Chantaje a costa de los niños
Trump utiliza la separación familiar para forzar un pacto sobre inmigración
Debía ser una drástica medida de disuasión, pero separar a las familias de inmigrantes no hizo caer las cifras de llegadas como la Administración Trump esperaba. Luego negaron su existencia y ocultaron las cifras. Después se ampararon en la Biblia para defender esta medida de “seguridad nacional” y echaron la culpa a anteriores gobiernos. Y al final, los más de 1.995 niños separados de sus padres y trasladados a fríos centros de internamiento por todo el país se han convertido en los rehenes del juego político de la Casa Blanca por decisión del presidente Donald Trump, que utiliza la medida para presionar a los demócratas con el objetivo de llegar a un acuerdo nacional sobre inmigración cueste lo que cueste.
“Estados Unidos no va a ser un campo de inmigrantes o un asilo para refugiados, no bajo mi mando”, proclamó Trump en un discurso en Washington. “Podrían ser asesinos, ladrones o cosas peores”, insistió, volviendo a su retórica de campaña. Horas antes, desde Twitter, insistió en su estrategia de equiparar inmigración y delincuencia y aseguró que “los peores criminales de la tierra utilizan niños” para entrar en Estados Unidos. “¡Cambiad las leyes!”, bramó para acusar a los demócratas del bloqueo legislativo, pese a que se debe –en parte– a que los republicanos no se ponen de acuerdo. La Cámara de Representantes debatirá esta semana dos propuestas, una más dura que no pasará y otra más conciliadora que pondría fin a estas prácticas.
La separación de las familias forma parte de la política de “tolerancia cero” de la Administración Trump que, en vez de tratar las entradas ilegales como una falta administrativa, emprende acciones judiciales contra toda persona detectada en la frontera. Mientras se resuelven los trámites, separa a adultos y niños, incluidos demandantes legítimos de asilo. Se han denunciado casos en que los adultos son deportados a su país mientras sus hijos siguen bajo custodia legal de EE.UU. “No nos vamos a disculpar por hacer nuestro trabajo o el que el pueblo americano espera que hagamos”, dijo ayer la secretaria de Seguridad, Kirstjen Nielsen, en un acto con agentes del orden.
En un rara incursión en el debate político nacional, la primera dama, Melania Trump, de origen esloveno, ha hecho saber que cree que “debemos ser un país que siga las leyes, pero también un país que gobierne con el corazón”. “Odia ver a los niños separados de sus familias y espera que ambos lados puedan ponerse de acuerdo para llegar a una reforma migratoria”, reivindicó anteayer a través de su portavoz.
La medida también ha escandalizado al viejo partido republicano (el resto calla). “Vivo en un estado fronterizo y entiendo la necesidad de proteger las fronteras internacionales, pero esta política de tolerancia cero es cruel. Y me rompe el corazón”, denunció ayer la ex primera dama Laura Bush en el Washington Post. Las imágenes de niños “almacenados” son “un aterrador recordatorio de los campos de internamiento de japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial”, sentenció, llamando a “ambos lados” a negociar.
La Administración Trump ha permitido acceder este fin de semana a algunos centros de internamiento del Gobierno (no a todos). En el de McAllen (Texas) se ha podido ver a niños viviendo en jaulas gigantescas, durmiendo en el suelo sobre finos colchones y tapados con mantas de aluminio de emergencia. Sostienen que están bien. “Hacer daño a los niños para hacer presión en el debate legislativo es inaceptable”, criticó el senador demócrata Jeff Merkley tras visitar el lugar. Dividir familias “traumatiza a los niños, que son víctimas inocentes, y es contrario a los valores de nuestro país”, dijo la senadora republicana Susan Collins. “Trump podría acabar con esto con una llamada de teléfono”, dijo el senador Lindsey Graham, republicano.
También los líderes religiosos se le han echado encima y el diario conservador The New York Post, propiedad de Rupert Murdoch, le ha implorado que ponga fin a esta “terrible” práctica que puede costar las elecciones de noviembre a los republicanos. Una encuesta publicada ayer apunta que el 66% de los estadounidenses está en contra de la división de familias. Trump, desatado, sigue empeñado en justificar su política.
Ayer no dudó en agitar el fantasma de una crisis migratoria descontrolada en Europa y en atizar al Gobierno de Angela Merkel. “Gran error en toda Europa dejar entrar a millones de personas que han cambiado violentamente su cultura”, tuiteó el presidente. La criminalidad “va en alza” en Alemania, mintió Trump (está en su nivel más bajo desde 1992), celebrando que los alemanes “hagan tambalearse” a la coalición de gobierno.
El presidente de EE.UU. carga contra Merkel y celebra que su Gobierno “se tambalee”