Qué tiempos aquellos que no volverán
En la plaza Eivissa de Horta, justo al lado de la parada de autobuses de la empresa Casas, había una tienda de electrodomésticos. Recuerdo quedarme enganchado viendo televisiones con las mismas imágenes en un festival que, de pequeño, resultaba sorprendente. Eran los resúmenes del Mundial del 78 de Argentina. El de Kempes.
En la plaza Universitat había el Fidelcolor y muchas tardes durante el Mundial de 1990 de Italia se concentraba gente en los escaparates clavando la mirada en los partidos. Soy de la generación de la Sony Black Trinitron, que era comprada en muchas casas porque nos contaron no sé qué de un tubo que mezclaba los colores, se desplazaban hacia la pantalla y que si patatín y patatán.
Dos décadas después el centro de Barcelona, esta tarde de inicio del Mundial, está atiborrado de turistas. A las cinco me dispongo a buscar un lugar para rememorar mi juventud al lado de gente que quiera compartir el inaugural Rusia-Arabia Saudí. En el Mediamarkt de Fontanella hay una barbaridad de teles encendidas. Ni una emite el futbol. Ni una. Nada de Mundial. Voy a El Corte Inglés. En la séptima planta hay una veintena de televisiones. Todas con un mismo mensaje: “Los tecnoprecios sólo en El Corte Inglés”. Ni rastro ni de futbolistas rusos, ni de árabes. Cruzo la plaza Catalunya mientras escucho en la radio (nunca falla) que Rusia ya gana 1-0. Llego al FNAC. Teles encendidas. La mayoría emiten en una alta definición insultante el filme Thor. Una (oh cielos), fútbol. Pero no: es la final Argentina-Alemania del Mundial 2014. La zona de videojuegos está a tope de adolescentes, eso sí. Me largo y voy a la Ronda Sant Antoni. En el descanso la radio (de nuevo) cuenta que gana Rusia 2-0. Entro en Miró y, por fin, algunas teles emiten el partido. No hay nadie. Me quedo unos minutos solo. Deprimido por aquel tiempo pasado de la gente amontonada viendo futbol frente a los escaparates. Al rato se me acerca un joven: “¿Tú sales por la tele, no?” – pregunta. “De vez en cuando”. Una selfie y se larga preguntando quien juega. Inculto. Me voy y entro en el bar Poma. Hay dos teles emitiendo el futbol mientras tres ancianos leen periódicos. Me siento solo en la barra. “Un café, por favor”. Marca Rusia el tercero.