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El debate sobre la política de inmigración europea, reabierto por el caso Aquarius, y la estabilización del ritmo de llegada de turistas a España.
TRAS el desembarco en el puerto de València de los 629 inmigrantes a bordo del Aquarius y dos buques de la armada italiana, y ser atendidos sanitariamente e identificados, se reabre el gran interrogante sobre la política europea en materia de asilo y acogida humanitaria. El Gobierno del socialista PedroSánc hez, ala coger al buque de Médicos sin Fronteras (MSF), ha puesto sobre la mesa de la Unión Europea una cuestión que viene de lejos y que está aún más lejos de resolver se: en las últimas 48 horas, han entrado en Anda lucía cerca de un millar de inmigrantes arriba dos en pateras.
Es evidente que España corre el riesgo de suscitar un efecto llamada con la iniciativa humanitaria de acoger el Aquarius, que días antes habían rechazado Malta e Italia. Pero también lo es que la iniciativa del flamante Gobierno español ha significado un aldabonazo en las conciencias de los líderes europeos. Este es, de momento, su éxito. Sin ir más lejos, anteayer el presidente francés, Emmanuel Macron, daba un giro de ciento ochenta grados a sus políticas inmigratorias y anunciaba la disposición de su país a acoger inmigrantes llegados ayer a València. De hecho, funcionarios franceses estuvieron presentes en el desembarco.
Las oleadas de inmigrantes que padece Europa desde Siria y el norte de África lleva años sin resolverse. Primero fue Grecia la más afectada, hasta que la U E pagó los serviciosde Turquía para frenar la entrada de náufragos procedentes, en su mayoría, de países en guerra, en fallida o simplemente huyendo de las hambrunas. Después fue Italia el objetivo de las mafias que negocian de forma inmisericorde con todo tipo de expatriados. El país trasalpino ha estado tres años solicitando la ayuda europea y Europa ha mirado hacia otro lado. Hasta que Roma dijo basta, y el nuevo Gobierno, con políticos contra la inmigración, cerró sus puertos provocando la crisis del Aquarius. ¿Puede sufrir España una crisis similar a las vividas en Grecia e Italia? El alud que afecta a las costas andaluzas, según los expertos, se debe a una distensión de la política marroquí que, a cada cambio de Gobierno en España, trata de recordar a las nuevas autoridades españolas su papel en esta cuestión.
El resultado de aquella temerosa política europea ha sido que las posiciones xenófobas se han extendido como una mancha de aceite. Incluso en los países del norte y en Alemania, donde tradicionalmente se ha recibido a inmigrantes por motivos claramente económicos –para compensar su baja natalidad–, han crecido las actitudes dominadas por el miedo al extraño y de cerrazón. Esta pasada semana, en plena crisis por el Aquarius, el Parlamento Europeo trató sobre la cuestión con una asistencia que golpeaba cualquier conciencia, puesto que apenas se superaba el 10% de los parlamentarios. Está claro, pues, que existe poca o nula disposición política a resolver el problema.
Los próximos días 28 y 29 de este mes está prevista una cumbre europea en la que, con toda seguridad, se hablará sobre esta crisis inmigratoria. Hay que contar con la férrea oposición de los países del este de Europa. Pero quizás sea hora de que los países occidentales se marquen objetivos para regular los flujos migratorios, luchar contra las mafias, negociar con los países de tránsito y con los países de origen de migraciones. Y si algunos países se muestran contrarios, habrá que tomar medidas en lo referente a las ayudas que se transfieren desde Bruselas.
Por supuesto que no es un tarea fácil. Pero no hay otro camino. O se organizan los flujos o terminarán por abordarnos.