Arquitectura humanizada
Un congreso en Pamplona apunta cómo será el futuro de las ciudades con el crecimiento demográfico
Hace sólo sesenta años, un tercio de la población mundial vivía en ciudades. Hoy, son más de la mitad y, en 2050, el 70% de los habitantes del planeta se agruparán en urbes. La tendencia es imparable y en ese contexto los asentamientos urbanos se convierten en los nodos principales de desarrollo y convivencia, unas macroestructuras que comienzan a superar en importancia y sentido de pertenencia a los propios Estados. El Congreso Internacional de Arquitectura y Sociedad celebrado esta semana en Pamplona ha desgranado los desafíos de un urbanismo convertido en piedra angular de la construcción social.
Todos los ponentes coincidieron en que la subordinación de la arquitectura a las necesidades humanas es indispensable. No hay otra opción. La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, insistió en la importancia vital de la participación ciudadana en el diseño transversal de las urbes. “En una sociedad alfabetizada como la que vivimos es imposible hacer una política vertical”, subrayó. Carmena puso la plataforma Decide Madrid, impulsada por el Ayuntamiento y en la que hay inscritas 400.000 personas, como ejemplo de esa creciente implicación vecinal.
El exalcalde de Barcelona Joan Clos, desde su experiencia como director ejecutivo del programa Hábitat de Naciones Unidas, alertó de unos riesgos demográficos mundiales ante los que Europa parece dar la espalda. Sobre todo en África. En veinte años, este continente de unos 900 millones de habitantes duplicará su población. “Si no ayudamos a África a desarrollarse vamos a tener un problema en nuestras puertas”, indicó, a la vez que pidió que Europa cuente con una política africana.
Ante la cada vez más desmedida ocupación territorial urbana, el prestigioso arquitecto francés Dominique Perrault propuso un crecimiento bajo tierra, como en su remodelación del Pabellón Dufour en el Palacio de Versalles o el Lightwalk de Seúl. Perrault apuesta por el uso del cristal para iluminar y permitir el paso de la luz, un material que actúa como interfaz entre el interior y el exterior. Las innovadoras estructuras subterráneas, defendió, garantizan el espacio público y la sostenibilidad.
Las arquitectas Farshid Moussavi y Belinda Tato incidieron en la importancia de generar “ciudadanía” a través del urbanismo. Las personas deben ser el centro de la configuración de las ciudades y edificios. Moussavi, que diseña desde viviendas sociales hasta de residencias de lujo, destacó su trabajo en pisos orientados hacia la máxima personalización: las cristaleras exteriores cuentan con unas pantallas correderas mediante las que el inquilino decide qué vistas quiere tener, se puede tirar cualquier pared de la casa o permiten crear un espacio común cada dos puertas, dotando de más intimidad a éstas en contraposición con un rellano abierto.
Salvador Rueda, director de Ecología Urbana de Barcelona, explicó el controvertido modelo de las supermanzanas como eje para garantizar la accesibilidad y habitabilidad de los espacios públicos. También la reducción de las emisiones de CO2. La implantación de estas células urbanas, que ya se aplica en lugares como Poblenou –no sin problemas– y ahora en el barrio de Sant Antoni reducirá, según los cálculos del Ayuntamiento de Barcelona, el volumen de coches en un 13% y el espacio que ocupa la motorización en un 70%.
El arquitecto Dominique Perrault propone el crecimiento de las metrópolis bajo tierra