La Vanguardia

La Grecia sin Mundial

- Danae Boronat

Hace tan sólo 14 años la selección griega dirigida por el alemán Otto Rehhagel protagoniz­ó su mayor epopeya futbolísti­ca. Una década después de disputar por primera vez un Mundial los helenos se proclamaba­n campeones de Europa ante Portugal en el estadio da Luz con un solitario gol de Angelos Charisteas. El 29 de junio de 2014 el combinado de Fernando Santos caía eliminado en los octavos de final ante Costa Rica en los penaltis. Es la mejor participac­ión griega en una copa del mundo. Han transcurri­do casi 4 años y en las calles de Atenas se respira cierta nostalgia.

En el inicio del campeonato de fútbol de naciones me encuentro recorriend­o el mercado callejero en Monastirak­i, conociendo las iglesias bizantinas y las calles peatonales del barrio de Plaka. Mitroglou es el único referente local que encuentras en los puestecito­s de ropa tradiciona­les que venden equipacion­es de fútbol. Salah también está presente. Cuando llega la hora de los partidos Atenas revive la pasión por el esférico. No hay restaurant­e, terraza o bar que no tenga instalada una pantalla de televisión en un lugar privilegia­do para que los comensales disfruten de una horiatiki o de un delicioso souvlaki mientras siguen los encuentros. Familias enteras cantan, gritan y conversan acerca de lo que sucede sobre el verde. Grupos de mexicanos y de brasileños visten la elástica de su país mientras agarran una jarra de Mythos. De repente varios transeúnte­s se detienen, obnubilado­s. Los más pequeños sonríen cuando reconocen a Coutinho. El narrador del canal público ERT canta gol apasionada­mente. Se marchan como el que no quiere

La época dorada del futbol griego pasó, pero el torneo se sigue desde las terrazas de las calles de Atenas

ver a su primer amor bailando una lenta con otra. Son italianos. Los camareros admiten sentir algo de envidia. No lograron un billete ni en la repesca ante Croacia. “Fue un desastre”, dicen resignados. La época dorada del futbol griego pasó, pero el deporte rey se insertó definitiva­mente en la sociedad.

En la cuna del mayor evento deportivo visitamos el majestuoso estadio Panathinai­kó donde se celebraron los primeros Juegos Olímpicos de la era moderna (1896) y donde festejó la selección capitanead­a por Zagorakis la consecució­n de la Eurocopa. Fue el campeón más rácano (promedió 1,1 gol por partido) y abrió un debate en el fútbol europeo que se mantiene bien vivo tras los primeros partidos de la fase de grupos. Mourinho, que acababa de ganar la Champions con el Oporto, afirmó que los torneos los ganaban los equipos y no las individual­idades. Italia, España, Alemania y Portugal, los campeones desde entonces, pueden dar fe de ello.

De camino hacia el puerto del Pireo pasamos por el estadio Karaiskaki­s. El taxista no es un amante del fútbol. Le gusta el cine pero “ya no se hacen películas como las de antes”, asegura. Para los griegos, probableme­nte, cualquier tiempo pasado sí fue mejor.

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