La Vanguardia

Vendedores ambulantes

- Mcamps@lavanguard­ia.es

Con una mínima observació­n, se puede percibir que muchas palabras árabes que usamos en castellano y en catalán mantienen una curiosa asimetría: en castellano aglutinaro­n el artículo y en catalán, no. Unos ejemplos: acequia / séquia, alcanfor / càmfora, almacén / magatzem, alquitrán / quitrà, altramuz / tramús, azúcar / sucre...

El almacén mantiene el mismo significad­o que ya tenía en árabe, mientras que la palabra correspond­iente en latín y, antes, en griego ha tomado varios caminos y ha asumido significad­os más concretos. Hablamos de la palabra apotheke, el depósito de provisione­s que usaban los vendedores ambulantes –entonces sólo había vendedores ambulantes–, una palabra compuesta con el elemento -teca, que se ha revelado muy fértil: biblioteca, fonoteca, pinacoteca, gliptoteca, cartoteca...

La apotheke de los griegos pasó al latín y después a las lenguas románicas. Y aquí empezó el festival. En catalán, la palabra se convirtió en la emblemátic­a botiga, donde los vendedores, ya no necesariam­ente ambulantes, exponían la mercancía. En castellano, en cambio, la bodega dio nombre al depósito de los barcos y, por extensión, a los establecim­ientos donde se vende vino, mientras que el nombre general, tienda, lo tomó del toldo que se tendía para protegerse del sol y de la lluvia (otra vez) los vendedores ambulantes. Por otra parte, con la forma derivada, sirvió para el farmacéuti­co, el boticario. En Italia usan bottega para el establecim­iento pequeño, y el botteghino para la taquilla o el quiosco de la lotería. Pero en Francia, oh là là ,la aphoteke es hoy la

boutique, que ya es otro nivel.

Decía que en castellano se usa bodega para el depósito de los barcos, y con esta forma pasó al catalán. En cambio, con el sentido de cava, en catalán se tomó el latín cellarium, despensa, que evolucionó a celler y que, curiosamen­te, también está en inglés, cellar, pero con una pronunciac­ión muy distinta.

Así pues, una bodega es un lugar donde se elaboran y se guardan los vinos, y también la tienda donde se venden. En catalán en los dos casos es un

celler, pero para la tienda los barcelones­es –como mínimo– usan el castellani­smo bodega. Si usamos celler ,amí me chirría, porque me da la impresión de que se copia la translació­n que se ha hecho en castellano (de la cava a la tienda). Si no se admite bodega, quizá botiga de vins puede funcionar o, si no, los neologismo­s glamurosos vinoteca o enoteca, formados a partir de vino- y eno- y el elemento compositiv­o -teca, que entronca (otra vez) con

apotheke.

Y vuelta a empezar.

La bodega, el boticario y el ‘botiguer’ tienen todos la misma madre griega, ‘apotheke’

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Magí Camps

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