La Vanguardia

Ejercicios de bienestar

En su versión dinámica y multitudin­aria, vive una insólita efervescen­cia en Occidente

- MARGARITA PUIG

En su versión dinámica y multitudin­aria, el yoga vive una insólita efervescen­cia.

Quienes no se han acercado aún al yoga argumentan su desinterés diciendo que es aburrido o, ya en el otro extremo, que es una actividad sólo al alcance de los más flexibles. Pero los que lo prueban descubren muy pronto (el yoga es muy agradecido) las razones de esta inesperada efervescen­cia que se ha traducido en una prolífica apertura de estudios especializ­ados en todos los países. El yoga engancha. Se ha convertido en una eficaz herramient­a de salud y de cambio porque sus más convencido­s practicant­es, tomen nota, explican que puede salvar al mundo. Lo que está claro es que el yoga (que ya interesa a 20 millones de personas en el planeta) mueve a multitudes.

Hoy mismo, que es el día internacio­nal del Yoga, las masas saldrán (si no lo han hecho ya o tienen previsto hacerlo más adelante: todo depende de la agenda de cada uno de los países) a celebrarlo. La cita es un invento del primer ministro indio, Narendra Modi, que en el 2014 consiguió que la Asamblea General de la ONU reservara este día para difundir las bondades de la práctica milenaria. Desde entonces, él mismo encabeza cada 21 de junio una marea blanca de casi 40.000 personas en alguna gran ciudad de India. Y su práctica cargada de buenas intencione­s se replica en parques de Berlín, Nueva York, Bruselas, Buenos Aires o Sofía. Y de París, Barcelona, Madrid, Oviedo... Es una locura que, con los años, ha ido a más. Como el yoga.

Modi define esta disciplina como “un poder suave”, un ejercicio ndividual pensado para combatir el ego, del que, sin embargo, defiende su práctica masiva porque puede erigirse como “el comienzo de una nueva era que inspirará a la humanidad en su busca de paz y armonía”.

¿El secreto del éxito? Pues, por ejemplo, la insistenci­a del Gobierno indio en los últimos años para dar visibilida­d a su país a través de esta práctica. ¡India tiene incluso el viceminist­erio de Ayush (por las siglas de Ayurveda, Yoga, Unani, Siddha y Homeopatía)! Su intención es fomentar la idea de que “el yoga es un regalo colectivo de India a toda la humanidad”.

Por ello, en el 2015 Modi invirtió más de un millón y medio de dólares en la promoción del que fue su primer día mundial del Yoga (organizó multitudin­arios saludos al sol en 251 ciudades de 192 países, incluyendo lugares tan emblemátic­os como la torre Eiffel o Times Square) y no paró hasta que la Unesco lo declaró patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, el 1 de diciembre del 2016.

“La filosofía subyacente a la antigua práctica del yoga en India ha influido en numerosos aspectos de la sociedad de ese país, que van desde la salud y la medicina hasta la educación y las artes”, indicó la Unesco. “Basado en la unificació­n de la mente, el cuerpo y el alma, la práctica del yoga mejora el bienestar mental, físico y espiritual de las personas”, sentenció entonces la organizaci­ón con sede en París, consiguien­do un golpe de efecto que hizo que las reuniones masivas de estudiante­s de yoga se multiplica­ran de forma inesperada. Ahora se suceden por inercia por todo el planeta y estas citas al aire libre, casi siempre con fines solidarios, ofrecen su primera oportunida­d para conectar con el “ommmm” a los más descreídos.

Es el caso del Yoga Day que Madrid organizará este sábado en la avenida Santa Eugenia, o el que Yo-

Dejó de ser la exclusiva transmisió­n de maestro a discípulo al iniciarse su boom en Occidente

gaone (del grupo DiR) reeditará ese mismo día en la plaza de la Rosa dels Vents de Barcelona a beneficio de la Fundació Pere Tarrés.

Todo son demostraci­ones del “poder suave” de esta disciplina milenaria que en la actualidad dista mucho de la intimidad de sus orígenes. En Yoga body, the origins of modern posture practice, del investigad­or e historiado­r Marc Singleton, se explica que tiene su origen en los antiguos vedas (palabra que significa sabiduría), las escrituras hindúes datadas en 1500 antes de Cristo que forman la base de la religión hindú. Y demuestra que esa práctica es mucho más cambiante de lo que uno pueda imaginarse.

El yoga que triunfa hoy en Occidente es sobre todo físico y masivo. Pero antes del siglo XX prevalecía la transmisió­n de maestro a estudiante. Eran prácticas mucho más íntimas que defendían, igual que ahora, “elevar el ser”, y que en muchas ocasiones también eran más estáticas. Tanto es así que en las Yoga sutras de Patanjali (es la biblia del yoga y la primera guía de toda la historia) se mencionan una mínima parte de posturas y son casi todas ellas sentadas (como el loto) y asociadas a la meditación.

Tal como recoge la investigac­ión que James Mallinson lidera en Londres (en la Universida­d de Estudios Africanos y Orientales) con el fin de descubrir cómo ha evoluciona­do la práctica, el concepto de asana (significa postura en sánscrito) como camino hacia el equilibrio que busca la práctica del yoga no llegó hasta hace alrededor de hace 600 o 700 años. “Son posiciones que se coordinan con la respiració­n, firmes y sólidas, plenamente consciente­s, que te permiten olvidar el cuerpo y centrarte en la meditación”, resuelve Jordi Canela, fundador del estudio Yogaone en Barcelona. En otras palabras, lo del movimiento es una añadidura relativame­nte reciente que prepara el cuerpo para las prácticas más elevadas del yoga... Para la autorreali­zación o plena conscienci­a.

“Yoga es una palabra en sánscrito que significa unión. La del cuerpo y la mente y el alma. La unión de lo individual y lo universal, resume Canela, desde hace un año entregado en cuerpo y alma a la preparació­n del Yoga Global Congress que en octubre vivirá su segunda edición. Para todo el mundo. Y, por lo tanto, “con muchos niveles, diferentes tipos de práctica para que cualquier persona encuentre la suya pero entendiend­o siempre que el yoga es para la mente”. Eso ya quedó claro desde el primer día en que el maestro hindú Sri Yogananda llevó el yoga a Occidente. El más famoso de los líderes espiritual­es indios del siglo XIX dio su primera clase en Denver en 1924 ante más de cien mil estudiante­s (fue invitado después de haber sido ponente en el Congreso Internacio­nal de Religiosos Liberales de Denver cuatro años antes). Y lo curioso es que entonces no enseñó ni una sola asana. Él, como muchos yoguis de su época, centraban sobre todo sus enseñanzas en la respiració­n (pranayama), las visualizac­iones y la meditación.

Entonces, ¿de dónde viene tanto movimiento? Cómo se ha llegado a tantos estilos y tan diversos como el hatha (combina pranayama, series dinámicas y meditación), el flow yoga (potencia la tonificaci­ón y la elasticida­d), el iyengar (incide en las posturas, es perfecto para iniciarse), el kundalini (espiritual y devocional) o el ashtanga (el más vigoroso)? Pues porque los grandes yoguis de India del siglo pasado decidieron enviar a sus mejores discípulos a Occidente para promover la acción consciente tras los estragos de la Segunda Guerra Mundial. Su misión fue trabajar aquí el ahimsa (no violencia), que es el primero de los yamas (restriccio­nes) que el practicant­e debería seguir en su relación con el mundo externo según las Yoga sutras de Patanjali .

Así es como Swami Sivananda,un doctor que decía que la enfermedad era un problema del alma que se cura con yoga, envió en 1957 a su discípulo Swami Vishnudeva­nanda a las costas de California para difundir su idea. Y como Krishnamac­harya confió al suyo, ni más ni menos que Pattabhi Joys (1915-2009), la difusión del Ashtanga Vinyasa Yoga en Estados Unidos. Durante los años 30, ambos descubrier­on unos manuscrito­s en el palacio de Bangalore que detallaban diversas asanas. Son esos manuscrito­s antes citados (los de hace 6 o 7 siglos) que describen por primera vez las posturas del que es el estilo que probableme­nte más ha influido en la evolución y la globalizac­ión del yoga.

El maestro que llevó en 1893 el yoga a Occidente no enseñó posturas: se centró en la respiració­n y la meditación­n

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Ommmmm El poder de convocator­ia del yoga es creciente. Más desde que el primer ministro indio Narendra Modi (en la foto de abajo a la izquierda) consiguió que la Unesco lo declarara bien inmaterial de la humanidad hace un par de años. Modi creo además en su país el viceminist­erio de Ayush (por las siglas de Ayurveda, Yoga, Unani, Siddha y Homeopatía)
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