El cuento de la lechera
La oposición alega que en realidad el incremento saldrá de impuestos adicionales
La primera ministra británica, Theresa May, anuncia con todo tipo de fanfarrias una gran subida del presupuesto del Servicio Nacional de Salud gracias al dinero que el Reino Unido se va a “ahorrar de las contribuciones a la Unión Europea”.
Falsedades, mentiras piadosas, verdades a medias, distorsiones, fraudes, exageraciones, falsas promesas… Las variaciones a la hora de engañar al prójimo –y en especial de que los políticos engañen a los votantes– son numerosas, y en alguna de ellas encaja la garantía firme que dieron los líderes de la campaña para la salida de Europa de que el adiós se traduciría, entre otras cosas, en 400 millones de euros adicionales a la semana para la deteriorada sanidad pública británica. Como si el dinero creciera de los árboles o en el Reino Unido se ataran los perros con longanizas.
Una de los motivos del alza de los populismos y la pérdida de apoyo de los grandes partidos tradicionales en todas partes (Trump, Brexit, Le Pen, Italia…) es, dicen los politólogos, la sensación generalizada por parte del electorado de que es tomado por tonto. Como si no viera de qué va el patio y no supiera sumar dos y dos. Pero la primera ministra británica Theresa May no ha aprendido por lo que se ve la lección, y ayer anunció con todo tipo de fanfarrias una gran subida del presupuesto del NHS (National Health Service) “en parte con el dinero que nos vamos a ahorrar de las contribuciones a la Unión Europea”.
Si se hubiera tratado de un concurso televisivo, habría sonado el gong o la bocina que indica una respuesta incorrecta. May (una proeuropea poco entusiasta convertida a euroescéptica igual de poco entusiasta) dijo que los fondos dedicados a la sanidad pública van a aumentar a un ritmo del 3,4% en términos reales, y que para el año 2023 –cuando se supone que el país ya no formará parte de la UE–, dispondrá de 23.000 millones de euros anuales más que ahora. O sea, los prometidos 400 millones extra a la semana del Brexit, más una propinilla.
Cierto que May admitió que no todo será gracias a la salida de Europa, sino que parte se obtendrá de una subida de impuestos, y parte de los ingresos extra generados por el crecimiento económico. Pero puso énfasis en el dividendo del portazo a Bruselas, justo en vísperas de un voto decisivo en la Cámara de los Comunes sobre quién tendrá el control último del procès del Brexit, si el Ejecutivo (es decir ella), o el Parlamento. La premier ha querido dificultar el sabotaje de los rebeldes de su partido proclamando las maravillas de romper con la UE.
Los eurófilos de cualquier signo y todos los partidos rivales han puesto el grito en el cielo ante el repentino regreso del autobús de los 400 millones de euros (la promesa se divulgó durante la campaña del referéndum en un bus de dos pisos que recorría el país), que se creía averiado y listo para el desguace, sobre todo cuando hasta el exlíder del UKIP Nigel Farage, gran arquitecto del no a Europa, admitió haberse tratado de una mentira.
La oposición censura a May que no ha sido todo lo honesta que debería con la gente. Porque no se puede atribuir el dinero extra para la sanidad al dividendo del Brexit cuando Gran Bretaña aún no se ha ido de la UE, y no se sabe en qué términos y con qué tipo de acuerdo comercial lo hará. Porque el grueso de la suma prevista saldrá de impuestos adicionales (ampliando la cantidad de gente en la franja impositiva más alta y demorando una prometida reducción de la tasa de sociedades). Porque las perspectivas de crecimiento económico han bajado en vez de subir (un 1,5% anual, en vez del 2,5% previsto antes del referéndum),
Los partidarios de una salida dura quieren ‘cumplir’ como sea la promesa de más fondos para el NHS
y el Reino Unido tiene el índice más pequeño de todos los países de la OCDE. Porque habrá esos fondos a expensas de mantener congelados los presupuestos para escuelas, policía e infraestructuras. Porque el propio Tesoro estima que cada hogar va a salir perdiendo del orden de mil euros anuales con el adiós a Europa. Y porque la inversión, la productividad y el consumo han quedado estancados. ¿Mentira? ¿Falsedad? ¿Exageración? ¿Engaño? ¿Fraude? ¿Verdad a medias? Que cada uno escoja a su gusto.