La Vanguardia

Cuentos usados

El argentino Patricio Pron explora los límites de la narrativa breve con historias sobre la paternidad, las segundas oportunida­des o los dobles

- XAVI AYÉN Barcelona

El escritor argentino Patricio Pron (Rosario, 1975), residente en Madrid y autor de obras como El mundo sin las personas que lo afean y lo arruinan (2010), El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (2011), La vida interior de las plantas de interior (2013) o No derrames tus lágrimas por nadie que viva en estas calles (2016), publica ahora el volumen de cuentos Lo que está y no se usa nos fulminará (Random House). “Eso de los títulos largos –confiesa, de visita promociona­l por Barcelona– empezó como un desafío al editor, pero acabó convirtién­dose en una marca de estilo. Este es el estribillo de una canción de rock argentino de 1974, de Luis Alberto Spinetta, para su banda Invisible, muy pertinente porque es lo que me sucedió: me encontré en el cajón una gran cantidad de relatos escritos que, si no los usaba en un libro, acabarían conmigo”.

Así que, convencido de que “al cuento no se le han agotado aún todas sus posibilida­des”, intentó “ver cómo se podían relacionar entre sí los textos del cajón, a través de temas como las exigencias de la paternidad, las segundas oportunida­des, el doble o la importanci­a creciente de la virtualida­d”. La realidad proniana es diversa: en un relato alguien responde literariam­ente el cuestionar­io que deben cumpliment­ar los extranjero­s al llegar a Estados Unidos. “Se nos pregunta si mataríamos al presidente, si hemos consumido alguna droga, si hemos tenido simpatías comunistas... ¿Qué sucedería si contásemos la verdad, algo que no encaja dentro del reducido concepto de un formulario? Al igual que las redes sociales, los formulario­s nos hacen constreñir una experienci­a compleja escogiendo a, b o c”. En otro relato, un personaje apocado quiere escribir un perfil de Tinder atractivo “y se ve obligado a contar algo bastante tremendo, como suelen ser todas las historias de amor”.

La obra se inicia con un narrador que cambia constantem­ente versiones sobre una mujer que sigue la vida de dos escritores. Al parecer, cada uno de ellos ha acordado que escribirá la autobiogra­fía del otro. El punto de vista y el extravío de las fuentes, con lo sucedido o relatado en perpetua mutación, evoca los descartes del autor en el proceso de creación y plantea el tema de la importanci­a (o no) de la vida privada del escritor. “Si no hacemos la abstracció­n de separar al autor de su obra corremos el riesgo de quedarnos sin determinad­o arte cuyo autor no llevó una vida ejemplar”. Aparece luego un personaje-escritor llamado Patricio Pron que contrata a un actor para que le supla en la promoción de sus libros. Pron –que asegura ser el auténtico– dice que “todos los escritores sueñan con la posibilida­d de que su vida sea una obra de arte o la imite. En últi- ma instancia, la literatura consiste en adoptar una serie de identidade­s falsas”.

El paso del tiempo y su irreversib­ilidad es el tema de La repetición. “Todos tenemos la tentación de retrotraer­nos a un momento de nuestra vida en que todo pudo haber tomado otro rumbo. ¿Qué sucede si alguien, un jubilado movido por la nostalgia, cree en la posibilida­d de volver al pasado, y decide reconstrui­r todas las condicione­s de una fiesta a la que fue hace muchos años, para ver que habría sucedido si toma otra decisión. Para reconstrui­r ese entorno, viaja a Brasil, busca las mismas sillas de aquella época, el mismo tocadiscos, pone la misma música, coloca igual la mesa... El intento de recuperar el tiempo perdido es más frecuente de lo que creemos, sin embargo nadie se atreve a llevarlo a sus últimas consecuenc­ias, nadie se toma la molestia de reproducir exactament­e un día de su pasado”.

Lo musical se aparece en varios momentos. Por ejemplo, a través de un relato narrado solo con notas a pie de página, en que un hijo cuenta que su padre “grabó un día una versión de Like a rolling stone que, por una confusión, ha pasado a ser considerad­a del propio Bob Dylan”. Luego, en otro cuento, aparece un traficante de discos en la RDA y, en general, “hay varios relatos que adoptan estructura­s inspiradas por canciones o piezas musicales. También hay temas y estribillo­s que se repiten”.

Un narrador habla de sus padres revolucion­arios en la Argentina de los años setenta. “Yo me siento hijo de desapareci­dos, como una toma de posición del lado de las víctimas”. Y, como en el relato, los padres reales de Pron “me acusan a veces de... ¡reformista!”.

Le dedica el libro a su gato muerto. “Sí, esta obra es una corona de flores literaria. Mi gato se llamaba Mao Tse Tung, era amarillo y rojo como el gran timonel, y asistió al proceso de escritura más cerca que nadie, desde mi regazo”.

“Al entrar en EE.UU. preguntan si matarías al presidente, si tomas droga... ¿Qué pasaría si contases la verdad?”

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MONTSE GIRALT El argentino Patricio Pron, en un hotel de Barcelona

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