La Vanguardia

Nuevo orden

- Sandra Barneda

Ya dijo sabiamente Maquiavelo en El Príncipe que “no hay nada más difícil de emprender, ni más dudoso de hacer triunfar, ni más peligroso de administra­r que la elaboració­n de un nuevo orden”. Ese nuevo orden,

capitanead­o por el presidente Pedro Sánchez, llegó como un tsunami con la intención de arrasar con lo establecid­o y, de seguido, soplaron aires de esperanza que muchos, en la izquierda y en la derecha, miraron con recelo. La caída de Màxim Huerta para algunos ha sido un traspié y para otros una nueva oportunida­d de lanzar cuchillos afilados contra el periodista y escritor o contra el Ejecutivo socialista.

La cara más oscura del cuarto poder y la política se han dado la mano para afilar sus colmillos sobre el exministro de Cultura y hacer más leña del árbol caído. Su nombramien­to no sólo causó sorpresa y mucho ruido en redes, sino que dio para corrillos de la misma izquierda y la cultura, que hacían mueca llena de esnobismo a un ministro salido de la televisión menos cultureta.

Nadie salió a la crítica, todo quedó en esa intimidad de pasillos, llamadas, watsaps, pues en la esfera pública quedaban las felicitaci­ones. Siete días más tarde, la realidad salió a flote. El que ha sido el ministro más breve de la historia de la democracia estaba solo y recibiendo zarpazos. Pero su dimisión, inducida o voluntaria, poco más de diez horas después de que se dieran a conocer las dos sentencias del Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM), en mayo del 2017, donde le imponían una sanción por defraudar 218.322 euros a Hacienda en los ejercicios fiscales de los años 2006, 2007 y 2008, sigue marcando ese nuevo orden.

Fue error de Màxim no prever que el escáner propio de quien decide entrar en política detectaría sus problemas pasados con el fisco. Error de cálculo de Sánchez también, pero la reacción ha sido ejemplar y coherente con el nuevo rumbo. Màxim ha cumplido con la carta que le entregó su presidente en el nombramien­to del Ejecutivo. No sólo él, sino todos los miembros del Gobierno se comprometi­eron a ser “consciente­s, en todo momento, del compromiso que adquirimos con la ciudadanía”. Decía la carta de Pedro Sánchez: “Respondamo­s a la ejemplarid­ad que cabe esperar de este nuevo Gobierno”. La dimisión ha sido un paso al frente, un demostrar que se han terminado las calladas por respuesta, los encierros inexplicab­les en tormentas, las ruedas de prensa por plasma y sin derecho a preguntas.

Este Gobierno ha sabido resolver una crisis ofreciendo transparen­cia, dando explicacio­nes y marcando el paso hacia ese nuevo orden. Todo lo demás es ruido, ese del que hablaba Màxim en su comentado discurso de dimisión; un ruido que, como piedras, se ha convertido en un arma más de la política para tapar lo urgente de lo importante. Lo urgente es volver a recuperar la confianza de la ciudadanía, dispuesta a creer pero no a cualquier precio. Ha llegado un nuevo ministro, vuelven las aguas revueltas a su cauce. El daño ha sido menor para el recién estrenado Ejecutivo… Para Màxim, el precio, junto al desprecio gratuito de algun@s, alto. El juego de la política actúa como una voraz triturador­a, sin compasión, sin crédito. Hay demasiado en juego, muchos lobos al acecho y pocas oportunida­des para nuevo orden.

Nuevo ministro, vuelven las aguas revueltas a su cauce; el daño ha sido menor para el recién estrenado Ejecutivo

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