Pues sí, hay socialismo
Pedro Sánchez, como presidente, no nos ha salido muy hablador. Desde el 2 de junio, en que accedió a la Moncloa, y estamos a día 16, sólo se le escuchó el “prometo por mi conciencia y honor”. Por no hablar, no explicó ni la caída de Huerta. Parece que sigue la norma de los jueces: que sólo hablan a través de sus autos y sentencias. Sánchez, por el momento, sólo habla a través de los nombramientos y las decisiones del Consejo de Ministros. No pasa nada: ya hablará cuando lleguen las sesiones de control o se considere preparado para hacer declaraciones. Desde la oposición se habla muy bien: basta con estar a la que salta. En el gobierno, por la boca muere el pez. Lo preocupante sería que Pedro Sánchez hubiese llegado a la presidencia sin guión.
Es posible que haya algo de eso. A los ministros, que están trabajando con pasión de novatos necesitados de hacer méritos, se les nota que carecen de una guía doctrinal y operativa. Terminada la fase de exaltación del diálogo y la bondad, no parece que Josep Borrell y Meritxell Batet tengan el mismo discurso sobre Catalunya, por citar el ejemplo más visible y quizá más inquietante. La primera impresión después del segundo Consejo y de los propósitos expresados por los ministros es que se adoptan o se anuncian medidas a impulsos de la actualidad (caso Aquarius) o simplemente para hacer la política contraria de la que hizo el PP.
Y así, si Rajoy permitió a su ministro del Interior colocar concertinas en la valla de Melilla, Grande-Marlaska se propone suprimirlas. Si en los cálculos de Rajoy no entraba la posibilidad de reunirse con Torra sin previa renuncia del presidente catalán a sus principios independentistas, Sánchez alimenta la esperanza de que una reunión tenga efectos taumatúrgicos. Y la bomba de ayer: si Rajoy quitó la asistencia sanitaria a casi un millón de extranjeros, la primera medida formal del equipo socialista ha sido volver por decreto a la asistencia sanitaria universal. En medio se cruza el realismo, y una medida tan del PP como la reforma laboral no será derogada, sino simplemente matizada. El señor Rajoy hizo una política tan economicista que dejó un terreno grande y fértil para hacer lo contrario y con ello recuperar identidad de izquierdas; identidad socialista para reconquistar electorado. Las encuestas van a sonreírle a Sánchez todavía más.
La conclusión provisional es que España vuelve a descubrir que hay socialismo. Por lo menos, que es posible algo de socialismo, cuando hace un mes las mismas encuestas lo ponían en cada edición camino del cementerio. Suena todo bastante a Zapatero en las formas y en muchas de las palabras acarameladas que se utilizan (ilusión, consenso, ganas de trabajar…), pero el socialismo ha vuelto. Ahora sólo falta discurso para que no se quede en socialdemocracia dulzona, administrativa, movida por impulsos o por pura estrategia anti-PP. Y el pequeño detalle final: que, si aumenta el gasto público como parece previsible, salgan las cuentas. ¡Ay, las cuentas! Cuando se hacen de izquierdas, se cumple la maldición de Rajoy: suelen terminar mal.