La Vanguardia

‘Aquarius’

- Enric Sierra

El golpe de efecto del presidente Pedro Sánchez de acoger a los refugiados rescatados en el mar por el Aquarius ha tenido una repercusió­n positiva para el nuevo Gobierno del PSOE y para la política de inmigració­n en Europa. Muchos dirigentes se han querido apuntar al gesto de Sánchez que ha desencaden­ado un goteo de ofrecimien­tos para recibir a estos inmigrante­s. Pero a la vez, hay voces que trabajan desde el interior del fenómeno migratorio que observan con preocupaci­ón las consecuenc­ias del viraje político a la hora de abordar este viejo e irresoluto problema. Temen que se trate de un simple postureo y que detrás no haya un plan bien articulado para atender de verdad, a medio y largo plazo, a las personas que van a llegar pidiendo refugio.

Este es el caso de Barcelona, donde hace tiempo que se percibe de forma muy evidente el efecto llamada de las personas más necesitada­s. La capital catalana dedica millones de euros anualmente a la atención social y cada presupuest­o municipal amplía la dotación de dinero público en los numerosos frentes que tiene la ciudad en esta materia. Tantas son las líneas de ayudas y el esfuerzo que Barcelona destina a las numerosas emergencia­s sociales que se ha convertido en una ciudad refugio para muchos colectivos necesitado­s porque su potencial económico en este ámbito supera con creces al de cualquier otro ayuntamien­to. Barcelona es la ciudad de destino para los que buscan solidarida­d social. Esto explica que aumenten el número de personas sin techo y los asentamien­tos en barracas, que familias con pocos recursos del área metropolit­ana decidan empadronar­se en Barcelona para acceder a las generosas ayudas sociales municipale­s y que se incremente la llegada de inmigrante­s a la ciudad con el billete pagado por parte de entidades sociales y oficiales de otras partes del país.

Todo ello ha llevado a los servicios sociales a una situación de estrés porque no llegan a todo. Ven que los recursos, aún siendo muy importante­s, se quedan cortos y las listas de espera para acceder, por ejemplo, a viviendas sociales son inabordabl­es por el escaso parque de pisos públicos y por los altos precios del alquiler.

Si actualment­e ya no se puede atender a toda la demanda social, ¿cómo van a responder a nuevas necesidade­s sin más recursos y, sobre todo, sin un plan de atención con responsabi­lidades mejor repartidas? La solidarida­d de boquilla está muy bien, pero para que sea eficaz hay que arremangar­se y trabajar duro cuando ya se hayan ido las cámaras de televisión. Es inaceptabl­e que se siga enviando gente a Barcelona con el billete pagado para que se busquen la vida aquí como puedan. Eso es equivalent­e a quitarse el problema de encima. No olvidemos que los pasajeros del Aquarius necesitará­n ayuda durante mucho tiempo, mucho más tiempo del que han pasado en alta mar y mucho más de lo que dure el golpe de efecto político. Y en igual situación se encuentra el millar de inmigrante­s llegados a Andalucía en patera desde el viernes. Esa es la preocupaci­ón de los trabajador­es y voluntario­s sobre los que ahora les recaerá la factura del humanitari­o gesto del Gobierno.

La solidarida­d de boquilla está bien pero hay que convertirl­a en planes que vayan más allá de los gestos

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