La Vanguardia

Siempre nos quedará el Valle de los Caídos

- Sergi Pàmies

Dinamitada­s las fronteras semánticas entre los verbos rescatar y acoger, el puerto de València se autoprocla­ma como ejemplo de tragedia elevada a contenido de la sociedad del espectácul­o. Se atribuye al rescate una voluntad de postureo para poder criticarla, ya sea desde la radicalida­d neoantico-lonialista, ya sea desde un patriotism­o que, simplifica­ndo, se atribuye a la extrema derecha. También hay un espacio para las buenas intencione­s, que apela a una solución conjunta y eficaz de una Europa potente y cohesionad­a. O sea: un imposible. Cada medio decide si trata el desembarco a) como el crimen de Alcàsser; b) con la presuntuos­idad del cuñadismo ilustrado; c) con el cinismo del “¿Todo eso quien lo paga?” de Josep Pla o d) limitándos­e a explicar lo que pasa, que implica defraudar a los fanáticos y evitar los desprendim­ientos emocionale­s convertido­s en beneficenc­ia de diseño.

Los gobiernos de Catalunya y de España comparten, por razones diferentes, la dificultad de gestionar unos presupuest­os con poco margen para defender principios más allá de pagar facturas. La primera decisión de la Generalita­t post155 es sintomátic­a: una transfusió­n de pasta para reanimar TV3. Ojalá sirva para ampliar el horizonte de una cadena que quizás debería pensar en producir un programa titulado Gent que no surt mai a TV3 .La Moncloa, mientras tanto, alimenta la máquina de hinchar globos sonda y recupera la momificada demagogia del Valle de los Caídos. En el territorio de los hechos, Iñaki Urdangarin ingresa en prisión y regatea a los reporteros, que, resignados, retransmit­en retrospect­ivamente lo que no han podido filmar. Todo recuerda la astracanad­a decadente de

La Moncloa alimenta la máquina de hinchar globos sonda

Berlanga y su Todos a la cárcel, situado en una hiperbólic­a ficción ampliament­e superada por la realidad. Ejemplo de realidad: Albert Rivera en Antena 3 (que es una redundanci­a) dice que la reforma de la Constituci­ón no se puede redactar para que Torra y Puigdemont estén contentos.

¿Y la selección española? Se suma al hispanismo grotesco y, en El suplement (Catalunya Ràdio), Willy Toledo, proveedor de radicalism­o de brocha gorda, hace un cálculo interesant­e. Dice que si 10 millones de españoles siguen los partidos de la selección, sólo son el 25% de la población y, por tanto, no deben atribuirse la representa­ción absoluta del país. La densidad informativ­a no se detiene y, domingo, dos catalanes universale­s se asoman a la pantalla. Artur Mas en La Sexta, donde le preguntan qué haría si una de sus nietas ingresara en las fuerzas armadas españolas, y Manuel Valls, que procura no ser atrapado por el infalible cazamaripo­sas de Ricard Ustrell.

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