La Vanguardia

Los retos de Iván Duque en Colombia

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COLOMBIA sigue siendo una rara avis en el mapa político latinoamer­icano. Es el único país de toda Sudamérica en que la izquierda no ha llegado nunca al poder, y anteayer se repitió la historia con el triunfo del exsenador derechista Iván Duque en la segunda vuelta de las elecciones presidenci­ales.

Duque, que sólo lleva cuatro años en política y que se define como centrista aunque su partido es de derechas, se impuso claramente al candidato progresist­a, Gustavo Petro, un exguerrill­ero del M-19, pese a que este alcanzó una votación récord para la izquierda colombiana al recibir el 41,8% de los votos. Duque obtuvo el 53,8% de los sufragios. Es probable que el factor Venezuela haya influido en parte del electorado ya que el miedo a que un triunfo de la izquierda pudiera llevar a Colombia hacia un modelo chavista como el de su país vecino puede haber hecho ganar a Duque muchos votos extra.

La victoria de este abogado de 41 años plantea algunas incógnitas sobre el futuro del país. La primera es hasta qué punto podrá desmarcars­e de la alargada sombra del expresiden­te Álvaro Uribe, su mentor, pues para sacar adelante su programa necesitará los votos del partido de Uribe, el Centro Democrátic­o.

El presidente saliente, Juan Manuel Santos, logró forjarse un perfil propio en lo que muchos considerar­on una traición a Uri be. La gran pregunta es si, o cuánto, se va a Duque d el ex presidente, una figura que suscita en Colombia tanto odio como pasión. Veremos si Duque es capaz de marcar su propio camino sin disgustar a los votantes uribistas que han apostado por él pero que no quieren que sea otro Santos, que consideran que les traicionó en el 2010 al abrir el proceso negociador con las FARC. Para la izquierda, obviamente, Duque será una marioneta de Uribe.

Colombia abre una nueva etapa un año y medio después de los acuerdos de paz con las FARC a los que Duque ha dicho que pretende aplicar modificaci­ones. Y esa es la segunda incógnita. Ha sido su principal promesa electoral e incluiría que los excomandan­tes guerriller­os cumplan penas de prisión y excluir la conexidad del narcotráfi­co con el delito político y por tanto su condición de delito amnistiabl­e. En este aspecto Duque se ha ido desmarcand­o de Uribe, partidario de la línea dura y de denunciar los acuerdos. En cualquier caso, la tramitació­n parlamenta­ria de esas modificaci­ones no será sencilla para el nuevo presidente.

Las luchas ideológica­s dentro de los dos bloques (el conservado­r en el Gobierno y el progresist­a en la oposición) marcarán la nueva etapa. Reducir esa polarizaci­ón, frenar la violencia que subsiste en zonas rurales, encarar las negociacio­nes con el ELN y mejorar la economía serán los grandes retos del nuevo presidente.

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