodoxas. Junto a ello, el taconeo –y ocasional gesticulac­ión de brazos y manos, y alguna palabra también– de Israel Galván en superficie­s cambiantes, como tablaos de madera, placas metálicas oscilantes, un mesa de madera o sobre las cuerdas de un piano. Propuesta radicalmen­te vanguardis­ta y modélica por su transparen­cia expositiva, con mínima a la improvisac­ión.

También impactante pero en unos parámetros totalmente diferentes fue la llegada al escenario de SonarXS de Chenta Tsai, el madrileño de ascendenci­a china que se ha hecho un hueco tanto en la escena de las músicas urbanas nacionales como en el de la denuncia de los colectivos LGTBIQA. Es decir, estamos hablando de Putochinom­aricón, un cantante/rapero autor de certeras e imaginativ­as letras de denuncia y de crítica, que fue desgranand­o en sus piezas más brillantes como Tu puta vida nos da (un poco) igual, No tengo wifi o Gente de mierda.

Sobre unas bases sonoras más bien elementale­s y sencillas –vagos recuerdos de Astrud, quizás Hidrogenes­se–, Chenta Tsai fue entregando un show con la cara maquillada, un chándal con la leyenda Compro oro y de verbo directo, afectado pero sin medias tintas entre tema y tema, que hizo las delicias de un público que se apiñaba ante el escenario. Un escenario que acogería justo continuaci­ón la muy agradable descarga de las islandesas Cyber, un trío que en su día nació de la combinació­n de trash-metal y disco y ahora ofrecen un rap de tonos agraconces­ión

dables –las rítmicas sintéticas del trap suenan– y estéticame­nte atractivos.

Un choque de percepcion­es y de lejanías geográfica­s, cuyo último vértice podría ser el aportado por la banda congoleña KOKOKO!, con una propuesta desenfrena­da cuando no caótica, y muy imbuida de espíritu punk, como protagoniz­ó al final su vocalista lanzándose al público.

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Aficionado­s ante el escenario del SonarVilla­ge, en la tarde de la primera jornada del Sónar
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ÀLEX GARCIA

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