Seiscientos personajes
La pancarta dice: “Aquí se enseña a pensar y no qué pensar”. Juan Carlos Martel Bayod propone: “Se trata de callar y escuchar”
La escuela Heura es uno de los centros educativos de mi barrio, junto a la masía de Can Fargas. En este fin de curso han colgado una pancarta memorable: “Aquí se enseña a pensar y no qué pensar”. No es la única escuela de Horta-Guinardó que la luce. Me parece una réplica impecable a la cantinela del adoctrinamiento. La única posibilidad que tenemos de ser libres es a través del pensamiento, articulado por el lenguaje. Y la escuela debe ser su principal impulsora. Pensar y no qué pensar. El mismo día que leo esta pancarta llegan más de seiscientas personas al puerto de València, recibidos por dos mil trescientos voluntarios. Los pasajeros del ya famoso Aquarius son objeto de polémica y mercadeo entre diversos dirigentes europeos, y ahora corren el peligro de recibir el trato de símbolos, otra perversa manera de no tratarlos como personas. El mismo domingo se celebra en el Espai Lliure de Montjuïc la última función (prorrogada) de Sis personatges, homenatge a Tomás Giner, una singularísima reivindicación de los sintecho, con frecuencia invisibles a pesar de vivir y dormir en la calle. Juan Carlos Martel Bayod descabalga del escenario los Seis personajes en busca de autor de Pirandello para darle la vuelta al concepto de metateatro, rodeando a un único actor profesional (Marc Rodríguez) de cinco personas que han vivido esta amarga modalidad de exclusión social. El vínculo entre Jesús Marcos, Enric Molina, Valerio N’Dongo, Martí Ruiz Carreras y Hans Üdo Braendle es Tomás Giner, un personaje fascinante de quien vamos sabiendo cosas, entre otras que fue el hombre dentro del muñeco del Cobi. Los cinco personajes son incitados por Rodríguez a explicarse mientras cuentan aspectos de su relación con “Tom el americano”. Otros detalles llegan de fuera de la sala, en grabaciones de Javier Mariscal, Carme Sansa y Jaume Sisa.
El vínculo testimonial de los cinco conocidos de Giner, sentados inicialmente entre el público, suspende cualquier valoración estética. Asistimos al documental en 3D sobre la vida de este ser anónimo perfectamente conscientes que estamos en un teatro, pero empezamos a sospechar que tal vez la ficción está en la platea. No sabemos qué pensar, ergo, pensamos. Pensamos más que nunca sobre nuestras vidas entre abismos. Callamos y escuchamos, como afirma haber hecho Martel, ideador y director del proyecto. Escuchamos y pensamos que no son seis ni seiscientos. Son una parte muy sustancial de la humanidad vilmente ignorada por otra que se queda la sustancia. Esta noche, en el Foment Hortenc, un grupo de jóvenes que trabajaron de voluntarios en el campo de refugiados de Cherso, en Grecia, presentan Amic meu, un espectáculo que parte del cuento homónimo dibujado por niños sirios. Algunos voluntarios de la asociación Open Cultural Center se educaron en la escuela Heura. Allá les enseñaron a pensar. Nadie tiene que decirles qué pensar.