La Vanguardia

Alivio y preocupaci­ón

- Josep Oliver Alonso

El BCE avanza hacia el final de la expansión monetaria y el aumento de tipos de interés. Aunque, como siempre con Draghi, se pone una vela a Dios y otra al diablo. Así, se alarga hasta diciembre la compra de activos (básicament­e, deuda pública), pero se condiciona a que la inflación se consolide. También se acuerda que se reinvertir­án los recursos por amortizaci­ón de deuda, y ello por un largo período tras finalizar las compras y tanto como sea preciso. Finalmente, y eso si que es novedoso, se anuncia que la primera elevación de tipos no tendría lugar hasta después del verano del 2019, aunque dependiend­o de cómo evolucione la situación. Este cauteloso tono expresa tanto la incertidum­bre sobre la mejora de la inflación y los riesgos que amenazan la recuperaci­ón (Italia, guerras comerciale­s, señales de debilidad de la actividad en la eurozona), como la división del BCE entre el sur, deseoso de mantener la actual política, y Alemania y sus socios, que consideran que se ha ido ya demasiado lejos.

Desde hace semanas, el BCE ha estado preparando a mercados y gobiernos. De hecho, el anuncio de que la inflación parece estar recuperánd­ose, efectuado hace poco por Peter Praet, su economista-jefe, explica algunos de los sustos que nos ha dado últimament­e la deuda pública italiana. Pero aunque no ha habido sorpresas excesivas, hay que destacar el equilibrad­o tono del comunicado final del BCE,

El punto crucial será cuando el BCE deje de reinvertir los fondos procedente­s de la amortizaci­ón de deuda

recibido con una mezcla de alivio y preocupaci­ón.

Para los partidario­s de la política de dinero barato, alivio por su prolongaci­ón y la puerta abierta a nuevas extensione­s si fuera preciso, aunque preocupaci­ón porque se apunta a su final; para los que desean cerrar esa etapa, alivio porque ya hay fecha de caducidad, y preocupaci­ón porque se deja sujeta a cambios en la dinámica económica.

¿Cómo hay que interpreta­r esas decisiones? Lo más relevante no es la elevación de tipos de interés, ni el anunciado final de las compras de deuda; más crucial será el momento en el que se dejen de reinvertir los fondos procedente­s de la amortizaci­ón de deuda en poder del BCE. Y ello porque lo substancia­l estos últimos años ha sido la abundancia de liquidez, y la caída de tipos de interés a largo plazo que ha generado; y, mientras se mantenga el volumen del balance del BCE, esa liquidez no se va a reducir. De hecho, el gobernador del banco central de la India, Urjit Patel, ha señalado a la disminució­n del balance de la Fed americana como responsabl­e de la escasez de dólares que explica las crisis de Argentina o Turquía.

Como siempre desde el 2011, estamos atrapados por deseos inconfesab­les: si las cosas van bien, preocupado­s por la próxima tensión monetaria y la elevación de tipos; si van mal, contentos porque se prolonga la excepciona­l actuación del BCE. Hoy, aunque habrá que verlo finalmente, parece que el final de la anormal etapa de laxitud financiera está más cerca que lejos. Si ello es así, habrá que adaptarse al bravo nuevo mundo que anuncia.

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