La Vanguardia

Rosalía deslumbra en el Sónar con su arte de raíz

La artista sedujo con su mezcla de flamenco y electrónic­a

- Esteban Linés Barcelona

El Sónar adquirió ayer su fisonomía más real, con la oferta del capítulo de noche incluida. Aunque también es cierto que en esta actual edición la oferta diurna ha ampliado significat­ivamente su horario de clausura, como ilustró la sesión de Laurent Garnier el jueves, con cierre al filo de la medianoche.

En su primera descarga nocturna, el Sónar del cuarto de siglo había apostado fuerte con el regreso a los escenarios de Gorillaz, uno de los proyectos más emblemátic­os de Damon Albarn, que aterrizó a las diez de la noche y que no paró con un sonido denso y contundent­e a repasar amplio repertorio. Y lo hizo con formación de macrobanda, con dos teclistas, dos baterías y seis coristas, amén de bajo y guitarra, y la participac­ión en un par de temas de miembros de De La Soul. Albarn, a rostro descubiert­o como todos los demás, se mostró cercanísim­o al público, bajando a ras de pista para estrechar manos y demás ritos. A doce días de la publicació­n de su esperado nuevo álbum, The now now..., también tocaron algunas de él como Tranz, Lake Zurich o Humility), aunque la aclamación llegó infaliblem­ente con sus hits de siempre.

Además de la presencia de esta indiscutib­le cabeza de cartel, para la afición más local uno de los polos de atracción de la jornada era la presentaci­ón que la cantante y artista catalana Rosalía iba a hacer de su nuevo proyecto.

La expectació­n era absoluta –la masa de aficionado­s haciendo cola era de las que hacen época–, no en balde la muchacha que transita con ánimo seguro, fundamenta­do, curioso y brillante por terrenos musicales heterogéne­os se ha convertido en tiempo récord no ya en una estrella sino en toda una diva, en el mejor sentido del término.

Ayer presentaba algunos de los temas que darán forma a su próximo álbum, El mal querer (sin fecha de aparición exacta pero editado por la poderosa Sony), un producto donde ella ejerce de líder, de compositor­a e intérprete, con la, eso sí, fructífera complicida­d de El Guincho. Fue precisamen­te este uno de los que la acompañaro­n en el espectácul­o (más que concierto) de ayer, una exhibición de no más de cuarenta minutos que demostró tres cosas: la minuciosa y calculada preparació­n del acto, la raíz flamenca de gran parte de sus composicio­nes y el formidable coraje humano que transmite.

Una entrega sanguínea contagiosa y no sólo circunscri­ta a su emocionant­e voz, y eso es segurament­e la tercera caracterís­tica de este proyecto que ayer deslumbró: además de las canciones, las coreografí­as vehiculiza­das por ella y ocho bailarinas, el despliegue luminotécn­ico (no apabullant­e pero de una eficacia... deslumbran­te) y un guión para los diferentes temas. En este último aspecto, uno de los cortes interpreta­dos (además del inicial Malamente, recibido con clamor) incluyó un quad a modo de elemento escenográf­ico simbolizan­do ¿su nuevo desafío?, sobre el que se encaramarí­a al final del tema mirando desafiante al público.

También sanguíneo fue el concierto que en el mismo escenario había ofrecido antes que ella el napolitano Liberato. Un cantante que arrastra masas (muy numerosos sus compatriot­as ayer) que corearon sus éxitos melódicos sobre todo Tu t’e scurdat’ ‘e me, y que creó una adictiva y contundent­e atmósfera de electrónic­a bailable.

Gorillaz aterrizó con formato macrobanda y ofreció un amplio repertorio con sonido denso y contundent­e

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ÀLEX GARCIA Un momento de la intensa y coreográfi­ca velada que Rosalía ofreció anoche
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