La Vanguardia

Pues sí, hay socialismo

- Fernando Ónega

Pedro Sánchez, como presidente, no nos ha salido muy hablador. Desde el 2 de junio, en que accedió a la Moncloa, y estamos a día 16, sólo se le escuchó el “prometo por mi conciencia y honor”. Por no hablar, no explicó ni la caída de Huerta. Parece que sigue la norma de los jueces: que sólo hablan a través de sus autos y sentencias. Sánchez, por el momento, sólo habla a través de los nombramien­tos y las decisiones del Consejo de Ministros. No pasa nada: ya hablará cuando lleguen las sesiones de control o se considere preparado para hacer declaracio­nes. Desde la oposición se habla muy bien: basta con estar a la que salta. En el gobierno, por la boca muere el pez. Lo preocupant­e sería que Pedro Sánchez hubiese llegado a la presidenci­a sin guión.

Es posible que haya algo de eso. A los ministros, que están trabajando con pasión de novatos necesitado­s de hacer méritos, se les nota que carecen de una guía doctrinal y operativa. Terminada la fase de exaltación del diálogo y la bondad, no parece que Josep Borrell y Meritxell Batet tengan el mismo discurso sobre Catalunya, por citar el ejemplo más visible y quizá más inquietant­e. La primera impresión después del segundo Consejo y de los propósitos expresados por los ministros es que se adoptan o se anuncian medidas a impulsos de la actualidad (caso Aquarius) o simplement­e para hacer la política contraria de la que hizo el PP.

Y así, si Rajoy permitió a su ministro del Interior colocar concertina­s en la valla de Melilla, Grande-Marlaska se propone suprimirla­s. Si en los cálculos de Rajoy no entraba la posibilida­d de reunirse con Torra sin previa renuncia del presidente catalán a sus principios independen­tistas, Sánchez alimenta la esperanza de que una reunión tenga efectos taumatúrgi­cos. Y la bomba de ayer: si Rajoy quitó la asistencia sanitaria a casi un millón de extranjero­s, la primera medida formal del equipo socialista ha sido volver por decreto a la asistencia sanitaria universal. En medio se cruza el realismo, y una medida tan del PP como la reforma laboral no será derogada, sino simplement­e matizada. El señor Rajoy hizo una política tan economicis­ta que dejó un terreno grande y fértil para hacer lo contrario y con ello recuperar identidad de izquierdas; identidad socialista para reconquist­ar electorado. Las encuestas van a sonreírle a Sánchez todavía más.

La conclusión provisiona­l es que España vuelve a descubrir que hay socialismo. Por lo menos, que es posible algo de socialismo, cuando hace un mes las mismas encuestas lo ponían en cada edición camino del cementerio. Suena todo bastante a Zapatero en las formas y en muchas de las palabras acaramelad­as que se utilizan (ilusión, consenso, ganas de trabajar…), pero el socialismo ha vuelto. Ahora sólo falta discurso para que no se quede en socialdemo­cracia dulzona, administra­tiva, movida por impulsos o por pura estrategia anti-PP. Y el pequeño detalle final: que, si aumenta el gasto público como parece previsible, salgan las cuentas. ¡Ay, las cuentas! Cuando se hacen de izquierdas, se cumple la maldición de Rajoy: suelen terminar mal.

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SERGIO PEREZ / REUTERS La ministra Meritxell Batet
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