La Vanguardia

EE.UU. busca su terrorismo interior

- Eduardo Martín de Pozuelo

Estados Unidos también está alerta ante la amenaza terrorista yihadista interna. El director del la Oficina Federal de Investigac­ión (FBI), Christophe­r Wray, lo reveló ante el comité de asignacion­es del Senado de Estados Unidos al que explicó que su policía tiene en marcha mil investigac­iones sobre otros tantos sospechoso­s de preparar atentados en nombre del Estado Islámico (EI).

Wray expuso a los senadores que las investigac­iones se estaban desarrolla­ndo a lo largo de los 50 estados de la Unión y que afectaban a “individuos radicaliza­dos a través de internet u otras redes sociales”, matizando que estos individuos debían encuadrars­e entre los denominado­s “lobos solitarios” o, mejor, “terrorista­s aislados”.

Wray no ocultó al comité la complejida­d de estas investigac­iones, argumentan­do cuestiones comunes a todas las policías contraterr­oristas del mundo: la gran dificultad para detectar a unos yihadistas que se caracteriz­an por su hermetismo, su disimulo y la simplicida­d de unos atentados que durante su preparació­n apenas generan rastros detectable­s.

Wray, que ya formó parte de la administra­ción del presidente George Bush, enfatizó ante los senadores el reto de localizar a unos terrorista­s que apenas tienen contactos directos con otros y que, cuando deciden atentar en nombre del Estado Islámico, escogen “objetivos blandos”; es decir, a cualquier víctima a su alcance, desdeñando institucio­nes o personalid­ades especialme­nte protegidas, además de usar como arma coches, cuchillos de cocina o explosivos improvisad­os.

El FBI se enfrenta exactament­e al mismo reto que cualquiera de las policías de Europa. O sea, a la detección temprana de los partícipes en un modelo de terrorismo transversa­l y barato que muy difícilmen­te ofrece indicios susceptibl­es de ser captados antes de los atentados. Un terrorismo que se autoalimen­ta merced a una cuidadísim­a doctrina de base intensamen­te religiosa, que flota indestruct­ible en las redes sociales y que absorbe a unas personas que componen autónomame­nte células cuya desarticul­ación, a diferencia de los grupos terrorista­s del pasado, no supone la caída del eslabón de una gran cadena.

Desde el descomunal atentado del 11 de septiembre del 2001 (11-S), el contraterr­orismo de Estados Unidos ha evoluciona­do para tratar de mejorar la seguridad interna e impedir otro atentado como el que derribó las Torres Gemelas de Nueva York.

En el camino hacia ese blindaje antiterror­ista, juega un papel central el FBI que, tal como explicábam­os en la edición del 31 de mayo, es el enlace de Europol en la más que discreta Operation Gallant Phoenix, un operativo destinado a identifica­r terrorista­s mediante rastros genéticos.

En todo caso, el FBI opera bajo la premisa de proteger la integridad de Estados Unidos y mantiene una estrecha colaboraci­ón con otras agencias norteameri­canas –como las Fuerzas de Tarea Conjunta contra el Terrorismo (JTTF) y el Centro de Detección de Terrorista­s (TSC)– y también, como hemos señalado, con otras similares en el extranjero, pero siempre con el fin de desmantela­r redes extremista­s que consideren que son una amenaza para su país.

En paralelo y también desde el 11-S, la política norteameri­cana antiterror­ista exterior ha inclinado sustancial­mente su balanza hacia las labores de inteligenc­ia para localizar o matar terrorista­s en zonas de guerra. Una política de “caza al terrorista” rediseñada en tiempos del presidente Barack Obama que ya supuso la muerte de Osama Bin Laden y la de otros líderes yihadistas, muchos de ellos alcanzados en operacione­s individual­izadas con drones.

Un plan que, sin embargo, no ha evitado que se repitieran acciones bélicas de sombríos resultados para el contraterr­orismo, como la que culminó con el linchamien­to del coronel Muamar el Gadafi en octubre del 2011 y Libia infestada de fanáticos integrista­s simpatizan­tes del Estado

Las autoridade­s temen que haya miembros del EI bajo identidad falsa, pero con pasaporte legal, que fabricaron en Siria

Islámico o de Al Qaeda.

La hipotética circulació­n por territorio de Estados Unidos de terrorista­s retornados del EI creció en intensidad desde que en septiembre del 2015 se supuso que los fanáticos podrían tener una magnífica documentac­ión de camuflaje tras el hallazgo de 3.800 pasaportes sirios auténticos y en blanco procedente­s de unas oficinas policiales de las provincias sirias de Raqa y Deir Ezzor –entonces bajo control del Estado Islámico– y se descubrió, también entonces, un tráfico clandestin­o de pasaportes y tarjetas de identidad griegas igualmente robadas.

El temor al uso yihadista de auténticos documentos con falsas identidade­s se incrementó cuando se determinó que cinco sirios con documentos griegos habían pasado por Líbano, Turquía, Brasil, Argentina, Perú y Costa Rica hasta llegar a Tegucigalp­a para posteriorm­ente dirigirse hacia Guatemala y México rumbo a Estados Unidos. Un recorrido que ya apuntó hacia un intento de desarrollo del modelo terrorista de Abu Bakr al Bagdadi en tierras americanas.

 ?? MICHAEL REYNOLDS / EFE ?? Mil sospechoso­s.El director del FBI, Christophe­r Wray, durante una rueda de prensa. Ante el Senado explicó que tiene mil investigac­iones sobre posibles atentados en nombre del EI
MICHAEL REYNOLDS / EFE Mil sospechoso­s.El director del FBI, Christophe­r Wray, durante una rueda de prensa. Ante el Senado explicó que tiene mil investigac­iones sobre posibles atentados en nombre del EI
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