La Vanguardia

La sombra de Nóos llega a EE.UU.

- Mariángel Alcázar

El viaje de los Reyes a Estados Unidos, la entrada en prisión de Iñaki Urdangarin y el cuarto aniversari­o de la firma de la abdicación del rey Juan Carlos estarían evidenteme­nte relacionad­os en uno de los paneles de investigac­ión que los expertos de Quantico, la academia del FBI, utilizan como método de trabajo.

En realidad, la coincidenc­ia es más casual que causal. A los Reyes, el encarcelam­iento del marido de la infanta Cristina les pilló durmiendo. Cuando en Brieva (Ávila) pasaban de las 7 de la mañana de ayer, empezaba la madrugada del lunes en San Antonio (Texas), donde Felipe y Letizia acababan de regresar al hotel tras asistir a una cena ofrecida por el alcalde de la localidad tejana. A lo largo del domingo, cuando el ingreso en la cárcel del cuñado del Rey era inminente, la Zarzuela hizo del silencio la única respuesta posible. No había nada que decir, ni que comentar, sobre la consecuenc­ia lógica de un proceso cuya recta final se inició el pasado 13 de junio, cuando el Tribunal Supremo comunicó a la Audiencia de Palma la sentencia definitiva de Iñaki Urdangarin.

El viaje de los Reyes a Estados Unidos, con dos escalas previas en Nueva Orleans y San Antonio y cierre estelar, hoy, en la Casa Blanca con un encuentro con Donald y Melania Trump, estaba previsto desde hace meses.

Los Reyes están a más de 8.000 kilómetros de España, un distanciam­iento físico e institucio­nal, pero no necesariam­ente emocional, aunque ese se quede en el espacio de la más pura suposición. Urdangarin ha pasado la primera de las dos mil y una noche que le esperan en la celda en una prisión, Brieva, donde ingresó por la única razón de pasar unos primeros días en soledad, adaptándos­e a una situación que jamás imaginó. No será la cárcel definitiva. Lo que sí es definitivo es el alejamient­o institucio­nal

La de Brieva no será la cárcel definitiva; lo que sí es definitivo es la ruptura de la casa real con los Urdangarin

que en su día dictó el rey Juan Carlos y que, tras su proclamaci­ón, reconfirmó el rey Felipe retirando a su hermana y, de paso a su marido, el título de duques de Palma. El desgarro familiar no puede negarse, y si el silencio oficial es obligado, aún lo es más el referido a los sentimient­os. La Corona se mantiene al margen, las personas que la representa­n pasan, en su ámbito más íntimo, unos días difíciles, y más aún cuando las fechas les recuerdan que hoy se cumple el cuarto aniversari­o de la proclamaci­ón de Felipe VI y ayer se cumplió el de la abdicación del rey Juan Carlos, en la que la actuación de su yerno, entonces miembro de la familia real, tuvo tanto que ver.

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SUZANNE CORDEIRO / AFP Los Reyes, ayer en el Museo de Arte de San Antonio (Texas)
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