Rosalía deslumbra en el Sónar con su arte de raíz
La artista sedujo con su mezcla de flamenco y electrónica
El Sónar adquirió ayer su fisonomía más real, con la oferta del capítulo de noche incluida. Aunque también es cierto que en esta actual edición la oferta diurna ha ampliado significativamente su horario de clausura, como ilustró la sesión de Laurent Garnier el jueves, con cierre al filo de la medianoche.
En su primera descarga nocturna, el Sónar del cuarto de siglo había apostado fuerte con el regreso a los escenarios de Gorillaz, uno de los proyectos más emblemáticos de Damon Albarn, que aterrizó a las diez de la noche y que no paró con un sonido denso y contundente a repasar amplio repertorio. Y lo hizo con formación de macrobanda, con dos teclistas, dos baterías y seis coristas, amén de bajo y guitarra, y la participación en un par de temas de miembros de De La Soul. Albarn, a rostro descubierto como todos los demás, se mostró cercanísimo al público, bajando a ras de pista para estrechar manos y demás ritos. A doce días de la publicación de su esperado nuevo álbum, The now now..., también tocaron algunas de él como Tranz, Lake Zurich o Humility), aunque la aclamación llegó infaliblemente con sus hits de siempre.
Además de la presencia de esta indiscutible cabeza de cartel, para la afición más local uno de los polos de atracción de la jornada era la presentación que la cantante y artista catalana Rosalía iba a hacer de su nuevo proyecto.
La expectación era absoluta –la masa de aficionados haciendo cola era de las que hacen época–, no en balde la muchacha que transita con ánimo seguro, fundamentado, curioso y brillante por terrenos musicales heterogéneos se ha convertido en tiempo récord no ya en una estrella sino en toda una diva, en el mejor sentido del término.
Ayer presentaba algunos de los temas que darán forma a su próximo álbum, El mal querer (sin fecha de aparición exacta pero editado por la poderosa Sony), un producto donde ella ejerce de líder, de compositora e intérprete, con la, eso sí, fructífera complicidad de El Guincho. Fue precisamente este uno de los que la acompañaron en el espectáculo (más que concierto) de ayer, una exhibición de no más de cuarenta minutos que demostró tres cosas: la minuciosa y calculada preparación del acto, la raíz flamenca de gran parte de sus composiciones y el formidable coraje humano que transmite.
Una entrega sanguínea contagiosa y no sólo circunscrita a su emocionante voz, y eso es seguramente la tercera característica de este proyecto que ayer deslumbró: además de las canciones, las coreografías vehiculizadas por ella y ocho bailarinas, el despliegue luminotécnico (no apabullante pero de una eficacia... deslumbrante) y un guión para los diferentes temas. En este último aspecto, uno de los cortes interpretados (además del inicial Malamente, recibido con clamor) incluyó un quad a modo de elemento escenográfico simbolizando ¿su nuevo desafío?, sobre el que se encaramaría al final del tema mirando desafiante al público.
También sanguíneo fue el concierto que en el mismo escenario había ofrecido antes que ella el napolitano Liberato. Un cantante que arrastra masas (muy numerosos sus compatriotas ayer) que corearon sus éxitos melódicos sobre todo Tu t’e scurdat’ ‘e me, y que creó una adictiva y contundente atmósfera de electrónica bailable.
Gorillaz aterrizó con formato macrobanda y ofreció un amplio repertorio con sonido denso y contundente