Benditos comunistas
Para entender las votaciones que tuvieron lugar en el Parlamento portugués sobre la eutanasia, y en las que el Partido Comunista, toda una institución de la política lusa, juntó sus votos a los del CDS/PP, una formación de derechas, con el fin de tumbar las propuestas de legalización de la muerte asistida, conviene empezar por una historia. Una de esas narrativas aparentemente baladíes, pero que en realidad son muy significativas.
Hace unos años, en el momento más tenso del rescate financiero y de los recortes presupuestarios, los médicos de los centros de salud de Fundão, una pequeña ciudad del interior del país, cerca de Covilhã, donde vivo, notaron que los ancianos se resistían a vacunarse contra la gripe. Lo hacían con la peculiar astucia de la vejez. Uno de los médicos logró que un abuelo se sincerara: “Mire usted, doctor: ¿esa vacuna no será una manera de quitarnos de en medio para que no cobremos nuestra jubilación?”.
Uno tal vez se ría, pero lo cierto es que la línea argumental del Partido Comunista Portugués para oponerse a la legalización de la eutanasia no anda muy lejos del pensamiento de este anciano suspicaz. En un artículo publicado en su órgano oficial, el semanario Avante, los comunistas explican que al neoliberalismo vigente no le gusta la masa de mayores generada por el aumento de la longevidad: una masa que alguien se ha atrevido a llamar la “peste de las canas”, a causa del alto coste económico de las pensiones. Y el texto se apoya incluso en un ejemplo, quizá dudoso: algunos ancianos pudientes de Holanda, donde hay eutanasia, se van a vivir a Alemania, donde no la hay, por si las moscas.
En vez de la eutanasia, los comunistas plantean que se debe mejorar el sistema de salud, de modo que nadie se encuentre ante situaciones de sufrimiento intolerable, algo que ellos creen que la ciencia actual puede garantizar. Un buen apoyo técnico y humano es lo que debe rodear a un enfermo grave o a un mayor cuando la muerte se acerca. Se trata, en el fondo, de una apuesta por un humanismo clásico, de base cristiana, practicado por el Estado y que acerca el Partido Comunista a las posiciones del papa Francisco y a sus ideas sobre la sociedad del descarte. No es extraño, pues, que hayan votado al lado del CDS/PP, partido de origen democristiano.
Esto nos recuerda algo que ya sabíamos: el comunismo fue para muchas personas una reconversión de su cristianismo. O, si se quiere, una herramienta que les permitía aplicar de forma radical sus convicciones espirituales a la realidad. En vez de dar limosna o servir una sopa en un albergue de pobres, se trataba de provocar una revolución que instalara de una vez la justicia en el mundo. Es ese fondo cristiano humanista del comunismo lo que ha salido a flote en esta votación sobre la eutanasia.
Además, a partir de mediados del siglo XIX, Portugal se ha ido transformando en un país de paz. Esto después de haber practicado durante siglos la guerra y el esclavismo. Una auténtica metamorfosis colectiva que ha dado lugar a esta nación de mansedumbres que somos hoy en día. Entre los hitos de ese cambio está el fin de la pena de muerte para crímenes civiles, que se decretó en 1867. Fuimos el segundo país de Europa que decidió algo así. En una cultura como la portuguesa, que se enorgullece de esta medida, la eutanasia suena como una nota desafinada, algo que no entra en la melodía nacional.
No obstante, los partidarios de la eutanasia, sobre todo socialistas y radicales de izquierda, volverán a la carga. Creen que esta mentalidad lusa que acabo de describirles constituye una forma de retraso. Hay, pues, que insistir con paciencia hasta encauzar a la gente en la senda de la verdadera modernidad. Para ellos, la eutanasia constituye un gesto de libertad individual. En suma, quieren poder decidir hasta dónde beberán el vaso de agua de la vida que les haya tocado en suerte.
En mi opinión, es cierto que existimos en una sociedad que elimina. Algo que nos amenaza desde la concepción, a través del aborto, y que en la edad madura se concreta en la crueldad del paro. La eutanasia puede transformarse, sutilmente, en el último eslabón de esta cadena. Además, no sabemos cómo se aplicará la ingeniería genética al terreno de lo humano. Viejos debates éticos se mezclan con inquietantes horizontes futuros.
El Partido Comunista Portugués, partidario del aborto, sobre todo a causa del ejemplo soviético (de hecho, para la interrupción voluntaria del embarazo también podría imaginarse una red de apoyos públicos que, en parte, la sustituyera), ha confirmado, con su posición sobre la eutanasia, que es una institución sui géneris de la vida lusa. Combatieron la dictadura de Salazar y Caetano, fallaron la revolución marxista que pretendían después del 25 de abril de 1974. Pero, desde que cambiaron la palabra revolución por el vocablo más modesto contribución, sus aportaciones a la democracia lusa han sido, en diversos casos, decisivas y muy relevantes.
Es el fondo cristiano humanista del comunismo lo que ha salido a flote en esta votación sobre la eutanasia
El Partido Comunista Portugués ha confirmado que es una institución sui géneris de la vida lusa