CASH & ROCKET
Hace unos días, volví de una de las experiencias más trepidantes y enriquecedoras de mi vida: el Cash & Rocket. Un tour patrocinado por mi familia de Maserati con el único propósito de recaudar fondos para tres organizaciones sin ánimo de lucro: Art of Elysium, enfocada al fomento del arte, la creatividad y la emocionalidad de jóvenes artistas en riesgo de exclusión social; Shine on Sierra Leone, dedicada al desarrollo de salud sostenible y a la educación; y, por último, Sumbandila, un programa orientado a la formación de niños sin recursos pero con grandes talentos.
Razones no faltaban, coches tampoco, y ganas, aun menos. San Francisco fue el punto de partida de un periplo americano capitaneado exclusivamente por mujeres. Un selecto grupo de ochenta féminas procedentes de mundos como la moda, el arte o el cine, equipadas con camisetas rojas y dispuestas a conducir por los senderos de la solidaridad y a frenarse ante las injusticias.
La marea roja se convirtió durante la semana pasada en una actitud, un sentimiento y, ante todo, un reto. Cuarenta equipos en cuarenta vehículos, preparados para vivir una hazaña imborrable por la Costa Oeste. Esa misma noche, se celebró la Gold Party, una cena benéfica organizada por una mujer todopoderosa como Julie Brangstrup, creadora de Cash & Rocket con el fin de dar visibilidad a esta iniciativa e empujar a los invitados a colaborar económicamente.
Al día siguiente, la ciudad del Golden Gate se desadormecía mientras mis nervios afloraban. Todo listo: mi coche número veinticuatro, un Maserati Levante, mi compañera Rachel Zeilic, directora creativa de Majorelle, y por delante, setecientos kilómetros de desafío. Primeros destinos: Monterey y Santa Bárbara. La procesión roja fue escoltada por la policía local hasta llegar a la autopista. Ya en ella, disfrutamos de una conducción apacible, sin competitividad y despertando el interés de los nativos.
La magia de Los Ángeles nos aguardaba. Monopolizamos Rodeo Drive estacionando los cuarenta vehículos. Miles de curiosos se acercaban a nosotras para interesarse por este proyecto, y nuestra labor fue
“San Francisco fue el punto de partida de un periplo americano capitaneado exclusivamente por mujeres”
ante todo, fomentar la colaboración ciudadana. Al caer el sol, el Pijama Party conquistó la ciudad de las estrellas. El espíritu de las Destiny’s Child se manifestó gracias a la actuación estelar de una de sus exintegrantes: Michelle Williams. Una velada cargada de apoyo en la que se vendió la totalidad de los lotes subastados, el de mayor valor: cuatro días en París con asistencia al desfile de alta costura de Valentino.
Las Vegas fue nuestro último alto en este apasionante camino. Mi expedición terminaba no sin antes agradecer la solidaridad transformada en el medio millón recaudado y gozar del último baile en la gala de clausura junto al resto de la marea.