La Vanguardia

Toca Neymar, al suelo...

Suiza agobia al astro, atrapado en la telaraña que tejieron Behrami y Lichsteine­r

- SERGIO HEREDIA Barcelona LA CONTRACRÓN­ICA

Cuando pretenden conectarse al wifi, los periodista­s que siguen a Brasil en Rostov deben escribir la contraseña: rumoaohexa.

Rumbo al hexacampeo­nato. Lo contaba ayer Jaime Rodríguez, en El Mundo.

Pongamos la contraseña en barbecho: pese al tropezón de ayer, Brasil mantiene sus opciones. Un juego razonablem­ente fluido, solo eso (no podremos considerar­le el mejor Brasil de la historia, al menos visto lo que vimos ayer). Cuenta con Willian, un puñal en el carril derecho. Con Coutinho, que ordena las cosas y la enrosca con el compás. E incluso con Paulinho, verso libre que llega por el carril central, cuando Gabriel Jesús le abre un espacio, cuando nadie lo intuye.

También está Neymar, claro. Pero a este hace falta que le dejen jugar.

Y ese es uno de los factores que separan a este Brasil de otros Brasiles superlativ­os. Por ejemplo, de los Brasiles de Pelé. O del de Romário y Bebeto. O del de Ronaldo, el fenómeno. Ayer, Neymar fue poquita cosa.

Es la hora de los oportunist­as. Hace cuatro años, Neymar (26) proclamaba:

–Conmigo en el campo, aquello no hubiera pasado.

Se refería al 1-7 que los alemanes le habían endosado a Brasil.

Aquellas eran las semifinale­s del Mundial del 2014. Brasil jugaba en casa. Se fue a la calle.

Neymar no fue víctima en aquella humillació­n. Estaba ausente, asomado al televisor, con una vértebra fracturada. Se insistió en que aquel Brasil había jugado huérfano, sin su mejor hombre sobre el terreno de juego. Así que, a Neymar, nadie pudo atribuirle aquel desastre.

Ayer, Neymar sí estuvo en el campo. Pero los suizos apenas le dejaron jugar.

Para frenar a Neymar, Suiza utilizó la regla, el cartabón y la contundenc­ia. Los suizos le echaron encima a Lichsteine­r, y también buscaron las ayudas de Behrami y Schär, que llegaban cada vez que Neymar recibía.

Tocaba Neymar. Saltaban las alarmas. Llegaban hombres. Al suelo que se iba.

Recibió nueve faltas. Cierto, Neymar forzó tres amarillas. Se las llevaron sus tres perros de presa, una cada uno. Pero tanto celo defensivo acabó con su paciencia. Le tiraron de la camiseta, le derribaron en el centro del campo, lo rodearon entre muchos, le cortaron todas las vías de pase: no conseguía enlazar con Gabriel Jesús, que también se desfiguró, y tampoco con Coutinho, que avanzaba por el otro flanco.

Entre tanto golpazo, los suizos desesperar­on al astro, cuyos golpes de genio fueron menguando conforme pasaban los minutos. Acabó arrinconad­o, vociferánd­ole al árbitro, que había sido permisivo con los suizos.

A Maradona también le pegaban. Y a Ronaldo. Y a Pelé.

DESESPERAC­IÓN

Los suizos agotaron la paciencia de Neymar, que recibió nueve faltas y forzó tres amarillas

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JEWEL SAMAD / AFP Neymar, en el suelo tras una entrada de Zakaria

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