Creativos y políticos
Mientras entraba en Palo Alto, es decir, en lo que fue una fábrica textil, ubicada en Poblenou, pensaba en los tiempos de la Barcelona olímpica y en Pasqual Maragall, que, cuando era alcalde, supo valorar, aunque no siempre, la verdadera creatividad. Luego, quizá porque antes había escuchado en la radio del taxi uno de sus habituales y soporíferos monólogos, pensé en su hermano, actual conseller de Acció Exterior y persona resentida, que sigue confundiendo la parida con la creatividad. Por ejemplo, conceder la nacionalidad catalana a aragoneses, valencianos y mallorquines. Ojo, mucho ojo con este hombre de cejas enmarañadas que lucha inútilmente por emular a su brillante hermano. Un político europeo me contó que, últimamente, este hombre, dubitativo y gran trabajador de lo inútil, suele decir que “antes, los Maragall luchábamos por la liberación de las clases populares, ahora luchamos por la liberación de los pueblos”. una exposición permite comprobar parte de lo mucho y bueno que artistas, arquitectos y diseñadores, como Medina Campeny, Antoni Clariana o Mario Sans, han hecho en ese espacio desde que, hace 29 años, lo que era una fábrica en ruinas fue expropiada por el Ayuntamiento y cedida para su uso a los miembros de la Fundación Palo Alto. Aquel sueño creativo se fue convirtiendo en un referente internacional, que ahora, acabada la cesión municipal, puede desaparecer por las condiciones que impone el Ayuntamiento para renovarla. Sospecho que el Ayuntamiento pretenda que todos los problemas sociales del barrio los solucionen los empresarios de Palo Alto. Y si no están dispuestos a claudicar, tendrán que irse con sus diseños, maquetas, arquitecturas y prestigios a otra parte. Palo Alto no sólo ha sido Mariscal, el del perro raro. Pero así lo ha sabido vender este valenciano. Y su hermano, eso me dijo un colega, fue quien tuvo la desdichada idea de instalar en el recinto un mercadillo mensual. Lo que demuestra,