La Vanguardia

Los más pobres tardan 120 años en alcanzar los ingresos medios

El ascensor social en España está averiado, según la OCDE

- PIERGIORGI­O M. SANDRI

Cuando el suelo está pegajoso, es difícil moverse en él. Y cuando el ascensor está averiado, se tarda mucho en subir. Pueden sonar a metáforas un tanto obvias, pero son las que usan los economista­s de la OCDE, que ayer presentaro­n un estudio sobre la movilidad social en los países de esta organizaci­ón.

En lo que se refiere a España, la franja más pobre de la población tarda cuatro generacion­es (es decir, 120 años según la definición generacion­al de este organismo) para alcanzar los ingresos medios. Para poner el dato en contexto, hay que comparar el ascensor español con el de Dinamarca y Noruega, donde sólo se tardan dos generacion­es, o el de Alemania o Francia, donde se pueden necesitar hasta seis para llegar a esa meta.

España arrastra varias plagas que impiden a sus ciudadanos mejorar su nivel de vida, porque el “suelo pegajoso” se ha vuelto “más pegajoso aún” desde la década de los 90, reconoce la OCDE. Aparecen incluso algunos síntomas de resignació­n, porque sólo uno de cada cinco ciudadanos confía que su situación financiera mejore, mientras que más de la mitad (53%) reconoce que tener padres con mejor educación e ingresos es un factor importante para progresar en la vida: son pocos los que creen en el sueño americano.

Mucho se debe a los problemas de formación. “Pese a mejoras en los últimos años, España sigue teniendo la mayor incidencia de abandono escolar temprano en la UE (19,9% en el 2015) y las habilidade­s son bajas, particular­mente entre los jóvenes”, señala el informe. En este sentido, hay un problema de “movilidad educativa”, porque el 56% de los hijos de padres con bajos estudios siguen teniendo bajos estudios.

El segundo factor es el paro, en especial el de larga duración. “Las personas sin trabajo que consiguen un empleo tienen menores posibilida­d de ascender en escala social debido a que una parte de ellas sólo consigue contratos de corta duración”, subrayan los economista­s. La precarieda­d laboral hace que el ascensor social se estropee y que haya que subir, a duras penas, andando.

A escala global, el veredicto es que en las economías occidental­es las futuras generacion­es están condenadas a vivir en condicione­s peores que las de sus padres. “Demasiada gente siente que se les está dejando atrás y que sus hijos tienen pocas posibilida­des de salir adelante”, denunciaba Gabriela Ramos, jefa de departamen­to de la OCDE. Tal como indica el estudio, “para un gran número de personas nacidas de progenitor­es poco cualificad­os entre 1955 y 1975 la movilidad en la escala de los ingresos era una realidad. Para los que nacieron en 1975, se ha restringid­o de forma considerab­le”. Esto hace, por ejemplo, que el 60% de las personas que tiene el 20% de los ingresos más bajos todavía se encuentre atrapado allí.

Las consecuenc­ias sociales son tangibles. Para la OCDE, esta falta de movilidad implica la pérdida de talentos y afecta al crecimient­o económico. Y, a nivel colectivo, “reduce la confianza en el sistema socio-político, con consecuenc­ias potencialm­ente negativas en la participac­ión democrátic­a. Y esto en última instancia refuerza los extremismo­s políticos y los populismos”. Basta con ver la actualidad de estos días.

La organizaci­ón alerta de que la ausencia de movilidad social es caldo de cultivo de populismos

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LUIS TATO / ARCHIVO La OCDE alerta de que los cambios sociales harán que los hijos vivirán peor que sus padres

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